Capítulo 21.

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Desperté sintiendo unos roces suaves y cálidos sobre mi cara. Apenas lograba abrir los ojos, cansada del día anterior, y solo quería sumergirme un rato más en el sueño. Me di media vuelta en la hamaca, pero esos toques no se detuvieron. Cada beso era como un leve cosquilleo, demasiado tierno como para ignorarlo del todo.

—Sia... déjame en paz... —dije sin pensar demasiado, con la voz todavía ronca de sueño.

Pero de inmediato escuché una risa baja y familiar.

—¿Ahora soy un perro? —dijo una voz grave.

Abrí un ojo y ahí estaba él: Gally, con una sonrisa traviesa en los labios, tumbado a mi lado, mirándome con esos ojos. Su brazo rodeaba mi cintura, atrayéndome hacia él.

—Buenos días —susurró, su aliento rozó mi piel mientras me daba otro beso, esta vez en la frente, lento y suave. La calidez de su cuerpo a mi lado me envolvía, y era tentador quedarme ahí, olvidarnos del Claro, del laberinto, de todo.

—Podrías haberme dejado dormir un rato más, ¿sabes? —repliqué, aunque no pude evitar sonreír.

—¿Y perderme la cara que pones cuando intentas disimular que te despierto? Ni loco —me respondió, sus labios rozando el borde de mi mejilla.

Apenas estaba asimilando el despertar cuando un grito nos hizo saltar a ambos.

—¡Han vuelto! ¡Minho, Thomas y Alby están de vuelta! —La voz de Chuck rompió la paz de la mañana, y al escuchar el nombre de Alby, me puse alerta.

Gally y yo nos levantamos de un salto, el sueño quedando atrás en un segundo. Nos miramos un instante, compartiendo la misma preocupación, antes de correr hacia la entrada del Claro, donde ya se estaba formando un grupo de chicos. El griterío y el murmullo de preguntas sin respuesta flotaban en el aire. Entre la multitud, vi a Chuck, que parecía emocionado pero también preocupado.

Y ahí estaban ellos. Minho y Thomas avanzaban, sosteniendo el cuerpo de Alby, que parecía estar inconsciente. El silencio cayó de golpe cuando Minho habló.

—Un lacerador lo picó —dijo, su voz cansada pero firme, y de inmediato un escalofrío recorrió a todos los presentes.

Vi cómo los mediqueros corrían para llevarse a Alby a la sala de medicina. Todo era caos, susurros y preguntas lanzadas al aire, pero entonces Minho volvió a hablar, su tono tan intenso que capturó nuestra atención.

Minho y Thomas aún seguían de rodillas, en el suelo. Estaban cansados. En un instante todo se volvió en silencio, y noté en la cara de Minho... ¿miedo? Pero ese silencio se cortó de inmediato.

—Thomas... ¿los has visto? —La voz de Chuck rompió el ambiente tenso—. ¿Has visto un lacerador?

—Si... —contestó Thomas, aunque casi se distinguió su voz.

Minho, que aún respiraba con dificultad, levantó la cabeza y, después de una pausa que pareció interminable, completó la respuesta.

—No solo lo ha visto... —hizo una pausa, tomando aire profundamente—. Lo ha matado.

Sentí un escalofrío recorrerme la espalda. Abrí los ojos como platos al procesar lo que acababa de decir, y cuando levanté la mirada, me encontré con la de Minho, que me devolvía una expresión cargada de incredulidad y orgullo, asintiendo con la cabeza, como para confirmar lo que acabábamos de escuchar.

—¿Qué? —susurró Chuck, como si quisiera cerciorarse de que todo esto no era una locura inventada—. ¿Lo mataste? ¿En serio?

—Sí... tíos. —Minho dejó escapar una sonrisa extenuada y miró a Thomas, dándole una palmada en el hombro—. Este novato... ha hecho algo que ni en sueños pensamos que se podía hacer.

El nuevo verducho (Gally) (The maze runner)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora