Cuando una persona ama a alguien, busca la manera de gustarle y sino... pues se fuerza el destino.
Draco odiaba a Harry, lo odio desde el primer momento en que rechazó su amistad.
Harry se había enamorado de Cedric, y quería que él se fijará en él...
—Tu "no-novio" parece tener una afición por las rebeliones, Draco —comentó Snape, mientras intentaba levantarse, una mueca de dolor cruzando su rostro.
Draco, sin dudarlo, le ofreció el brazo y le ayudó a incorporarse, sosteniéndolo con firmeza por la cintura.
—No es mi novio, padrino —replicó con una voz sombría, casi ahogada.
Snape soltó un resoplido entrecortado, más amargo que burlón.
—¿De verdad? —musitó, mientras intentaba enderezarse, aunque su expresión no ocultaba el dolor—. Con esas miradas constantes y los suspiros cargados de tormento, pensé que ya habrían superado esa etapa de negación.
—Harry está más allá de mi alcance, siempre lo ha estado —dijo Draco, su tono bajo, con un deje de resignación que resultaba casi irónico viniendo de alguien tan orgulloso.
Snape lo observó con algo más que sorpresa; su expresión fue de escepticismo, como si las palabras de Draco le resultaran incomprensibles.
—¿Desde cuándo permites que algo te parezca inalcanzable, Draco? —preguntó, con una severidad teñida de incredulidad—. Solías ser testarudo como nadie. No olvides que una vez pediste como regalo navideño una versión miniatura de Harry Potter, como si fuera un juguete de colección.
Draco alzó una ceja, mirándolo con una mezcla de indignación y sorpresa.
—¿Tú... leías mis cartas? —exclamó, con una nota de reproche.
