Cuando una persona ama a alguien, busca la manera de gustarle y sino... pues se fuerza el destino.
Draco odiaba a Harry, lo odio desde el primer momento en que rechazó su amistad.
Harry se había enamorado de Cedric, y quería que él se fijará en él...
—¡¿Están completamente desquiciados?! —gritó Hermione, con la voz llena de indignación mientras se cubría la cabeza.
—¡Ustedes hechizaron a nuestro mejor amigo, par de idiotas! —vociferó Pansy, lanzando un vaso de vidrio que se estrelló a pocos centímetros de la mesa.
—¡Ya les dijimos que fue un accidente! —protestó Harry desde su escondite.
—¡Accidente mis narices, Potter! —Blaise le lanzó un caldero que rebotó ruidosamente contra una silla—. ¡Parecen un par de Gryffindors tramposos y cobardes!
—¡Esto está violando al menos una docena de reglas de Hogwarts! —chilló Hermione, aferrándose a su sentido de la justicia.
—¡Hermione, eso no va a detenerlos ahora! —respondió Ron, encogiéndose cuando un libro de encantamientos pasó volando a su lado.
—¡YA, PAREN DE UNA VEZ! —la voz de Draco resonó, deteniendo a sus amigos de golpe.
Blaise y Pansy se detuvieron, respirando agitadamente, y miraron a Draco. Desde el otro lado de la mesa, Harry se asomó con cautela, seguido por Ron y Hermione, que lucían como si estuvieran evaluando el daño en la situación.
—¿No estás furioso? —preguntó Pansy, mirando a Draco como si hubiera perdido la razón.
Draco suspiró, claramente frustrado, y su mirada se suavizó cuando sus ojos se posaron en Harry.
