CAPITULO 20

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[20]

Bondad

"¡Cuán grande es tu bondad, que has guardado para los que te temen, Que has mostrado a los que esperan en ti, delante de los hijos de los hombres!"

Salmos 31:19

Ethan.

Tengo herpes...

Estoy embarazada...

Mi cerebro fue formateado, porque lo único que danza de aquí para allá, son las palabras de Hadasa luego de salir de la consulta. Esas imágenes se repiten una y otra vez en mi mente.

El peso de la culpa se incrementa cada vez más. Casi es insoportable.

Hace rato que la deje en su habitación, hecha un ovillo, con lágrimas en sus ojos, destrozada. Puede que la noticia del embarazo no le afecte tanto—supongo—, estoy seguro de que nos haremos cargo del bebé.

Si, porque yo también velaré por esa criatura que viene en camino. Y no porque sea mi culpa—que también—, sino porque siento que debo ayudar.

<< ¿Quién eres y que has hecho conmigo? >>

Sin embargo, sé que la noticia sobre el herpes debió caerle como un ladrillo.

Me paso la mano por el cabello por undécima vez. Levanto la cabeza al sentir paso acercándose. La madre de Hadasa viene con un plato, lo deja en la mesa frente al sillón donde estoy sentado, hay dos tazas de café y algunas galletas de chocolate.

Guardamos silencio.

Tengo herpes

Estoy embarazada...

La situación también debe ser fuerte para ella, enterarse de que su hija está embarazada de un bastardo no es fácil. No dudo en que le darán todo su apoyo, ya que no fue su culpa. Cuando lo asimilen la veré emocionada porque será abuela.

—¿Qué estudias, cielo? —rompe el silencio.

Se inclina y toma una taza, me hace una seña para que tome la otra, le da un sorbo a la suya.

—Ingeniería civil—señalo.

Acerco la taza a mis labios y soplo el vapor con cuidado para no quemarme, doy un sorbo.

—Que interesante.

Nos sumimos de nuevo en el silencio, cada uno con sus pensamientos. La realidad es que todo es demasiado difícil. Ahora ellos tendrán un bebé nuevo en la familia, una hija con una enfermedad que no tiene cura y probablemente, las críticas de los que no saben que fue lo que pasó en realidad, tildarán a la evangélica de put...

No le he dicho nada a mi abuela, estará destrozada cuando se entere. Y si, mi relación con ella ha mejorado mucho, de hecho, más de lo que esperaba.

El timbre suena y la madre de Hadasa se levanta a abrir, por mi parte, sigo tratando de no quemarme los labios.

Escucho voces viniendo en una cantidad considerable, se callan al llegar a la sala.

Todos—y cuando digo todos, son todos—, están aquí y me miran como si fuera un bicho raro, hasta que Eylin me ve.

—¡Ethan! —exclama.

Le sonrío. Los demás la miran como otro bicho raro más.

—¿Cómo estas, Ely?

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