Muichiro tendrá un viaje para descubrir quién es, lo que quiere hacer y madurar lejos de casa, se enamorará de Genya, un alfa que le enseñará sobre la vida, lo cruda y bonita que es a la vez, y le quitará la venda de los ojos que lo mantenía cautivo...
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Yuichiro está acostado en el colchón cubierto de sábanas en el suelo, cumplía su función como una cama antigua. Y Sanemi está arriba de él, con sus brazos a cada lado de su cabeza para no aplastarlo con su cuerpo pesado, ambos aún besándose con fulgor.
Solo se separan cuando sus labios duelen y la respiración les falta, jadeando en busca de oxígeno se miran a los ojos con las cejas fruncidas y las mejillas rojas, transpirando.
—¿Quieres que continúe? Llevo muchos años sin tener sexo y me estás tentando bastante, tu olor es muy exquisito —las palabras del albino fueron tan directas que Yuichiro se sonroja más de la cuenta.
—¿Siquiera sabes quién soy yo? —dice el omega con un tono esperanzado.
—Claro que lo sé, carajo —Sanemi gruñe, mirando con el rostro contorsionado al menor— tú eres mi omega.
—No me refería a eso, idiota —la voz se escucha dolida, tratando de empujar fuera de su alcance al mayor.
—Eres arrogante, niño, no me dejas terminar de hablar, te recuerdo que a pesar de no tener un reino en este momento sigo siendo tu superior en todos los sentidos, yo también sería rey en este instante —confiesa malhumorado el mayor, mirando la cara de impresión de su omega, chista por lo bajo y niega tratando de calmarse— no quiero que se me baje por completo la calentura, te pregunto de nuevo, hablaremos después del tema pero por ahora... ¿Quieres que sigamos con lo de antes o no?
