Salir corriendo sin hacer ruido

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Acaricio la cabeza de MJ, que reposa sobre mi pecho, perdiendo los dedos en su pelo hecho un desastre. Los rayos del sol entran por la ventana, llenando de calidez esta habitación e iluminando los cabellos rubios, el brazo que tiene fuera de la manta, cubierto de pecas en los hombros. Al final ella se decidió por una camiseta interior de tirantes y unos shorts a modo de pijama, y a mí me dio algo similar.

Dormir con ella ha sido raro. Lleva usándome como almohada toda la noche, no sólo para su cabeza, pero no me ha importado aunque me despertara, enseguida caía dormida de nuevo. Supongo que acabaré por acostumbrarme.

De pronto, siento humedad en el pecho. Vaya. Creo que alguien está babeando un poco. Aprieto los labios: Tricia, no. No te rías. No te rías que la despiertas o despiertas a su madre o vete tú a saber.

Al final toso de tanto aguantarme, pero Jane no se despierta, sólo gruñe un poco y agarra mi camiseta con la mano, lo que consigue que quiera reírme más.

Sin embargo, toda la gracia del asunto se desvanece cuando unos golpes rápidos suenan en su puerta:

-Mary Jane, ¿estás despierta?

Lo está. Acaba de incorporarse como un resorte, apoyando los brazos en la cama. Yo no sé siquiera si respirar sería demasiado arriesgado.

-Me acabas de despertar, mamá – responde, los músculos de sus brazos tensos como una goma elástica a punto de partirse, pero su voz suena completamente natural, quizá algo más pastosa.

-Pues venga, que van a dar las doce.

-¿Las quéeeeeee?

-A este paso te vas a perder tu comida favorita del día.

Los pasos de su madre se alejan. MJ se deja caer a mi lado, resoplando, se lleva las manos a la cara y se frota los ojos antes de decirme en un susurro:

-Tienes que irte.

-Ya me dirás cómo.

-¿Por la ventana?

-Vives en un séptimo.

-Ya... mierda.

-Siempre me sorprenderá que digas tacos.

-¡Cállate, cállate! – exclama, aunque todavía susurrando, colocándose sobre mí y hundiendo sus dedos en mi cintura, buscando mis cosquillas. Tengo que llevarme la mano a la boca para no reír - ¡No todas somos tan malotas como tú!

Agarro sus manos en cuanto puedo, aguantando la risa en mi garganta, y la miro: incluso con estas pintas tan mañaneras, está tan guapa como siempre. Me sonríe, llena de una energía incomprensible para mí, que detesto despertarme.

-Oye, Tricia... - dice, divertida, su sonrisa llenándose de picardía – Tienes una marca en el cuello.

Noto mis ojos abrirse de sorpresa, y me incorporo de inmediato, agarrando a MJ y haciendo que se eche a un lado con un movimiento rápido que saca un grito ahogado de su garganta. Camino hasta el espejo de cuerpo entero que tiene en su cuarto, que también está lleno de fotos con sus amigos. La sombra de ojos está hecha un desastre, mi pelo es una maraña y tengo... un chupetón en el lado izquierdo del cuello. Bueno. ¡Bueno! Las risas de Roy van a ser la leche, la miradita de mi padre también, el comentario ácido de mi hermano no faltará...

Me giro hacia MJ, que me mira con una sonrisa traviesa, mordiéndose la lengua, pero su expresión cambia cuando me acerco a largos pasos a la cama y casi me abalanzo sobre ella. Atrapo sus muñecas, las subo a los lados de su cabeza.

Torpes con estrellaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora