Cuando una persona ama a alguien, busca la manera de gustarle y sino... pues se fuerza el destino.
Draco odiaba a Harry, lo odio desde el primer momento en que rechazó su amistad.
Harry se había enamorado de Cedric, y quería que él se fijará en él...
Harry lo miró con curiosidad, y de inmediato su mente saltó a un nombre: ¿Cedric? Sin esperar más, su rostro se iluminó con entusiasmo.
—¡Voy! —exclamó, saliendo a toda prisa sin escuchar que Neville intentaba agregar algo.
—No es... bueno... ya se fue —terminó Neville para sí mismo, con una mirada preocupada.
Harry se ajustó la túnica, alisándola un par de veces y sonrió para sus adentros. Podía ser su oportunidad de aclarar todo con Cedric. Además, esa noche, como le había dicho Trelawney, con la luna llena podría al fin realizar el hechizo que había preparado en secreto. Se había tomado el tiempo de encontrar todos los ingredientes y todo estaba listo. Aún sentía algo de ansiedad, pero al menos en unas horas todo podría volver a la normalidad. Con Cedric sabría explicar la situación.
Sin embargo, al abrir la puerta, se llevó una sorpresa. En lugar de encontrarse con Cedric, quien estaba al otro lado de la entrada y bajando las escaleras era... Malfoy. Su sonrisa se esfumó de inmediato, reemplazada por una mezcla de incredulidad y leve fastidio.
—¿Qué haces aquí? —preguntó Harry, mirándolo con desconfianza mientras salía de la sala común.
Draco esbozó una sonrisa engreída y se cruzó de brazos.
