𝑪𝒂𝒑𝒊𝒕𝒖𝒍𝒐 𝟏𝟑 | Promesas.

7 0 0
                                    


C A P I T U L O T R E C E

Promesas.

Escucho en silencio, pero cada palabra que me dice, me llega como un golpe directo, uno tras otro. No pude evitar que mi rostro se contrajera, y mi cuerpo se tensara con cada frase que pronunciaba. El dolor que siento al escuchar su historia era profundo, como si algo se rompiera en mí. Cada palabra sobre Hans, sobre la violencia, el daño que le había causado, me pesa en el pecho, y la rabia comienza a hervir en mis venas.

Al principio, me quedó en silencio, sin saber qué decir. La tristeza, y la impotencia me inundaban, y solo dije que la voy a apoyar, pero había algo más en mí, algo que apenas comenzaba a emerger: una ira que no había conocido hasta ahora, que me obligaba a no permitir que el tema muera ahí, que ella crea que con eso basta.

— No sé cómo... no sé cómo alguien pudo hacerte eso. — Murmuro, finalmente, en un susurro grave, mientras la miraba. Había un brillo de desesperación en sus ojos.

El recuerdo de Hans, y el daño que le había infligido me carcomía. Sentía que mis puños se cerraban con fuerza, como si pudiera golpear el aire, como si pudiera golpear a ese maldito hombre que, por algún motivo, seguía ahí, presente en la mente de ella. Lo odiaba. Y odiaba sentir tanta impotencia ante su sufrimiento.

Me quedó en silencio, con mis ojos fijos en ella, mientras sus palabras iban entrando como una daga en su pecho. — El solo hecho de ser tocada... Ezra, me transporta de vuelta a ese lugar... a ese día. Siento que todo el dolor vuelve, el miedo... ese dolor constante. Ni siquiera me tocaste de manera brusca, pero fue suficiente para hacerme sentir que estaba de vuelta ahí, atrapada en esa pesadilla. — Repite, en un bajo susurro.

Aprieto los dientes, la rabia, y la impotencia se entremezclaban en mi pecho, pero también había algo más: una promesa, una promesa silenciosa de que no iba a dejar que nada de eso volviera a pasar. No podía borrar el pasado, no podía borrar lo que Hans le hizo. Pero podía estar ahí para ella, y esa es mi única arma, el único poder que tenía.

Cada palabra que Fiorella me decía, no hacía más que desear con fuerza que Hans estuviera frente a mí. Quiero vengar su dolor, quiero hacerle pagar por cada minuto que le había robado de paz, y por cada segundo de miedo que ahora sentía. Sentí la necesidad de protegerla, de demostrarle que, aunque yo no pudiera deshacer lo que pasó, no dejaría que siguiera viviendo con esa carga, jamás.

Mantuve la mirada en Fiorella, la observó con una mezcla de tristeza, y un sentimiento protector que me invadía con fuerza. Y, a pesar de todo el dolor, a pesar de la impotencia que sentía, hubo algo que lo hizo sentir que había un pequeño rayo de esperanza: ella estaba aquí, de pie frente a mí, compartiendo su dolor. Hablando. No había sucumbido al miedo por completo.

Me acerco lentamente, sin decir nada, su respiración pesada, como si intentara absorber todo lo que acababa de escuchar. Alzó mis manos con suavidad, y la abrazó de nuevo, rodeándola con fuerza. No era un abrazo cualquiera. No era el tipo de abrazo que solo busca consolar. Era un abrazo lleno de calor, de apoyo, de fuerza. Y en ese instante, la promesa que me había hecho a mí mismo, de no dejar que nada le volviera a hacer daño, se consolidó.

— No va a pasar otra vez... no voy a dejar que pase. — Susurro contra su cabello con firmeza, mientras la apretaba un poco más, como si pudiera protegerla del mundo entero con ese gesto. Y en mi corazón, algo comenzó a calmarse. No lo suficiente, no todavía, pero el hecho de que ella estuviera ahí, de que estuviéramos juntos, me daba una chispa de esperanza.

El peso de las palabras de Fiorella seguía presente, como una sombra sobre mis hombros, pero mientras la sostenía, sabía que, aunque no podía borrar el pasado, pero, podía ayudar a construir un futuro donde el miedo ya no tuviera lugar.

Cenizas del pasado. (+18)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora