C A P I T U L O D I E C I O C H O
En la tormenta.
"Desquitarse con otros es el camino más fácil hacia el vacío."
— Anónimo.
Veo a Ezra salir de la habitación, y en ese instante, mi cuerpo se paraliza, como si estuviera atrapada en un laberinto de recuerdos dolorosos. Mi mente repite en un bucle los ecos de los golpes, los abusos, y los llantos, una sinfonía de terror que parece cobrar vida a mi alrededor.
Aunque sé que Hans no está aquí físicamente, mi cuerpo lo siente como una presencia aplastante. Me enderezo, como si la necesidad de protegerme fuese más fuerte que el miedo que me invade.
— Pero, mi amor, ¿por qué lloras? — Las palabras de Hans son un veneno que se desliza en mis oídos, cargadas de un cinismo que me hace sentir náuseas. La burla en su tono es como un golpe directo a mi pecho.
— ¿Qué mierda quieres, Hans? — Atajo, mi voz cargada de rabia. Desde el rabillo del ojo, atisbo la figura de Ezra que entra con el teléfono pegado a su oreja, seguramente hablando con Bruno. Mi corazón late un poco más rápido al verlo, aunque la situación es tensa.
Él me mira y, a pesar de la tormenta emocional que nos rodea, su sonrisa, aunque nerviosa, me brinda un rayo de calma. Es suficiente para recordarme que no estoy enfrentando esto sola, que no tengo que atravesar este infierno sola de nuevo.
— Quiero que vuelvas conmigo. — Las palabras de Hans caen sobre mí como una losa. La sensación de paz que había empezado a construir se desmorona en un instante, como un castillo de naipes arrasado por el viento.
— ¿Qué? — Mi voz tiembla, incrédula. — No, claro que no, me niego. — Siento que mis manos empiezan a temblar, y mi garganta se constriñe, la presión del pánico amenazando con ahogarme.
Busco a Ezra de nuevo, que sigue en su mundo, hablando por teléfono, y moviéndose por la habitación, sacando papeles, y encendiendo su computadora. Es un acto que me ancla en esta realidad caótica.
— Oh, cariño, sabes que me amas, — Susurra Hans con una seguridad repugnante, como si tuviera el poder de desdibujar mi voluntad con solo pronunciar esas palabras. La bilis asciende por mi garganta, un amargo recordatorio de todo lo que he tratado de olvidar. — no importa qué imbécil estuvo entre tus piernas, yo soy mucho mejor. — Su tono está impregnado de desdén, y siento que mi piel se eriza al escuchar esa afirmación. — Además, está comprobado. — Añade, como si sus palabras tuvieran algún tipo de validez.
A pesar de que mi cuerpo se estremece ante sus palabras, me niego a ser prisionera de su manipulación. No de nuevo. He luchado demasiado por recuperar mi voz, y no dejaré que la oscura sombra de Hans se interponga en mi camino otra vez.
—Eres un maldito psicópata. — Suelto, cada palabra cargada de rabia, y frustración. La intensidad de mis emociones es como una tormenta que arde dentro de mí, y me siento más viva que nunca.
— Esa boca... — Resoplo, ya no hay miedo en mí, solo una oleada de enojo que me impulsa a seguir. Quiero acabar con él, como él acabó conmigo.
— Con esta boca, beso a otro. — Respondo, disfrutando de la idea de herirlo. Se escucha un golpe en la otra línea, y una sonrisa se dibuja en mis labios.
Miro a Ezra, y veo que él también sonríe, su expresión es un refugio en medio del caos.
— Tú no puedes tener a otro hombre porque tú eres mía — Grita con su voz repleta de furia.
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Cenizas del pasado. (+18)
RomanceFiorella Salvatore nació en la parte húngara de Europa, pero actualmente vive en Estados Unidos. Con 25 años, es hermosa, y estudiosa; recién graduada en medicina, y persiguiendo su sueño de especializarse en cardiología. Aunque tiene muchos sueños...