C A P I T U L O D E C I N U E V E
Sin ti.
Me despierto por los rayos del sol que se cuelan a través de las cortinas, llenando la habitación con un resplandor dorado que me hace entrecerrar los ojos. Al principio, trato de dejar que la calidez me envuelva, pero pronto me asalta la tormenta de recuerdos de la noche anterior. Cada palabra, cada gesto, me golpea como un rayo.
— Carajo, no debí decir eso. — Mis pensamientos se desbordan, y una punzada de arrepentimiento me atraviesa el pecho.
Me levanto de la cama, mis pies descalzos tocan el frío suelo de madera, y me encamino hacia la ducha. El agua caliente cae sobre mí, como un manto que busca limpiar no solo la suciedad física, sino también la emocional. Mientras el vapor me rodea, siento cómo el enojo que me cegó empieza a desvanecerse, aunque las imágenes de mi confrontación con Ezra siguen arremolinándose en mi mente.
Salgo envuelta en una toalla, todavía temblando de la experiencia, y me quedo paralizada al ver a Ezra entrar en la habitación, de seguro buscando su maleta que está en la esquina de la habitación. Su presencia me provoca una mezcla de ansiedad, y tristeza. Lo observo con atención: su cabello está desordenado, como si hubiera luchado durante la noche contra pensamientos oscuros. Sus ojos, que solían brillar con intensidad, ahora están apagados. Mi corazón se encoge al ver su abdomen un poco rojo, y las marcas en sus brazos. Pero lo que más me impacta son sus muñecas, lastimadas, con moretones, y restos de sangre seca, como si hubiera golpeado el suelo en un arrebato de desesperación.
Me acerco a él, la preocupación surgiendo en mí, el olor a alcohol, y sudor que emana de su cuerpo me golpea con fuerza.
—Ra, ¿está todo bien? — Mi voz tiembla, incapaz de ocultar la preocupación.
Él levanta la mirada, y me detalla con frialdad. — Tus padres están abajo, listos para irse. — Su tono es neutro, casi distante.
Asiento, sintiendo una mezcla de alivio, y preocupación.
— Está bien, me visto, y los despido. Luego subiré a curarte esas heridas, ¿sí? — Intento acercarme, pero él se aleja, creando una distancia que me duele más de lo que esperaba.
— Tú te vas con ellos. — Sus palabras me golpean como un balde de agua fría. Lo miro incrédula, pero él me ignora, y se dirige al baño.
—Ra,... — Intento llamarlo, mi voz un hilo de desesperación.
Sale del baño y me observa.
— No quiero que estés aquí cuando me duche. — Habla con una determinación que me deja sin aliento, aunque estoy en mi propia casa. — Tú volverás a mi casa. Aquí me quedaré yo. Bruno sabe cómo funciona mi hogar. — Murmura, y cada palabra es como una puñalada. — Y deja de decirme Ra. Así me llaman las personas que son importantes en mi vida. Y yo no soy importante para tu vida, así que llámame Ezra. —
Las lágrimas empiezan a acumularse en mis ojos, pesadas, y calientes, amenazando con caer.
— Ezra, perd... — Intento disculparme, pero él interrumpe.
— No me importa, vete. — Con esa sentencia, se vuelve a entrar al baño, dejándome sola, temblando de emoción, y dolor.
[...]
Camino por la casa de Ezra, con pequeños rastros de lágrimas aún en mis mejillas. Han pasado dos semanas desde nuestra pelea, y cada día se siente como una eternidad. Siento un quejido escapar de mis labios cuando golpeo mi dedo chiquito del pie contra la puerta del salón de baile.
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Cenizas del pasado. (+18)
RomantikFiorella Salvatore nació en la parte húngara de Europa, pero actualmente vive en Estados Unidos. Con 25 años, es hermosa, y estudiosa; recién graduada en medicina, y persiguiendo su sueño de especializarse en cardiología. Aunque tiene muchos sueños...