C A P I T U L O V E I N T I D Ó S
Preparación.
«Días antes»
Chocando la pluma contra la fría mesa de madera cara, siento cómo el sonido resuena en la asfixiante atmósfera de la oficina. Mi brazo descansa sobre el antebrazo de la silla, mientras que con el brazo libre continúo haciendo el mismo gesto repetitivo, una especie de mantra nervioso. Las voces y los pasos fuera de la oficina me resultan cada vez más incómodos; hay un ritmo frenético en el aire, como si la urgencia se hubiera apoderado del lugar. Suelto un poco la corbata, la tela me parece un poco más apretada de lo habitual, y busco un poco más de oxígeno, un respiro que alivie esta presión en el pecho.
Mis ojos recorren la oficina del agente del FBI, Francis Dinkers, en busca de alguna distracción. Las paredes están adornadas con diplomas enmarcados, fotos de él con otros agentes y, sorprendentemente, una imagen de un perro de rescate que parece haber sido su compañero en alguna operación. En ese momento, la puerta se abre de golpe, y un hombre alto entra, su presencia inunda la habitación. Mide alrededor de un metro ochenta, lleva una camisa blanca perfectamente planchada y un pantalón negro que parece casi militar. La funda de su arma en la cintura le da un aire imponente, pero sus ojos son los que realmente me llaman la atención: son agudos, analíticos, como si estuviera evaluando cada rincón de mí.
— Bruno Salvatore. — Dice, su voz profunda y segura.
— Francis Dinkers. — Respondo, notando cómo arruga la nariz, como si su apellido le resultara un peso incómodo.
— Francis Minotta, está mejor. — Asiente, aunque es una observación más a modo de cortesía. Él comienza a caminar en círculos por la oficina, una danza de pensamiento. Finalmente, se posiciona detrás de su escritorio, dejando caer unas carpetas sobre la mesa antes de centrar toda su atención en mí.
— ¿Qué te trae por aquí, Salvatore? — Pregunta con curiosidad, como si la respuesta pudiera ser banal.
— Fiorella. — Pronuncio, y al instante sé que su rostro cambia, un destello de reconocimiento cruzando sus ojos. Él sabe quién soy, quiénes son los míos; él fue quien llevó el caso de Hans a los tribunales, y ahora, es la única persona que puede ayudarme a sacarlo de su escondite, y llevarlo de nuevo a donde pertenece, la cárcel.
— Hm, si supe lo de Hans. — Murmura, como si estuviera sopesando la información. — ¿Está molestándola? — Asiento, la desesperación agazapada en mi pecho se hace más presente.
— ¿Qué necesitas? — Su tono es directo, práctico.
— Encerrarlo. — Respondo, la impaciencia filtrándose en cada sílaba.
— Bien, y ¿Ezra? — Pregunta, su mirada se vuelve más aguda. Ambos, Dinkers, y Ezra, son los que aseguraron que Hans terminara en la cárcel; Ezra tiene el poder, pero Dinkers tiene las conexiones.
— Lo sabe, ahora ambos están juntos. — Afirmo, y la revelación flota entre nosotros, pesada y cargada de consecuencias.
— Bien, entonces, iniciemos, — Dice, acomodándose en su silla con la determinación de alguien que sabe que el tiempo apremia. — dime todo, desde cuándo, cómo, dónde, cada jodido detalle. —
La atmósfera en la habitación cambia; el aire se tensa, y siento que el tiempo se alarga. Cada palabra que se avecina en mi mente es una carga, un paso más hacia lo que debe hacerse. Comienzo a relatar la historia, a desenterrar cada rincón oscuro que me ha llevado hasta aquí.
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Cenizas del pasado. (+18)
RomanceFiorella Salvatore nació en la parte húngara de Europa, pero actualmente vive en Estados Unidos. Con 25 años, es hermosa, y estudiosa; recién graduada en medicina, y persiguiendo su sueño de especializarse en cardiología. Aunque tiene muchos sueños...