C A P I T U L O C U A T R O
Naturalidad.
Pasaron dos días desde el incidente, y la vida parece haber seguido su curso, aunque yo no. Desde aquel momento, no he estado sola en ningún momento. Ya sea la chica de limpieza, un guardaespaldas, o incluso mi madre, siempre hay alguien cerca, asegurándose de que esté bien. No puedo decir que esté mal, pero hay una parte de mí que se siente asfixiada. Quiero saber lo que sucede, que me cuenten las cosas, no que solo me las oculten o eviten mencionar. Esa sensación de estar encerrada en una burbuja de protección me resulta extraña.
Decido concentrar todas mis energías en mis clases. Estudiar se ha convertido en una especie de refugio, un lugar donde puedo olvidar, aunque sea por un rato, la tormenta que se agita en mi mente. Sin embargo, el tiempo ha pasado volando, y el profesor ya está despidiéndose. Agradezco que al menos pude mantenerme distraída, aunque una parte de mí sigue inquieta, preguntándose si esto será mi nueva realidad.
Al salir de la biblioteca, camino por la casa, explorando rincones que no había visitado en mucho tiempo. La casa tiene un aire nostálgico; el olor a libros antiguos, y la luz suave que entra por las ventanas me envuelven en una sensación de calidez. Pero hoy, la familiaridad se siente diferente, casi como si estuviera en un museo, observando fragmentos de mi vida en lugar de vivirlos.
Me detengo frente a una estantería llena de libros, muchos de ellos cubiertos de polvo. Recuerdo las tardes en que mi padre solía leerme historias de aventuras, y misterios, su voz resonando en la habitación mientras yo me perdía en esos mundos lejanos. Miro un título en particular, uno que solía ser mi favorito: un relato sobre un héroe que siempre se enfrentaba a sus miedos. Es curioso cómo esas historias solían ser solo eso, cuentos para dormir. Ahora, sin embargo, parecen más como un espejo de mi realidad.
Sigo caminando, mis dedos acarician los lomos de los libros, hasta que algo capta mi atención: una puerta que rara vez se abre. Es una pequeña habitación en el extremo del pasillo, casi olvidada. La última vez que la vi, estaba cerrada. Hoy, entreabierta, y Zeus ladra varias veces a la puerta.
Instintivamente voy hacía esa puerta. — ¡Ándate a la verga, bobo hijo de puta! — Del otro lado de la puerta se escucha un perfecto español, en lo que pienso que podría ser algún insulto.
Es claro que la persona que está ahí es latina; una vez fui a visitar a una amiga de mi madre que es ecuatoriana, ella decía demasiado esa palabra, y su esposo era colombiano, y también decía "hijueputa" o "gonorrea". Son culturas distintas, pero, al mezclar sus insultos, era algo tan equilibrado.
Sonreí por mi estupidez, Empujo la puerta con suavidad, y el chirrido resuena. La habitación está llena de cajas y objetos que no recuerdo haber visto antes. Todo está cubierto con una fina capa de polvo, y el aire es un poco más denso aquí, como si el tiempo se hubiera detenido en este espacio. Pero, en medio de la habitación está una chica de quizás unos 24 años, con la misma ropa que tienen las personas de la limpieza, así que lo más seguro es que ella sea de limpieza; ella está a espaldas de mí, tiene su mano en su cintura, y en la otra está el celular pegado a su oreja.
Zeus camina por la habitación, y luego sale como si nada.
— No, no, me tienes arrecha Bryan, ¿sabes qué? Ándate a la casa de la verga, terminamos. — Escupe con fastidio, no logro comprender todo por completo, pero entiendo algo, el español no es tan complicado.
— Si, estoy aquí en Rusia con un excelente trabajo para ahorrar, y cuando vuelva a Ecuador poder terminar mis estudios, y ayudar a mi abuelita que está enferma, bobo triple hijueputa. — Justo cuando termina de decir eso, se da la vuelta, y me mira.
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Cenizas del pasado. (+18)
RomanceFiorella Salvatore nació en la parte húngara de Europa, pero actualmente vive en Estados Unidos. Con 25 años, es hermosa, y estudiosa; recién graduada en medicina, y persiguiendo su sueño de especializarse en cardiología. Aunque tiene muchos sueños...