Lo tendré en cuenta para la próxima

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-¿Cómo que "vale"? – pregunta Roy levantando una ceja.

-Pues como que vale.

Se echa a reír, apoyándose en el respaldo de la silla, que se sostiene sólo en las patas traseras. Para mantenerse así, un poco en el aire, Roy apoya un brazo en el pupitre del compañero de atrás, que hoy no ha venido. Algún día se pegará un leñazo, pero hasta entonces, que disfrute. Ya me reiré yo cuando coma un poquito de suelo.

-Te dijo que vale y te cerró la puerta en las narices – comenta, todavía sorprendido.

-¡Ya ves, tío! – exclamo, deslizándome en el asiento – Vamos, lo normal sería mandarme a la mierda o decirme que ella siente lo mismo, pero no. ¿Qué le pasa en la cabeza? ¿QUÉ?

Resoplo mirando al techo. Llevo pensando todo el fin de semana en ese "vale". ¿Cómo una palabra tan simple puede suponer tanta confusión? ¿Y qué me quería decir con eso? Es que no lo entiendo. Ahora mismo lo único que quiero es que aparezca por aquí, me diga algo para aclararme, para saber si me tengo que hundir en desamor o empezar a vivir en una nube.

-Bueno, al menos te dio una buena idea – comenta Roy sacándome de mis pensamientos – Podemos tocar en el baile.

-Sí, supongo. Pero yo paso de encargarme de hablar con los profes, y vamos a tener que ensayar desde ya.

-Relaja, me encargo yo de eso –. Asiento y estamos un momento callados antes de que añada - Por cierto, el sábado Mitch organiza fiesta de disfraces.

-¿Con motivo de qué?

-¿De pasarlo bien...?

-Ah, pues... vale, me apunto. No sé ni de qué puñetas voy a ir, pero me apunto.

-Estamos en las mismas.

El profesor de Biología entra en el aula entonces. Roy recoge sus cosas y se va, apresurado, mientras yo coloco las mías. La clase pasa tan deprisa como todas las de esta asignatura. Me resulta demasiado interesante y el profesor es bueno, es muy bueno. Lleva siendo mi profesor de Biología desde segundo curso y es probable que mi pasión por el tema surgiera gracias a él, por el entusiasmo que vuelca en todas y cada una de sus clases.

O puede que todas esas series de médicos que veía de pequeña tengan algo que ver...

Después toca Química, una clase que se me hace un poco más pesada, sobre todo si nos limitamos a teoría. Prefiero hacer ejercicios, como en Física y Matemáticas. La parte teórica, aunque necesaria, es siempre la más aburrida.

Saco el móvil con disimulo para mirar la hora, cuando me llega un mensaje de un número desconocido. Abro la conversación: "Hola, Miss Despistes. Soy MJ. Le pedí tu móvil a Roy, que nos hemos encontrado antes en el pasillo". Seguidamente me envía unas caritas felices que sacan la lengua.

Contesto con un "Como tú me dijiste: vale", y al instante mando otro mensaje "Estoy en clase, y supongo que tú también. Luego hablamos".

Estoy por mandarle algún icono yo también porque quizás esas frases sean un tanto bordes, cuando el profe me llama la atención, amenazando con que me quitará el móvil si vuelvo a mirarlo. Lo guardo, subo las manos y las dejo encima de la mesa, dándole a entender que no tengo intención de volver a bajarlas.

Cuando pasa la hora, subo con tranquilidad al aula de Tecnología. Hemos empezado el último proyecto del curso. Al profesor se le ha ido la olla y nos ha dicho que hagamos un tiovivo. Se le llega a ir un poco más e involucra a todos los grupos en la construcción de uno de verdad. Este va con una manivela que emerge de la tabla de madera, pero aun así, es una pasada. Por suerte es el último y se trata de un trabajo individual.

El cangrejo que hicimos el curso pasado, que movía las patas al tirar de una cuerda, no es nada comparado con esto. Por suerte en el anterior trabajo tengo un nueve. "Te habría puesto un diez si el led no fuera rojo", me dijo, "le da un aspecto muy siniestro".

