Cuando una persona ama a alguien, busca la manera de gustarle y sino... pues se fuerza el destino.
Draco odiaba a Harry, lo odio desde el primer momento en que rechazó su amistad.
Harry se había enamorado de Cedric, y quería que él se fijará en él...
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𝐀𝐒𝐓𝐎𝐑𝐈𝐀 𝐄𝐍𝐓𝐑Ó 𝐀 𝐋𝐀 𝐒𝐀𝐋𝐀 𝐃𝐄 𝐌𝐄𝐍𝐄𝐒𝐓𝐄𝐑𝐄𝐒 𝐂𝐎𝐍 𝐔𝐍𝐀 𝐒𝐎𝐍𝐑𝐈𝐒𝐀 𝐃𝐄 𝐓𝐑𝐈𝐔𝐍𝐅𝐎, 𝐀𝐃𝐌𝐈𝐑𝐀𝐍𝐃𝐎 𝐂𝐀𝐃𝐀 𝐃𝐄𝐓𝐀𝐋𝐋𝐄 𝐃𝐄𝐋 𝐋𝐔𝐆𝐀𝐑, 𝐄𝐍𝐂𝐀𝐍𝐓𝐀𝐃𝐀 𝐂𝐎𝐍 𝐒𝐔 𝐎𝐁𝐑𝐀. Caminó hacia donde Zacharias Smith leía despreocupado y levantó un pequeño muñeco de tela que llevaba consigo, al que había atado un par de hilos oscuros.
—Es realmente hermoso cómo funciona todo, Draco hace exactamente lo que quiero —dijo la chica, divertida—. Ahora entiendo para qué necesitabas su camisa. Aunque... he notado que se ve más pálido cada vez que la uso. ¿No le hiciste nada raro?
Smith apenas desvió la mirada de su lectura, lanzándole una mirada de reojo.
—El hilo está unido directamente a su corazón —respondió con una voz calmada y casi burlona—. El amor a veces duele, Astoria... No te preocupes, tus besos son suficientes para calmarlo.
Astoria soltó un suspiro soñador y miró el muñeco con una mezcla de cariño y diversión.
—Aun así, es un fastidio que no quiera besarme en la boca —dijo, cruzándose de brazos con frustración—. Siempre que intento, empieza a cuestionarme, a hacer preguntas extrañas. Por más que se lo ordeno, nunca lo hace. Es como si tuviera algún tipo de bloqueo.
Smith rodó los ojos, escondiendo su impaciencia detrás de una expresión relajada.
—Es curioso —continuó ella—, ¡ni siquiera ha dado su primer beso! Ni con Potter ni con nadie. Tengo doce y él trece, ya deberían haber parejas en nuestra edad que se besen sin tanto drama, ¿no?
—Sí, una pena —Smith fingió interés, dejando escapar un suspiro de aburrimiento.
