𝑪𝒂𝒑𝒊𝒕𝒖𝒍𝒐 𝟏𝟔 | Regreso, y caos.

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C A P I T U L O D I E C I S É I S

Regreso, y caos.

Acabo de regresar a Rusia, y, honestamente, la experiencia fue un desastre total. Desde el momento en que el avión aterrizó, sentí que algo no estaba bien. La nostalgia que esperaba encontrar se mezcló con una sensación de desorientación.

Todo parecía diferente, como si el país que una vez conocí se hubiera transformado en un lugar extraño, y ajeno, pero realmente solo me fui por unos días.

Mi primer paso en el aeropuerto fue un caos: maletas perdidas, largas filas, y un frío penetrante que hizo dudar a Ezra de la decisión de regresar. La gente corría de un lado a otro, y yo, Ezra con ambos equipajes se veía tranquilo en medio de todo ese caos, pero, yo me sentí como una isla en medio de una tormenta.

Cuando finalmente logramos salir, el aire helado me golpeó en la cara, trayendo recuerdos de inviernos pasados con mi familia. Ignoro la sensación, y Ezra busca su auto. El camino es silencioso. Reconfortante, quizá.

Al llegar a casa, mi madre se aferra a mí, y no puedo evitar sonreír, aunque me cueste un poco deshacerme de su abrazo. Pasamos casi veinte minutos así, atrapados en una burbuja de cariño. Mi padre, en cambio, me recibe con un torrente de besos y un abrazo tan fuerte que me hace sentir que tenía miedo de no volver a hacerlo. Lo amo muchísimo, al igual que a mi madre. Ambos son mi refugio. Sin embargo, tan pronto como terminamos los saludos, mi padre se lleva a Ezra a la cocina, y desde ese momento, no vuelvo a verlos. Solo sé que mi madre, en un arranque de generosidad, pidió pizza para "todos los simios de acá arriba", lo cual me pareció divertido.

Pero, eso no es lo más gracioso de la situación. Lo realmente cómico es que, al abrir la puerta de mi habitación, me encuentro con una auténtica guarida de animales: mis amigos están esparcidos por el suelo, todos ellos profundamente dormidos, como si hubieran estado celebrando una fiesta épica. Ruedo los ojos, resignada ante el caos.

Me gustaría saber de qué demonios están hablando mi padre, y Ezra. Me carcome la curiosidad, pero es obvio que no me dejarán enterarme de nada. Odio que no me digan las cosas.

Aún quiero preguntar por qué el auto de Ezra estaba aquí, y por qué mi padre, al verlo, le dijo: "Gracias por recuperar a mi bebé". Salgo de mis pensamientos, y recuerdo el maldito chiquero de mi habitación.

Me quedo parada en la mitad de la habitación esperando que alguno se mueva, o note mi presencia, pero no pasa. Camino con cuidado hacia mi closet, buscando un momento de paz mientras guardo mis cosas.

Espero que al menos así pueda evitar mirar el desastre que han hecho. Pero al abrir la puerta de mi closet, un grito silencioso se escapa de mis labios. — Hijos de puta. — Mi closet parece un campo de batalla. La ropa está amontonada de tal forma que podría jurar que un huracán pasó por allí.

Decido dejar mi maleta allí por ahora, y luego le pediré a una de las chicas del servicio que limpie mi habitación.

Al salir del closet, camino hacia el centro de la habitación, de nuevo, donde mis amigos siguen tirados en el suelo. A su alrededor hay latas de Coca-Cola, y de cerveza, fundas de frituras, y envoltorios con restos de comida que ni siquiera quiero identificar.

— ¿Cómo pueden vivir así? — Murmuro. Mi frustración aumenta. Joder, esta porquería es mi habitación, que había dejado como nueva.

— ¡Levántense, joder! — Grito, y todos se remueven, sobresaltados. La primera en reaccionar es Camili, que, con un movimiento decidido, patea a Itzan para que despierte. Ambos me miran con una mezcla de culpa, y sorpresa mientras se levantan lentamente.

Cenizas del pasado. (+18)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora