Había visto a Thomas subir a la torre a hablar con la Novata, y cuando bajó, su rostro estaba marcado por una mezcla de confusión y determinación. Me enteré por Chuck de que la chica se llamaba Teresa y que, en un giro inesperado, le había entregado una jeringuilla con un líquido azul, algo que nadie había visto antes. ¿Qué mierdas estaba pasando aquí?
La noche cayó sobre el Claro como una manta oscura y pesada, envolviendo todo en un silencio tenso, solo interrumpido por el murmullo de los chicos que aún intentaban digerir los eventos del día.
La enfermería estaba llena de caras conocidas: Newt, Minho, Jeff y, claro, la propia Teresa, que permanecía en un rincón, en silencio, observando con ojos afilados. Alby, que había despertado, yacía en la camilla. Su piel estaba pálida y las venas de su cuerpo se marcaban en negro, como si una oscuridad se arrastrara por su interior. Respiraba con dificultad, y cada gemido suyo nos hacía tensarnos aún más.
—Esto no está bien, tíos —dijo Minho, rompiendo el silencio mientras cruzaba los brazos, incapaz de ocultar la preocupación en su mirada.
—¿Qué hacemos? —preguntó Jeff, la voz tan baja que apenas la oí.
Thomas dio un paso adelante, sacó la jeringuilla y la levantó para que todos la viéramos. Un escalofrío me recorrió la espalda al ver el líquido azul brillar bajo la luz temblorosa de la lámpara.
—Vamos a inyectarle esto —dijo Thomas, con un tono que no dejaba lugar a dudas. Se giró hacia Newt, esperando su aprobación.
—¿Estás loco? —respondió Newt, casi con un susurro cortante—. No sabemos qué es, podría matarlo.
—Newt, míralo —Thomas lo miró con una intensidad que hizo que hasta yo contuviera la respiración—. Alby no va a sobrevivir la noche si seguimos así. Esto... esto es nuestra única opción.
El silencio cayó de nuevo sobre nosotros, roto solo por la respiración entrecortada de Alby y los latidos enloquecidos de mi propio corazón. Después de un momento que se sintió eterno, Newt asintió con la cabeza.
Justo cuando Thomas se inclinaba para inyectar el líquido azul en el brazo de Alby, las manos de este se movieron como un rayo y lo atraparon por la camisa. Sus ojos, que antes parecían apagados, ahora brillaban con una locura que no había visto nunca.
—¡No deberías estar aquí! —rugió Alby, su voz sonando ronca y casi inhumana. Todos dimos un paso atrás, la tensión se podía cortar con un cuchillo. Intenté reaccionar, pero el miedo me mantenía paralizada.
—¡Ayudadme! —gritó Thomas, forcejeando con las manos de Alby que parecían no querer soltarlo. Minho y Jeff se lanzaron sobre Alby para separarlos, pero el tipo tenía una fuerza inhumana. Sin pensarlo dos veces, agarré la jeringuilla de la mano de Thomas y, en un movimiento rápido, se la clavé a Alby en el brazo. Sus músculos se tensaron y luego, como si alguien hubiera apagado un interruptor, se desplomó en la camilla, quedándose completamente inmóvil.
El silencio volvió a reinar, interrumpido por un portazo que nos sobresaltó a todos. Gally apareció en la puerta, sus ojos buscando a Thomas como un halcón que encuentra a su presa.
—Thomas, contigo. Ahora. —Su tono no dejaba espacio a la réplica.
Thomas me miró por un segundo, una mezcla de agradecimiento y culpa en sus ojos, antes de que Gally lo agarrara del brazo y lo arrastrara fuera de la sala.
—Jade, ¿puedes quedarte un momento? —La voz de Teresa, suave pero firme, rompió el silencio. Me giré, viéndola de pie, con la cara inexpresiva y los ojos llenos de algo que no podía descifrar.
—¿Qué pasa? —pregunté, cruzándome de brazos. No tenía ni la más mínima gana de hablar con ella, pero asentí, de todas formas.
—Gally tiene que entender que Thomas es importante. Hay cosas que él no sabe, que nadie aquí sabe. Y si interfiere...
—¿Interferir? —solté una risa seca, sin poder evitarlo—. ¿Perdona? Lleva más tiempo aquí del que puedas imaginar, no vas a venir a decirme qué tiene o no tiene qué hacer. ¿Queda claro, novata?
