Capítulo 2.

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El silencio en el Claro nunca había sido realmente silencio. Siempre había un murmullo de fondo. el viento, el roce de las ramas, los pasos lejanos de otros clarianos... y luego luego estaban los pensamientos, esos que nunca te dejan de atormentar, aunque intentes enterrarlos. Cada día, cada segundo aquí, se sentía como una constante tensión te aplastaba el pecho, una sensación de que algo estaba por explotar. Pero nunca sucedía.

Empecé a caminar, sin saber donde realmente quería llegar, alejándome de la caja, mientras mis ojos seguían a Newt y al novato. Veía como intentaba mostrarse seguro, pero su incomodidad era evidente, se le podía ver desde lejos. Nadie llegaba al Claro sin miedo. Incluso el más fuerte, el más duro, termina desmoronándose tarde o temprano.

"¿Quizás fui demasiado dura", me pregunté en silencio, mientras apretaba los puños. Había algo en la mirada de ese chico que me hacía sentir como si me hubiera pasado de la raya. Pero era necesario. Aquí no podías permitirte ser blando, ni siquiera el primer día. No si quieres sobrevivir.



El sol estaba cayendo, y las sombras del laberinto empezaban a invadir el Claro. El viento soplaba con más fuerza, haciéndome sentir una inquietud más profunda.

No sé por qué me había molestado tanto lo que pasó con el novato. Quizás porque su mirada desafiante me recordó a mí misma cuando llegué aquí, intentando aparentar fortaleza donde no la había. Solo que él no iba a durar mucho si seguía así. Y yo tampoco lo había hecho... por dentro.

Miré de reojo las puertas hacia el laberinto, sus paredes, imponentes y desafiantes en la distancia. Siempre estaban ahí, como un recordatorio de que no teníamos el control sobre nada. Este lugar decidía quien vivía y quién no. Quizás por eso tenía esa necesidad de hacerle entender a ese chico que aquí no había espacio para la debilidad.

Solté un suspiro y me detuve. El murmullo del Claro seguía, pero mis pensamientos estaban demasiado cargados como para escuchar otra cosa. De alguna forma, aquel chico había logrado meterse en mi cabeza. Me da igual lo que le pasara, o al menos, eso quería creer. No había espacio para tonterías sentimentales aquí.

Sentí unos pasos acercándose, y no tuve que girarme para saber quién era. Esa misma sensación de desafío que había mostrado antes, esa arrogancia en su forma de caminar. El novato estaba detrás de mí.

—¿Qué pasa? ¿Ya te has cansado de hacerte la dura? —su voz era áspera y cargada de resentimiento, lo que hizo que se cortara el aire entre nosotros.

Respiré hondo antes de girarme lentamente, encontrándome con esos ojos que, aunque intentaban parecer firmes, delataban su inseguridad. Y además estaba buscando pelea. Y no sabía lo que le esperaba si seguía por ese camino.

—¿Tienes algún problema? —le respondí con calma, pero con un tono gélido.

El novato se acercó más, cerrando la distancia, entre entre nosotros, sus ojos claros se clavaban en los míos, como si estuviera buscando una reacción. La tensión creció entre nosotros, era casi tangible. Podía sentir el calor de su rabia, su frustración, por no entender nada de lo que estaba ocurriendo. Y era normal. Todos habíamos pasado por eso, pero él parecía querer ir más allá, provocar a cualquiera que se cruzara en su camino. Y no me hacía ni puta gracia.

—No te creas tan importante. Solo por llevar aquí más tiempo, no eres mejor que yo —dijo muy serio.

Lo observé en silencio, intentando medir mis palabras. Sabía lo que estaba intentando hacer, lo había visto antes. Estaba buscando alguien a quien culpar de su situación. Y hoy, había decidido que esa persona iba a ser yo.

—Aquí nadie es mejor que nadie —respondí, manteniéndome recta—. Pero si no empiezas a escuchar y dejar de actuar como un imbécil, créeme que no tendré problemas en desterrarte.