Intenté explicarle que era una manera de reflejar cómo la unidad familiar, por mucho que parezca perfecta para el resto, puede ser un auténtico infierno desde dentro... pero no es la clase de Arte. Quizás allí habría colado. Este hombre me dedicó una mirada escéptica y me dijo que me fuera contenta con mi casita. Ahora está en el suelo de mi cuarto, cogiendo polvo. Puede que la usemos en Halloween como decoración y todo.

Para cuando ha terminado la hora, tengo la base circular del tiovivo y he instalado las primeras tuercas... tras varios intentos fracasados. Pero ya me sentiré torpe más tarde, cuando me tumbe en mi cama. Pienso lanzarme en plancha según termine de comer y quedarme ahí hasta que la presión de la responsabilidad con respecto a los deberes sea insoportable.

En cuanto estoy sentada en el bus, con Roy al lado, le mando un mensaje a MJ: "¡Libre por fin!". Espero un poco a ver si responde, pero su última conexión fue hace un rato largo, por lo que guardo el móvil de nuevo.

-Quizás deberías decirle algo sobre el "vale" – propone Roy.

-Buff, no sé yo. Si me dijo eso será por algo, ¿no? Puede que no quiera apresurarse, o que no esté segura, o que quiera conocerme más... - me quedo callada un instante, pensativa, y añado - Incluso puede que no tenga claro qué le va, es muy joven todavía

-Tiene un año menos que nosotros – contesta Roy elevando las cejas.

-Pues eso, muy joven.

-Puede que simplemente se lo pase bien teniendo a la gente en el anzuelo y sea una mala pécora.

-¿Tú le ves cara de mala pécora? – pregunto mirándole por el rabillo del ojo.

-No, la verdad es que no – reconoce, y apoya la cabeza en el respaldo – Pero las apariencias engañan. Quizás lo es y no lo sabemos. O quizás le va el gore, o el masoquismo.

-Sí, y tiene fustas en su cuarto – me río.

-A ver no exageres, que las apariencias engañan, pero no tanto. No creo que sea un caballo.

Ese comentario consigue que mis risas pasen a ser carcajadas. Seguimos bromeando sobre el tema hasta que llego a mi parada, bajándome con Brendan, que estaba sentado casi al fondo. Comemos los dos a nuestro rollo, viendo la tele de la cocina en silencio. Hay una serie rara sobre un una familia que ha tenido que borrar el tatuaje de su hijo, pero no tienen dinero o no sé qué, y la hija, que se llama Lazy o algo así y tiene un acento... ¿cubano?, se lo dice a su padre... No lo entiendo muy bien.

De pronto, me vibra el móvil. Es un mensaje de MJ: "No hables de esa noche, me da vergüenza pensar en cómo te respondí".

No sé bien cómo responder a eso, pero por suerte, y como siempre sacándome de estas situaciones, añade: "Llevo pensando en el tema desde que pasó. Tenía miedo de encontrarme hoy en el pasillo contigo. No habría sabido ni cómo mirarte". Añade un icono sonriente, pero que al lado tiene una gota de sudor.

"Bueno, no puedo decir que mi caso haya sido distinto", respondo.

"Sé que seguramente quieras una explicación, pero... ¿crees que podría no dártela?"

"Tengo mil motivos para que no lo hagas, pero dame tú uno".

"Me gusta que las cosas sean espontáneas, nada más".

"Me vale. También me habría valido algo como que simplemente no te da la gana. En realidad, valía cualquier cosa. Quería que tú misma pusieras la excusa".

Manda unas cuantas caritas que se ríen, y luego responde: "Lo tendré en cuenta para la próxima vez".

"¿Habrá próxima vez?"

"¡Claro! Me caes bien. Quiero conocerte más. De hecho, ¿irás a la fiesta de disfraces de Mitch?"

"¿Lo dudabas?"

"Perfecto. Ahora tengo más ganas de ir".

Sonrío como una imbécil. Con esta conversación, podría afirmar que su respuesta, que ese "vale", era su manera de decirme que ella está en las mismas que yo... pero todavía no me atrevo a dejarme llevar por eso. Cierto que no puedo evitar que mis esperanzas se eleven al infinito, pero a la vez, prefiero mantener cierto pesimismo. Hasta que no lo sepa con absoluta seguridad porque me ha escrito un "I love Tricia" en el cielo con una avioneta, no voy a terminar de creérmelo.


Torpes con estrellaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora