Cuando una persona ama a alguien, busca la manera de gustarle y sino... pues se fuerza el destino.
Draco odiaba a Harry, lo odio desde el primer momento en que rechazó su amistad.
Harry se había enamorado de Cedric, y quería que él se fijará en él...
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𝐇𝐀𝐑𝐑𝐘 𝐄𝐒𝐓𝐀𝐁𝐀 𝐃𝐈𝐒𝐓𝐑𝐀Í𝐃𝐎 𝐃𝐄𝐒𝐃𝐄 𝐇𝐀𝐂Í𝐀 𝐃Í𝐀𝐒, 𝐘 𝐄𝐍 𝐄𝐋 𝐏𝐀𝐑𝐓𝐈𝐃𝐎 𝐄𝐍𝐓𝐑𝐄 𝐒𝐋𝐘𝐓𝐇𝐄𝐑𝐈𝐍 𝐘 𝐑𝐀𝐕𝐄𝐍𝐂𝐋𝐀𝐖, 𝐋𝐎 𝐍𝐎𝐓Ó 𝐂𝐎𝐍 𝐌Á𝐒 𝐂𝐋𝐀𝐑𝐈𝐃𝐀𝐃. Draco apenas había prestado atención al juego, ignorando incluso a la Snitch que pasó justo frente a él. Slytherin ganó, sí, pero con un rendimiento que dejó a todos perplejos. Luego estaba lo de su Saeta de Fuego, que Hermione había insistido en que entregara, temiendo que pudiera estar maldita. Oliver Wood incluso trató de hablar con McGonagall para que se la devolvieran, pero solo consiguió una reprimenda por su esfuerzo.
Harry no podía quitar la vista de la mesa de Slytherin en el Gran Comedor. Astoria le daba de comer a Draco, llevándole cada bocado a la boca, y Draco aceptaba sumiso, casi sin alma, mientras que Pansy y Blaise intercambiaban miradas extrañas. Todo en la actitud de Draco parecía... apagado, como si no tuviera voluntad propia.
—Algo está mal, estoy seguro —murmuró Harry mientras caminaban hacia Historia de la Magia.
—Harry, tienes que dejar de lado esto —dijo Hermione con un tono de cautela—. Tal vez Ron tiene razón. ¿Y si Malfoy solo te estaba engañando?
Harry apretó el puño, frustrado.
—No puedo creer eso, Hermione.
Ron suspiró y encogió los hombros.
—Mira, amigo, Malfoy es... bueno, Malfoy. Es probable que inventara todo esto para hacerte pensar que sentía algo por ti. Tal vez solo quería meterse en tu cabeza.
—¡No! —insistió Harry, cada vez más tenso—. Tiene que haber otra explicación. Sus ojos... estaban tan opacos, como si no estuviera vivo. Si fuera amor, al menos habría algo de luz en ellos, pero así... parece un espectro, alguien sin alma que sigue órdenes.
