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La vida de Isadora no era precisamente muy buena. Tenía  17 años y era hija única. Vivía junto a su padre; el cual trabajaba como agricultor. Eran una familia de clase baja. Sin embargo, su padre no la quería por el simple hecho de ser mujer; él había querido tener un hijo varón, pero en su lugar, su esposa dio a luz a Isadora.

Cuando llegó la crisis monetaria, junto con las sequías, su familia ya no podía ni juntar para comer. No había dinero para nada. Un día, el padre de Isadora llegó pidiéndole que se arreglara, ya que tendrían visitas. A Isadora se le hizo raro, ya que nunca tenían visitas, pero no sabía qué sucedía y obedeció.

Después de un rato, unos hombres ya grandes, como su padre o incluso más, llegaron a su casa. Isadora jamás se imaginó que su padre llevaría a esos hombres para venderla a ellos. El terror en los ojos de Isadora no se podía ocultar. Rogó y lloró, suplicándole a su padre que no lo hiciera, pero él solo dijo que sería lo mejor, así tendría una carga menos.

Los hombres a los que había sido vendida la llevaron a una casa en un bosque y ahí la dejaron encerrada, diciéndole que más tarde volverían por ella. Isadora estaba aterrada y no podía dejar de llorar. En cuanto los hombres se fueron, buscó la manera de escapar.

Llevaba una hora tratando de abrir la puerta cuando lo logró. Salió de esa casa en medio del bosque, pero su felicidad duró poco, ya que aquellos hombres lograron darse cuenta de que había salido y quería escapar. Sin pensarlo, comenzó a correr mientras aquellos hombres la perseguían con armas de fuego en sus manos. Le disparaban, pero no lograban darle.

Llevaba alrededor de 20 minutos corriendo cuando un tiro de la arma de uno de aquellos hombres le dio justo en el pecho, lo que la hizo caer al suelo. Los hombres iban hacia donde estaba ella tirada. Cuando llegaron a su lado, empezaron a burlarse de ella, diciendo las cosas asquerosas que harían con ella antes de que muriera.

Isadora sentía que en cualquier momento moriría desangrada. No podía pararse y el simple hecho de tener los ojos abiertos la cansaba. Pero antes de que aquellos hombres hicieran algo, Isadora pudo distinguir la sombra de unas personas yendo directamente hacia ellos. Isadora solo pudo escuchar cómo aquellos hombres que la querían matar comenzaron a gritar de una manera horrible y después no escuchó nada más. Lo último que sintió fue como alguien la cargaba, pero los ojos le pesaban tanto que no podía mantenerlos abiertos.

Al despertar, Isadora se dio cuenta de que tenía una máquina de oxígeno y estaba conectada a un monitor cardíaco. Al ver a su alrededor, se dio cuenta de que no estaba en un hospital; estaba en una especie de consultorio dentro de una casa que no conocía. Estaba tan confundida. ¿Qué había pasado?

Sus pensamientos se vieron interrumpidos por una voz.

—Veo que al fin despertaste— dijo un hombre rubio. —¿Qué tal te sientes?— preguntó.

—¿Quién es usted y qué hago aquí?— dijo Isadora, aún confundida.

—Soy Carlisle Cullen. Hace dos días te rescatamos en el bosque de un par de hombres que querían matarte. Te habían disparado; estabas muy mal herida y te trajimos aquí para salvarte— contestó.

—Así que no fue un sueño— pensó Isadora. —Pero dime…— Carlisle hizo un gesto al no saber el nombre de Isadora.

—Isadora, mi nombre es Isadora— respondió.

—Isadora, dime, ¿qué tal te sientes? Estuviste inconsciente por dos días— contestó Carlisle.

—Me siento bien; pensé que moriría— confesó.

—Que bien que te sientes mejor. Logramos salvarte a tiempo— dijo Carlisle mientras le daba una sonrisa sincera.

—Debes tener hambre. ¿Crees que puedas caminar para llevarte a la cocina?— volvió a hablar Carlisle.

—La verdad, sí; creo que sí puedo caminar un poco— contesto.

—Pues vamos, déjame ayudarte— dijo Carlisle para acercarse a ella y ayudarla a pararse y caminar.

Al llegar a la cocina, Isadora pudo notar a una mujer de aspecto joven cocinando. En cuanto esta notó la presencia de Isadora, dejó lo que estaba haciendo para saludarla.

—Hola, querida. Al fin despertaste. ¿Qué tal te sientes?— preguntó con una sonrisa.

La presencia de Esme emanaba una calma y serenidad que Isadora no había sentido en mucho tiempo, como el amor de una madre. La confianza que le inspiraba era instantánea, aunque no sabía explicar por qué

—Hola. Mejor; aunque aún me duele un poco el pecho— respondió Isadora con timidez.

—Ven, siéntate. Hace mucho que no cocinaba; así que espero te guste la comida que preparé— contestó Esme.

"A qué se refiere con que 'hace mucho no cocinaba'?", se preguntaba Isadora a ella misma, pero decidió no darle importancia.

—Muchas gracias— dijo Isadora, volteando a ver a Carlisle pidiendo ayuda para saber su nombre.

—Esme, su nombre es Esme— contestó Carlisle con una sonrisa.

—Muchas gracias, Esme. Estoy segura de que me gustará la comida— respondió Isadora para empezar a comer.

𝘁𝗵𝗲 𝗳𝗶𝗿𝘀𝘁 𝘁𝗶𝗺𝗲; 𝗔𝗹𝗲𝗰 𝘃𝘂𝗹𝘁𝘂𝗿𝗶Donde viven las historias. Descúbrelo ahora