El novato frunció el ceño, y, por un segundo, pensé que iba a pegarme. No me habría sorprendido. Pero en lugar de eso, simplemente apretó los puños y dio un paso hacia atrás, sin quitarme los ojos de encima.

Se dio media vuelta, con intención de marcharse. Pero yo no voy a dejar que la cosa se quedara aquí.

—¡Eh! —le grité, lo que hizo que volviera a dar media vuelta y volviera a mirarme.

Empecé a caminar, lentamente, tratando de acercarme a él. Y cuando llegué, me acerqué a él, cortando la distancia que nos separaba.

—Déjate de estupideces conmigo —dije casi susurrando—. Porque, no sé lo que te ha contado Newt de mí, pero lo último que quieres aquí, es tener problemas conmigo pingajo.

Él aún seguía con sus ojos clavados en los míos, manteniendo esa seriedad con la que lo había visto por primera vez.

—Mira, Jade. ¿Era Jade? —respondió tratando de molestarme, con un tono burlón, pero a la vez enfadado—. No sé qué coño es esto, no sé quién coño sois. Así que déjate de gilipolleces.

Después de decir eso simplemente dio media vuelta y se fue, dejando el aire entre nosotros aún más pesado que antes.

Me quedé mirando su espalda mientras se alejaba, todavía con la adrenalina recorriendo mis venas. El viento volvió a soplar con fuerza, haciendo que una ráfaga me despeinara el pelo. Apreté los dientes, intentando alejar a ese chico de mi mente. No podía permitirme dudar, no aquí. Y menos por un novato que apenas sabía en qué se había metido.

Pero por más que lo intentaba, había algo en su mirada que se había quedado conmigo. Era como si, bajo esa fachada desafiante, hubiera un dolor que no quería admitir, un dolor que todos sentimos al llegar aquí. No acordarse de nada, ni siquiera de nuestro propio nombre, al principio, es un dolor enorme. Solté un suspiro y me di la vuelta, acercándome hacía uno de los bordes del Claro, donde pudiera estar sola por un momento. Necesitaba espacio, lejos de todos.

El sonido de los clarianos, gritando, y pasándoselo bien, celebrando la primera noche de aquel novato, retumbaba por todo el Claro. Pero yo no tenía ganas de estar ahí.

—Jade —la voz de Newt me sacó de mis pensamientos. Al girarme, lo vi caminando hacia mí con su andar relajado, aunque noté preocupación en su expresión.

—¿Qué pasa? —pregunté, cruzándome de brazos, intentando parecer indiferente.

—¿Todo bien con el novato? —preguntó sin rodeos, con un tono curioso, pero a la vez tranquilo. Sabía que él había visto nuestra pequeña pelea.

Asentí, aunque no estaba segura de si realmente todo estaba bien—Sí, nada que no pueda manejar —dije, sin dar más detalles.

Newt me miró con esa expresión que siempre tenía cuando sabía que había algo más, pero decidió no presionar—. Bueno, por ahora déjalo en paz. Todos asimilan de forma distinta su llegada aquí.

Me encogí de hombros, queriendo cerrar la conversación—. Lo sé. solo que algunos parecen estar empeñados a empeorar todo.

Newt esbozó una leve sonrisa, como si supiera exactamente a qué me refería—. Dale tiempo. Lo que pasa es que tiene demasiado enfado guardado. No es el primero que llega así, y lo sabes.

Me quedé en silencio, viendo cómo se alejaba, y aunque quería dejar el tema atrás, las palabras de Newt seguían resonando en mi cabeza. "demasiado enfado guardado". Sí, eso es lo que podía entender. Quizás porque yo misma aún tenía algo de esa rabia dentro de mí. Quizás debería cambiar.

Me recosté contra una de las paredes del Claro, con los brazos sobre mi pecho y mirando el cielo, que ya estaba entero teñido de negro. Este lugar no dejaba espacio para nada más que la supervivencia, y quizás por eso, ese chico me resultaba tan molesto. Ver esa lucha en sus ojos me recordaba que, aunque pretendiera ser dura, yo también seguía luchando para mantenerme a flote.

El nuevo verducho (Gally) (The maze runner)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora