C A P I T U L O V E I N T I T R É S
Lista.
Ezra se mantiene en silencio dentro del auto, pero no es un silencio incómodo; es un silencio cómodo, uno en el que las preguntas, respuestas y pensamientos flotan a nuestro alrededor como burbujas, danzando en el aire. Hay una ligereza en el ambiente, un entendimiento tácito que hace que todo se sienta más manejable.
— ¿Qué piensas? — Pregunto, rompiendo la quietud. Ezra me lanza una mirada de reojo, una pequeña sonrisa se asoma en sus labios, pero rápidamente vuelve a concentrarse en la carretera.
— En todo, y en nada. Esto no será fácil para nadie, preciosa. — Murmura con un tono que, aunque suave, lleva la carga de la realidad. Su voz es un eco en mi mente; sé que tiene razón. Lo que tenemos por delante es complicado, una especie de montaña rusa emocional donde el resultado puede ser glorioso o devastador.
— Lo sé, pero estoy lista. — Respondo con determinación. Las palabras suenan firmes, aunque en mi interior hay un torbellino de nervios. Él no dice nada más, su mirada sigue fija en el horizonte. El sol se cuela por la ventana, acariciando su piel con un resplandor dorado que resalta la claridad de sus ojos. A pesar del aire acondicionado, hay una calidez en el auto, un pequeño refugio que compartimos.
— Sí. — Es todo lo que dice, y en esa palabra sencilla encuentro un poco de consuelo.
— Ra, ¿tú crees...? — Dejo la pregunta en el aire, incapaz de terminarla. Un escalofrío recorre mi espina, como un pequeño toque de realidad que me recuerda la fragilidad de la situación.
Él se orilla en la carretera, el motor murmura al disminuir la velocidad. Cuando el auto se detiene por completo, me mira con seriedad.
— No digas eso. — Afirma, su voz ahora un poco más grave. — Si algo llega a pasar, yo mismo te buscaré por cielo, mar y tierra, ¿oíste? — Sus palabras son un juramento, una promesa que resuena en el aire tenso entre nosotros.
Asiento, sintiendo una mezcla de alivio, y miedo.
— Bien, no vuelvas a decir que algo te pasará, porque no lo permitiré. Este fue el único plan con mayor sentido. — Continúa, su tono se hace más firme, como si tratara de infundirme valor.
— ¿Vamos a casa? — Pregunto, buscando un ancla en la familiaridad de esa palabra.
— Sí, vamos a casa. — Responde, y en su voz hay una certeza que me envuelve.
Todo mi cuerpo arde en una mezcla de miedo, y nerviosismo, pero, a pesar de la incertidumbre que se cierne sobre nosotros, sé que él nunca dejaría que algo me sucediera, por más mínimo que sea. Es un pensamiento reconfortante en medio del caos. Y mientras el auto vuelve a moverse, siento que, aunque el camino pueda ser difícil, no estoy sola en esto. Ezra está a mi lado, y eso, en sí mismo, es una razón para seguir adelante.
Él sigue conduciendo calmado, aunque una pequeña mueca adorna su rostro. Luego de casi una hora de camino, atravesando un laberinto de atajos de tierra que parecían interminables, llegamos a casa. Cada bache, y cada giro me hacían sentir que el tiempo se estiraba, pero cuando pregunté por qué habíamos tomado ese recorrido, la única respuesta de Ezra fue que de esa manera no nos podrían seguir. Acepté su lógica sin cuestionar; en este momento, su instinto era mi refugio.
Al abrir la puerta, un silencio envolvente me recibió, como si la casa misma contuviera la respiración. Mis padres estaban arriba, según sus palabras, y Bruno había salido muy temprano, alegando que tenía reuniones pendientes. No me sorprendía; su ritmo siempre había estado marcado por el trabajo.
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Cenizas del pasado. (+18)
RomansFiorella Salvatore nació en la parte húngara de Europa, pero actualmente vive en Estados Unidos. Con 25 años, es hermosa, y estudiosa; recién graduada en medicina, y persiguiendo su sueño de especializarse en cardiología. Aunque tiene muchos sueños...