Capítulo 12.

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Dos años. Han pasado dos años desde que Gally y yo dejamos de ocultar lo nuestro. Ya no nos escondemos, ya no hay miradas furtivas o excusas para desaparecer un rato. Todos en el Claro saben que estamos juntos, y aunque al principio algunos murmuraban, ahora es parte de la normalidad.

Caminar por el Claro de la mano ya no se siente extraño. De hecho, me parece raro pensar que hubo un tiempo en el que ni siquiera podía soportar su presencia. Todo ha cambiado, y aunque no todo es perfecto, estar con él se ha vuelto lo más natural del mundo.

—¿Otra vez madrugando? —escuché su voz detrás de mí mientras caminaba hacia la plaza. Sonreí antes de darme la vuelta, ya sabiendo que me iba a encontrar con esa sonrisa traviesa que siempre me desarma.

—Parece que no soy la única —respondí, mirando cómo se acercaba a paso lento, con las manos en los bolsillos.

Gally se plantó frente a mí y, sin decir nada más, me pasó un brazo por la cintura, atrayéndome hacia él. Me besó la frente con esa ternura que solo me mostraba a mí, y suspiré al sentirlo tan cerca.

—Hoy es un día tranquilo, ¿no? —murmuró, mientras me abrazaba más fuerte.

—Por ahora, sí. —Me quedé un momento en silencio, disfrutando de ese pequeño instante de paz. Con él, todo siempre parecía más sencillo.

No muy lejos, algunos de los chicos ya se movían de un lado a otro, ocupados en sus tareas diarias. Aunque la rutina no cambiaba, siempre había algo que hacer en el Claro, pero en esos momentos con Gally, el resto del mundo se desvanecía un poco.

—¿Qué te parece si nos escapamos un rato? —dijo de repente, mirándome con una media sonrisa.

—¿Y qué excusa tienes esta vez? —reí, sabiendo perfectamente a dónde quería ir.

—La de siempre, no tengo excusas —contestó él, encogiéndose de hombros con ese aire despreocupado que siempre me sacaba una sonrisa.

Y así, sin pensarlo mucho, nos fuimos al bosque, nuestro lugar favorito para estar solos. Allí, todo era más sencillo. Podíamos ser nosotros mismos, sin las miradas ni los comentarios de los demás.

Nos sentamos bajo uno de los árboles grandes. El sol ya empezaba a bajar, y el aire fresco de la tarde se sentía bien después de un día caluroso. Gally me rodeó con su brazo y apoyé mi cabeza en su hombro. A veces, ni siquiera necesitábamos hablar. Solo estar juntos era suficiente.

—No me imagino esto sin ti —dijo de repente, su voz baja y seria, algo raro en él. Lo miré, sorprendida, y vi que sus ojos estaban fijos en el cielo, como si estuviera pensando en algo más allá de nosotros. —No sé qué haría si no estuvieras aquí.

No sabía qué decirle. Sentí que mi corazón latía más rápido, y de alguna manera, entendí lo que quería decir. El Claro era un lugar difícil, pero con él a mi lado, todo parecía menos complicado.

—No tienes que imaginarlo —le respondí, entrelazando mis dedos con los suyos. —Estoy aquí, y no voy a ninguna parte.

Sonrió, esa sonrisa que siempre me hacía sentir como si todo estuviera bien en el mundo. 

Gally no dijo nada más. Solo apretó un poco más mi mano, y en ese gesto entendí todo lo que no hacía falta decir. El viento fresco me despeinaba un poco, pero no me importaba. Todo se sentía tan tranquilo en ese momento, que ni siquiera el caos del Claro parecía real.

—¿Te acuerdas de cómo empezó todo? —dije después de un rato, rompiendo el silencio. Mi voz sonaba suave, casi como si no quisiera romper la paz que nos rodeaba.

Él soltó una pequeña risa, bajando la mirada hacia nuestras manos entrelazadas.

—Imposible olvidarlo. Eras un auténtico dolor de cabeza —respondió, pero con ese tono divertido que siempre usaba cuando recordábamos el pasado.

—¿Yo? —Le di un suave golpe en el brazo, haciéndome la indignada. —Si no me equivoco, eras tú el que no paraba de molestarme.

—Bueno, no lo hacía adrede. Tenía que mantenerme entretenido de alguna manera, ¿no? —Se encogió de hombros con una sonrisa pícara.

Rodé los ojos, pero no pude evitar sonreír. En ese momento, parecía difícil creer que alguna vez me había molestado tanto. Ahora, lo único que sentía por él era... diferente. Más fuerte, más profundo.

—Lo que no entiendo es cómo llegamos hasta aquí —dije, mirándolo a los ojos.

—No fue fácil, eso seguro. —Gally me miró con una expresión seria ahora. —Pero creo que eso lo hace más importante, ¿no crees?

Asentí, porque sabía que tenía razón. No había sido un camino sencillo. Las discusiones, las dudas, el miedo a que nos descubrieran. Pero cada momento había valido la pena. Incluso las partes más difíciles nos habían llevado a esto: a estar juntos, sin tener que escondernos más.

Nos quedamos en silencio de nuevo, solo disfrutando de la presencia del otro. Podía sentir cómo su respiración se calmaba al mismo ritmo que la mía. La noche empezaba a caer por completo, y el cielo se teñía de tonos oscuros y profundos.

—Deberíamos volver —dije, aunque sin muchas ganas. Sabía que tarde o temprano alguien notaría nuestra ausencia, pero quería estirar ese momento todo lo que pudiera.

—Sí, supongo que sí —respondió él, pero no hizo ningún movimiento para levantarse. En lugar de eso, se quedó ahí, mirando las estrellas que empezaban a asomarse.

Me acomodé mejor a su lado, sin querer soltar su mano. Gally suspiró y se puso de pie, ofreciéndome una mano para levantarme.

—Vamos —dijo con una pequeña sonrisa—, antes de que se den cuenta de que los dos estamos desaparecidos.

Lo tomé de la mano y comenzamos a caminar de vuelta al Claro. Mientras lo hacíamos, no pude evitar sentir una extraña calma. A pesar de todo lo que habíamos vivido, estábamos aquí. Juntos. Y, por ahora, eso era suficiente.



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Capítulo cortito, pero tenía ganas de subirlo. 

El nuevo verducho (Gally) (The maze runner)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora