Cuando una persona ama a alguien, busca la manera de gustarle y sino... pues se fuerza el destino.
Draco odiaba a Harry, lo odio desde el primer momento en que rechazó su amistad.
Harry se había enamorado de Cedric, y quería que él se fijará en él...
—¿Draco? Pensé que te habías ido con tu familia —dijo Harry, sorprendido, pero tratando de ocultar la emoción en su voz.
Draco se acercó, sus manos ocultas detrás de su espalda, manteniendo su expresión confiada.
—Por supuesto que no, Potter. No sería Navidad si no puedo ver a… quien amo —dijo con suavidad, mirándolo fijamente.
Harry sintió cómo su rostro se sonrojaba, desviando la mirada mientras su corazón latía con fuerza. Intentando disimular su nerviosismo, se aclaró la garganta.
—Entonces... ¿ya no tienes ataduras? —murmuró, en parte temeroso de la respuesta.
Draco negó lentamente, y con un gesto deliberado, sacó una pequeña caja de terciopelo de detrás de su espalda.
—Ya no —dijo, extendiendo la caja hacia él.
Los ojos de Harry brillaron, reflejando la chispa de ilusión al ver el presente. Justo cuando estaba a punto de tomarla, un tirón en su hombro lo hizo girarse.
—¡Harry, no lo aceptes! Solo te está engañando —interrumpió Cedric, que apareció de repente y tomó su mano con firmeza—. Yo soy quien realmente puede hacerte feliz.