Cuando una persona ama a alguien, busca la manera de gustarle y sino... pues se fuerza el destino.
Draco odiaba a Harry, lo odio desde el primer momento en que rechazó su amistad.
Harry se había enamorado de Cedric, y quería que él se fijará en él...
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𝐇𝐀𝐑𝐑𝐘, 𝐇𝐄𝐑𝐌𝐈𝐎𝐍𝐄 𝐘 𝐑𝐎𝐍 𝐂𝐎𝐑𝐑Í𝐀𝐍 𝐏𝐎𝐑 𝐋𝐎𝐒 𝐏𝐀𝐒𝐈𝐋𝐋𝐎𝐒 𝐃𝐄 𝐇𝐎𝐆𝐖𝐀𝐑𝐓𝐒, 𝐒𝐔𝐒 𝐏𝐀𝐒𝐎𝐒 𝐑Á𝐏𝐈𝐃𝐎𝐒 𝐑𝐄𝐒𝐎𝐍𝐀𝐁𝐀𝐍 𝐂𝐎𝐍𝐓𝐑𝐀 𝐋𝐀𝐒 𝐏𝐈𝐄𝐃𝐑𝐀𝐒 𝐅𝐑Í𝐀𝐒 𝐘 𝐀𝐍𝐓𝐈𝐆𝐔𝐀𝐒. El aire fresco de la mañana les golpeaba la cara, mientras el bullicio de estudiantes ya en el Gran Comedor llegaba a ellos, como un lejano murmullo.
—No puedo creer que lo hayas hecho, Harry —soltó Ron, mirando a su amigo con incredulidad mientras trataban de alcanzar el desayuno antes de que se acabara.
—Te dije que era una mala idea, pero como siempre, no me escuchas —recriminó Hermione, su tono exasperado mientras mantenía el ritmo—. ¿Por qué demonios te explotó?
—¡No lo sé! —contestó Harry, deteniéndose un momento para recuperar el aliento, sus manos en las rodillas—. Pero dejé el baño limpio, no quedó ni un rastro. He arreglado desastres peores.
Hermione lo fulminó con la mirada.
—Ese libro estaba en la sección prohibida por una razón, Harry. No es un simple manual de hechizos.
—Sí, bueno, ya pasó. No hay vuelta atrás —interrumpió Ron, tratando de cambiar de tema con un ademán despreocupado—. Lo importante es, ¿crees que haya funcionado el hechizo?
—¡Eso no es lo importante, Ron! —exclamó Hermione, apretando los labios mientras cruzaban la puerta del Gran Comedor, donde los estudiantes charlaban y reían—. ¡Forzar el amor de alguien está mal!
—¿Qué? ¡Es obvio que su novia ni lo mira! —murmuró Harry, echando una rápida mirada a la mesa de Hufflepuff, donde Cedric charlaba distraídamente.
—Eso no te da derecho a manipular sus sentimientos, Harry. Las personas no son cosas que puedes poseer —replicó Hermione, con una mirada severa.
