Cuando una persona ama a alguien, busca la manera de gustarle y sino... pues se fuerza el destino.
Draco odiaba a Harry, lo odio desde el primer momento en que rechazó su amistad.
Harry se había enamorado de Cedric, y quería que él se fijará en él...
—¿Por qué te importa tanto, Diggory? —bufó Smith, tratando de zafarse— ¿Qué tienes que ver en esto?
—Astoria ya lo hizo, lo contó todo, así que ahórrate tus fingidos inocentes —gruñó Cedric, apretando su agarre.
Smith esbozó una sonrisa cínica, su tono lleno de veneno.
—Deberías entenderme, Diggory... Tú también sientes algo por Potter, ¿no es así?
El comentario provocó una chispa de furia en Cedric. Sin aflojar el agarre, tiró de Smith con más fuerza.
—Tener sentimientos no significa destruir a quien amas o manipularlo para tenerlo —replicó Cedric, con voz firme—. A diferencia de ti, yo no necesito controlarlo ni convertirlo en mi prisionero. Sabía que había algo oscuro entre tú y Potter. Lo vi en sus ojos... y en tus malditas pesadillas.
Smith forcejeó, pero Cedric no cedió ni un centímetro.
—¿Sabes dónde está Harry? —preguntó Smith, la curiosidad asomando en su rostro, una sonrisa retorcida en sus labios.