Teresa frunció el ceño y dio un paso adelante, acortando la distancia entre nosotras. —No lo entiendes, Jade. Esto no se trata de ti ni de mí, ni de tu noviecito, sino de lo que Thomas puede hacer por todos nosotros.
—¿Pero que coño estás diciendo? A mi noviecito ni de coña lo nombres así, porque no tienes ni puta idea —repliqué cruzándome de brazos.
Teresa apretó los labios, como si dudara en soltar lo que tenía en la cabeza. Sus ojos se clavaron en los míos con una mezcla de desafío y algo que parecía... miedo.
—Sé lo suficiente como para saber que ese imbécil no quiere que ninguno logremos salir de aquí.
—¿Imbécil? —La palabra hizo eco en mi cabeza y, antes de darme cuenta, ya había dado un paso adelante, acortando la distancia entre nosotras hasta el punto de que podía sentir su respiración agitada. —¿A quién llamas imbécil, Teresa? —espeté, con un tono que no trataba de disimular mi enojo.
—A quien sea que ponga en peligro lo que estamos intentando lograr —replicó ella, sin amedrentarse. Sus ojos se encendieron con una chispa de desafío que casi me hizo perder el control.
El ambiente estaba cargado, y podía notar cómo nuestras miradas eran como un duelo silencioso. Mis dientes se apretaron, y sentí cómo la rabia hervía en mi interior. De repente, antes de que pudiera hacer algo más que apretar los puños sentí una mano firme en mi brazo. Gally me apartó suavemente y me llevó unos pasos atrás, su expresión seria pero contenida. Me sujetó por la cintura, atrayéndome hacia él para que no me lanzara de nuevo contra Teresa.
—Cálmate, Jade —murmuró en voz baja, su aliento rozando mi oreja.
Me llevó con paso rápido lejos de la enfermería. Caminamos en silencio hasta que llegamos a un rincón apartado del Claro, donde solo el susurro del viento rompía la quietud. Solté un suspiro tembloroso y traté de soltarme de su agarre, pero Gally no me dejó.
—Suéltame —dije, aunque mi voz sonaba menos segura de lo que quería.
Él finalmente aflojó su mano, pero no se apartó. Me miró con esos ojos que lo decían todo, llenos de preocupación, rabia y algo más, algo que solo él y yo compartíamos.
—¿Qué ha sido eso, Jade? —me preguntó, pero no con palabras, sino con esa mirada suya, intensa y profunda.
Me pasé las manos por el pelo, intentando ordenar el torbellino en mi cabeza. Todo lo que había pasado en la enfermería, la jeringuilla, Teresa, la tensión... todo me parecía un nudo imposible de deshacer.
—No soporto la idea de que venga aquí y crea que sabe más que nadie, que nos diga qué hacer —dije, dejando que la frustración saliera en forma de palabras rápidas.
Gally me miró con una media sonrisa que conocía demasiado bien, esa que usaba cuando quería provocarme un poco. —Bueno, no te voy a mentir, es guapa, ¿no? —dijo, arqueando una ceja, con ese brillo de burla en los ojos.
Lo fulminé con la mirada, sintiendo cómo la rabia volvía a subir por mi pecho. —¿En serio? ¿Es este el momento de hacer chistes, Gally?
Antes de que pudiera alejarme, me agarró de la cintura y me atrajo hacia él, haciendo que nuestras respiraciones se mezclaran. Su mirada, que hasta hacía un segundo había sido juguetona, se volvió intensa y seria. —Sabes que a la única que quiero es a ti —susurró, tan cerca de mis labios que sentí el calor de sus palabras.
Por un segundo, mi corazón dejó de latir y luego empezó a bombear más fuerte, como si estuviera tratando de romper mi pecho. Lo miré a los ojos, intentando mantener mi compostura.
—Claro, porque no hay más elección —respondí, con una sonrisa desafiante.
Gally soltó una risa suave, y su mano en mi cintura se tensó un poco más.
—Ni aunque hubiera mil opciones, Jade.
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El nuevo verducho (Gally) (The maze runner)
FanfictionA veces, el amor aparece donde menos de la esperas, incluso en medio del caos. Incluso el corazón más endurecido puede llegar a rendirse ante una sola mirada. (Cabe aclarar que esta historia no va a ser una continuación de la anterior, va a ser una...