Capítulo 19.

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El sol de la tarde caía sobre el Claro, lanzando destellos dorados que iluminaban todo a nuestro alrededor con una calma que casi parecía irreal. Desde temprano, Alby y Minho habían salido al laberinto para investigar las huellas de Ben, dejándonos a todos con el estómago en un nudo. La tensión por saber si volverían bien, se sentía en el ambiente. Yo lo sentía en el ambiente. Pero intentaba concentrarme en mis tareas, aunque sentía el peso de cada segundo que pasaba.

Estaba perdida en mis pensamientos, cargando una pila de herramientas, cuando sentí una mano cálida rodear mi cintura desde atrás. Me giré, sorprendida, y encontré a Gally, sonriéndome con ese brillo en los ojos que me hacía olvidar todo lo demás.

—¿Qué haces? —le pregunté con una sonrisa, sin poder evitar que mi corazón latiera un poco más rápido.

—Buscándote —respondió, acercándose más. Sentí sus manos firmes en mi cintura, y su mirada chispeante me hizo sonreír aún más—. ¿Quieres un descanso?

Lo miré, notando esa expresión traviesa en sus ojos. Asentí lentamente, dejándome llevar por él mientras me guiaba hacia un rincón un poco más apartado, lejos de las miradas de los demás. Mi piel hormigueaba con cada paso que dábamos. 

Nos encontramos en una zona donde los árboles nos ofrecían algo de sombra y privacidad, y antes de que pudiera decir nada, Gally ya estaba acercándose a mí, sus labios rozaron los míos en un beso suave y lleno de ternura. Me aferré a él, dejándome envolver por su calidez, por la forma en que sus manos me sostenían con tanto cuidado.

Lo miré a los ojos, viendo en ellos esa mezcla de deseo y cariño que siempre lograba encender algo dentro de mí. Su aliento cálido acarició mi piel mientras sus manos exploraban mi espalda con lentitud, haciendo que mi piel se erizara. Cada caricia era más profunda, más intensa, y pronto me encontré perdiéndome en él, en su tacto y en la forma en que nuestras respiraciones se entrelazaban.

Nuestros cuerpos se acercaron cada vez más, y sentí cómo el mundo se desvanecía mientras Gally y yo nos fundíamos en ese momento, en un intercambio de susurros y miradas. Me sostuvo con tanta suavidad que sentí como si fuera lo único que importaba para él en ese instante.

Pero en el clímax de nuestra intimidad, un ruido familiar me sacó de esa burbuja. Me giré, sorprendida, y me encontré con Thomas y Newt, ambos parados y mirándonos con expresiones que iban desde la sorpresa hasta la incomodidad. Mis mejillas ardieron al instante.

—Jo-der... —murmuré, escondiéndome contra el pecho de Gally, deseando que la tierra me tragara.

Intenté apartarme, pero Gally me retuvo un segundo, su expresión endureciéndose de inmediato. El brillo cálido que había en sus ojos se apagó, y una sombra de enfado asomó en su rostro.

—¿Qué estáis mirando? —soltó, su voz baja y áspera mientras sus ojos perforaban a Thomas y Newt.

Thomas abrió la boca, balbuceando, y miró a Newt, como buscando una salida de la situación. Newt solo levantó las manos en señal de paz.

—No sabíamos que... estabais... —dijo Newt, mirando a otro lado.

—Pues ahora lo sabéis —replicó Gally, sin dejar de observarlos, su mandíbula apretada—. Así que... fuera.

—Gally... Está oscureciendo... —empezó Newt dando un paso hacia detrás—. Alby y Minho aún no han llegado...

La tensión en el aire se hizo aún más densa con esas palabras. Sentí cómo Gally se tensaba, pero esta vez su enojo se transformaba en algo más oscuro, una preocupación que yo compartía. Sabía lo que significaba: Alby y Minho aún estaban en el laberinto, y la noche estaba cerca.

Mi corazón comenzó a latir con fuerza, y me aparté suavemente de Gally, olvidando por un momento la incomodidad y el enfado. La preocupación empezó a carcomerme; la idea de que Alby y Minho pudieran quedarse atrapados allí no podía salir de mi cabeza.

—¿Qué hacemos ahora? —pregunté en voz baja, mirando a Thomas y Newt.

Thomas intercambió una mirada rápida con Newt, claramente preocupado también.

—Deberíamos ir a la entrada, todos estamos allí esperando —respondió Newt, desviando la mirada hacia las puertas del laberinto que, desde nuestra posición, se alcanzaban a ver.

Gally asintió, su mandíbula todavía apretada, pero sin decir una palabra más. Sin soltar mi mano, empezó a caminar hacia las puertas. Podía sentir su preocupación en el modo en que apretaba mi mano, y por una vez, ambos estábamos completamente de acuerdo, dejando cualquier otro asunto de lado. Llegamos junto a los demás que ya estaban reunidos, todos en silencio, mirando la entrada al laberinto, esperando alguna señal de nuestros compañeros.

El tiempo avanzaba lento, y por cada minuto que pasaba, menos confiaba en la posibilidad de que volvieran. A medida que el sol bajaba en el horizonte, cada minuto parecía una eternidad. Nos habíamos reunido frente a las puertas, observando el oscuro y silencioso laberinto. Las miradas de todos los que estaban a mi alrededor reflejaban lo que sentíamos: nervios, resignación, y un dolor sordo en el pecho que nos decía que esta vez Alby y Minho no volverían.

El eco de nuestras conversaciones apagadas se mezclaba con el sonido del Claro, pero de repente algo nos dejó en completo silencio. A lo lejos, entre las sombras, se movía algo. Me incliné, aguzando la vista, intentando distinguir si realmente era lo que quería creer.

—¿Qué... es eso? —murmuró alguien a mi lado. Creo que era Fritanga, pero no estoy del todo segura.

Y entonces lo vimos claro: eran ellos. Minho y Alby. La figura de Minho avanzaba con esfuerzo, prácticamente arrastrando a Alby a través de las piedras del laberinto. Un coro de murmullos sorprendidos y gritos de ánimo brotó de nuestras gargantas.

—¡Vamos, Minho! ¡Corre! —grité, con la adrenalina bombeando a mil por hora.

Los demás empezaron a hacer lo mismo, gritando su nombre, animándolo a seguir adelante mientras las puertas comenzaban a crujir, anunciando su inminente cierre. La tensión era insoportable. Minho, que no parecía tener ni una gota de energía, apretaba los dientes y seguía arrastrando a Alby, luchando contra el agotamiento.

—¡Minho, corre! —gritó Newt, su voz rompiendo el silencio, y me pareció oír un temblor en sus palabras.

Pero el tiempo estaba en nuestra contra. Las puertas rechinaban cada vez más, cerrándose poco a poco. Minho avanzaba con pasos tambaleantes y frenéticos, hasta que sus piernas no dieron más y cayó de rodillas junto a Alby, que yacía inconsciente en el suelo. Los dos estaban ahí, a escasos metros de la salida.

—¡No, Minho! —susurré en un murmullo ahogado por la desesperación.

Entonces, antes de que alguien pudiera procesarlo, vi una figura moverse a toda velocidad. Thomas. Sin pensarlo, se lanzó hacia el laberinto, corriendo con todas sus fuerzas, ignorando nuestros gritos para que no lo hiciera.

—¡Thomas, no! ¡Para! —gritó Newt, pero Thomas no dudó ni un segundo. Se escabulló entre nosotros y se lanzó hacia las puertas, cruzando el umbral justo antes de que éstas se cerraran con un golpe sordo y final. Ahora, estaba atrapado con Minho y Alby, al otro lado, dentro del laberinto.

El silencio nos golpeó de lleno. Todos nos quedamos allí, quietos, procesando lo que acababa de suceder. Mis manos temblaban, y mi respiración era un desastre mientras mantenía la vista fija en esas enormes puertas cerradas.

—No puede ser... —murmuré, incapaz de creer que Thomas también estaba ahora ahí dentro. Sentí el pelaje de Sia rozando mis piernas, pero no podía bajar la mirada, estaban perdidos. Morirían.

Sentí la mano de Gally en mi hombro, y, cuando giré para mirarlo, su expresión era tan oscura como la mía, su mandíbula apretada y sus ojos brillando de una mezcla de ira y frustración. Pero en lugar de decir algo, simplemente se quedó allí, a mi lado, mirándome con una intensidad que decía más que cualquier palabra.



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Lo siento mucho, últimamente no tengo suficiente tiempo, pero prometo terminar esta historia.

El nuevo verducho (Gally) (The maze runner)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora