C A P I T U L O N U E V E
Reconfortante.
— Después de ese día, mi madre entró en depresión, y yo no volví a hablar en español, jamás. — Murmuro, tragando el nudo en mi garganta, tratando de que el sabor amargo en mi boca se disipe.
Fiorella me mira con comprensión. —, y no volvió a ser la misma. Por eso tuvimos que esconder que tengo un hermano. Solo mi nona, mi mamá, y yo sabemos que él existe. —Murmuro.
Ella asiente, ya sabía. — Esa mafia creyó que él había muerto por las cortadas, pero nunca fue así; sobrevivió — Continúo, sintiendo que el peso de la revelación se alivia un poco al compartirlo.
— Lo sé. — Dice, su voz suave. — Debe ser un alivio saber que está vivo, pero también un gran peso. —
— Sí, es un milagro, pero a la vez me asusta. No sé cómo explicarle a mi madre que su hijo no se fue, que sigue ahí, pero ella no lo vivió, siento que ella solo dejo de existir, su alma se fue con papá. — Carraspeo. —, y solo quedo esa cascara. —Ella coloca una mano sobre la mía, brindándome ese apoyo incondicional.
— No sé si alguna vez lo entenderá. — Sigo hablando, mis palabras fluyendo como un río desbordado. — A veces me despierto en medio de la noche, y la veo sentada en su sillón, como antes. — Mi cuerpo se tensa. —, pero al abrir los ojos, me doy cuenta de que solo es una sombra de lo que era. —
Miro a Fiorella, sus ojos atentos me alientan a seguir. — Cuando papá se fue, su luz pareció desvanecerse con él. — Susurro. — Ella solía ser tan fuerte, tan llena de vida. — Los recuerdos llegan con fuerza. — Recuerdo cómo su risa llenaba la casa, pero ahora... ahora solo hay silencio. —
Suspirando, me paso la mano por el cabello, tratando de encontrar las palabras adecuadas. — A veces, siento que tengo que cargar con todo el peso de su ausencia. Como si su alma me estuviera pidiendo que la mantenga viva, pero no sé cómo. ¿Cómo se le dice a alguien que está ahí, pero que ya no está? — Pregunto.
Fiorella se acerca un poco más, su presencia es un ancla en medio de mi tormenta. — Ezra, es un proceso, ¿sabes? — Me dice suavemente. — Tal vez no puedas cambiar cómo se siente tu madre, pero puedes ayudarla a recordar quién era. Quizás hablarle de papá, de los buenos momentos, le ayude a encontrar un camino de vuelta. —
Asiento, aunque el nudo en mi garganta sigue ahí. — Lo he intentado. A veces parece que escucha, pero otras veces solo me mira, perdida en su propio mundo. A veces me pregunto si la parte de ella que se fue con papá regresará algún día. —
— No estás solo en esto. — Responde Fiorella—, siempre estoy aquí para escucharte. Es un viaje difícil, pero no tienes que llevarlo todo tú solo. — Sonrió. —Él está vivo, y eso significa que hay una oportunidad para que tu familia se reencuentre. —
— Ojalá — Susurro. Sus palabras me reconfortan, y por un momento, me siento un poco más fuerte.
— ¿Qué pasó con William, Luis, ¿y todos sus hombres? — Pregunta, sintiendo que el aire se vuelve denso. Miro a Fiorella, y veo sus ojos rojos; las lágrimas se asoman, y me duele el corazón.
Sonrío apenado, consciente de que escuchar esto duele, pero sé que es aún más doloroso vivirlo. Me acerco a ella, y limpio las lágrimas de sus mejillas. Deposito un beso en su cabeza, y al menos por un instante, ella sonríe.
— Pues William empezó una guerra con los policías después de dispararle a mi padre, y murió ahí. — Respondo, recordando ese momento con claridad.
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Cenizas del pasado. (+18)
RomanceFiorella Salvatore nació en la parte húngara de Europa, pero actualmente vive en Estados Unidos. Con 25 años, es hermosa, y estudiosa; recién graduada en medicina, y persiguiendo su sueño de especializarse en cardiología. Aunque tiene muchos sueños...