𝑪𝒂𝒑𝒊𝒕𝒖𝒍𝒐 𝟐𝟏 | Tus palabras.

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C A P I T U L O V E I N T I U N O

Tus palabras.

Mis ojos ven por la ventana, sin perder un detalle de los alrededores. Se mete por una autopista, y luego de unos minutos más, un pequeño pueblo nos recibe.

— ¿Conoces el lugar? — Pregunto curiosa. Él me mira de reojo, y asiente.

— Sí, aquí solía venir cuando era un niño. — Murmura seco, y distante, pero no digo nada, no aún.

— Ezra, ¿qué... — Me interrumpe.

— Ya llegamos. — Sentencia, ignorando lo que antes iba a decir.

Mis ojos se mueven por los alrededores visualizando un pintoresco lugar. Una pequeña casa de campo, quizás. Pintada de colores cálidos, y ubicada de manera que puedes disfrutar del paisaje, y del precioso cielo despejado, permitiendo ver como el brillo de la luna golpea contra la pequeña casa, creando un aire de película de Hollywood.

— ¿Dónde estamos? — Pregunto, y me giro a verlo. Él está mirando la casa, sin algún brillo en su mirada, o alguna sonrisa.

— En la casa de mi familia, aquí hablaremos. — Suelta, y se baja del auto. Empieza a caminar hacía la puerta de la cabaña, por lo que yo misma abro la puerta, y me bajo. Era obvio que no me iba a abrir la puerta.

Ezra entra, y yo entro detrás de él. Miro la casa, pero se me hace difícil reconocer las cosas, porque no hay luz, pero luego de unos segundos, todo el lugar se ilumina, y un hermoso candelabro cuelga del techo, irradiando una luz blanca, que ilumina todo el lugar. Muebles de tonos claros, un piso de madera, detalles pequeños que gritan modernismos, pero también la calidez de un hogar.

— Siéntate. — El peso de mis palabras golpea con fuerza mi cuerpo, y la ansiedad empieza a aparecer. Ezra coloca una botella de agua delante de él, y se sienta en el mueble de la sala.

Camino a pasos lentos y pausados hacia él, mientras él me mira como si fuera una presa que esta a punto de atacar. Me siento delante de él, y ambos nos mantenemos en silencio. El ambiente comienza a sentirse pesado, y asfixiante.

— Discúlpame, todo fue mi culpa, yo..., yo reaccione mal, estaba frustrada, cansada, y sé que no es una justificación, pero yo de verdad no medí mis palabras. — Susurro.

— Hm, ¿solo eso? — Lo dice con un tono de voz fuerte, como si esperara algo más de mí, y sé lo que es.

— No, no eres igual a Hans. — Sus hombros se hacen para atrás, y la posición erguida que había tomado cuando iniciamos esta conversación se desvanece, como si nunca hubiera estado.

— Bien, gracias. — Responde tranquilo, y me quedo desconcertada.

— ¿Qué? — Pregunto.

— Está bien, necesitaba oír eso, me estaba matando pensarlo. — No sé que decir, o como debo de reaccionar. Mi confusión, y desconcierto aumenta.

¿Qué carajos?

— Entonces, ¿estamos bien? — Pregunto, aún confundida.

— No, eso no, — Ezra se acomoda. — yo solo necesitaba oír que no soy como él, y una disculpa, nada más. — Toda mi confusión, y desconcierto es reemplazado por una furia que recorre todo mi cuerpo.

— Que mierda, me trajiste aquí solo para esa jodida mierda. — Respondo altanera, y él levanta una ceja.

— La que causo todo esto fuiste tú, ¿por qué yo debería de disculparme? — Su pregunta me descoloca.

Cenizas del pasado. (+18)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora