Un ladrido agudo rompió el silencio de la madrugada, sacándome de golpe del sueño. Sia. Mi cuerpo reaccionó antes que mi mente, incorporándome rápidamente en la cama. Sabía que algo estaba mal, el tono desesperado de sus ladridos no era normal.
—Sia, ¿qué pasa? —murmuré aún aturdida, pero no recibí respuesta.
Al abrir los ojos, me di cuenta de que la pequeña no estaba debajo de mi hamaca como de costumbre. La confusión se transformó en preocupación. Me puse de pie en un segundo, sintiendo el corazón latir con fuerza en mi pecho. Salí de mi hamaca a toda prisa, y vi cómo Sia corría como loca, directa hacia las puertas del Laberinto.
—¡Sia, no! —grité, mi voz quebrándose mientras la veía acercarse más y más a esas puertas.
El sonido de los ladridos de Sia se mezclaba con el eco de mis pasos apresurados. Los clarianos comenzaban a despertarse también, algunos ya se asomaban, preguntándose qué estaba pasando. Pero yo no podía pensar en ellos, no podía pensar en nada más que en mi perrita, que se escabullía hacia un lugar del que probablemente no regresaría.
Las puertas del Laberinto estaban a punto de cerrarse, el chirrido de las bisagras era lo único que podía escuchar por encima de mis propios latidos. Corrí con todas mis fuerzas, sintiendo el aire frío golpear mi rostro, pero justo cuando iba a dar el paso para cruzar...
Un brazo fuerte me rodeó la cintura, deteniéndome en seco. Gally.
—¡Déjame! —grité, forcejeando con todas mis fuerzas, tratando de soltarme. —¡Tengo que ir por ella!
—No puedes entrar —murmuró con voz grave, manteniéndome firme contra él. Pude sentir su respiración en mi cuello, pero no me importaba. Todo lo que sentía era el dolor de ver cómo las puertas se cerraban frente a mí, dejando a Sia adentro.
—¡Sia! —grité desesperada, sin importarme quién me escuchara. Las lágrimas comenzaron a nublar mi vista, y ya no me importaba. Estaba rota.
Mis piernas perdieron fuerza, y Gally tuvo que sostenerme mientras me desmoronaba, hundiendo el rostro en mis manos. Vi la sombre de Sia perdiéndose entre aquellos enormes muros.
Sentí una mano en mi hombro, suave, y al girarme, vi a Alby con una expresión seria pero compasiva.
—Tranquila, Jade. Los corredores la encontrarán —dijo, con voz firme pero calmada. —Minho, Ben, los demás... ellos la buscarán. Va a estar bien.
Newt apareció también, poniéndose de cuclillas frente a mí.
—La encontrarán, Jade. Lo prometo —me dijo en un tono bajo, como si temiera que cualquier palabra más fuerte pudiera hacerme llorar más.
—¿Y si no la encuentran? —logré decir entre sollozos, incapaz de levantar la mirada.
—Lo harán —respondió Newt con esa seguridad que siempre tenía. —Tienes que confiar en ellos.
Pero esas palabras no podían consolarme. El dolor en mi pecho era insoportable.
Los minutos pasaban, y todo el Claro parecía estar en pausa. Mis sollozos habían disminuido, pero el vacío en mi pecho seguía igual. Gally aún no me soltaba del todo, aunque ya no necesitaba que me sostuviera.
—Jade —su voz rompió el silencio, llamándome suavemente.
Me giré hacia él, sintiendo las lágrimas secas en mis mejillas. No supe qué responder. Gally me miraba, su ceño fruncido, con una mezcla de incomodidad y preocupación que no solía mostrar.
—Todo va a estar bien —repitió, con un tono más bajo esta vez, como si no supiera exactamente qué decir.
Asentí, sin estar del todo convencida. Sabía que Minho y los corredores eran buenos en su trabajo, pero el Laberinto era impredecible. Y Sia... ella era solo una perrita. ¿Cómo iba a sobrevivir ahí dentro?
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El nuevo verducho (Gally) (The maze runner)
FanficA veces, el amor aparece donde menos de la esperas, incluso en medio del caos. Incluso el corazón más endurecido puede llegar a rendirse ante una sola mirada. (Cabe aclarar que esta historia no va a ser una continuación de la anterior, va a ser una...