Capítulo 26.

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A la mañana siguiente, el ambiente en el Claro era tenso y cargado. Gally había tomado el control, y se respiraba un aire de autoridad y miedo. Los murmullos se extendían como un rumor incesante entre los clarianos que observaban cómo la situación se volvía más y más inestable. Teresa y Thomas habían sido metidos en el hoyo, y aunque los chicos sabían que el destierro era lo que se avecinaba, nadie decía nada en voz alta.

Me acerqué a Gally, que supervisaba las tareas del Claro con una mirada dura y los brazos cruzados. Sabía que no le iba a gustar lo que iba a decir, pero no podía quedarme callada.

—Gally, escucha —le dije en un tono que intentaba sonar razonable—. Quizás se hayan equivocado, pero si encontraron esa salida... tal vez haya una oportunidad para todos nosotros. No podemos ignorar eso.

Sus ojos se suavizaron por un momento al mirarme, pero luego volvió a endurecer la expresión. —Jade, no se trata solo de encontrar una salida. No puedo arriesgarme a que todos mueran por una corazonada de Thomas. No ahora.

Suspiré, frustrada. Sabía que Gally estaba actuando por miedo y rabia, pero también sentía que nos estábamos perdiendo en esa espiral de desconfianza.

La mañana se deslizó en un parpadeo, y la tarde llegó sin que nadie pudiera detener lo que estaba pasando. Cuando el sol empezaba a bajar, la multitud se reunió alrededor del área frente a las puertas del laberinto. Teresa estaba atada a un palo, con la mirada desafiante a pesar de su situación, y Thomas yacía en el suelo, todavía inconsciente desde la noche anterior. Los murmullos y susurros eran un zumbido constante a nuestro alrededor, mientras todos los clarianos observaban la escena, algunos con miedo, otros con una expectativa sombría.

—Esto no está bien —susurré, más para mí misma que para nadie en particular.

La mañana pasó tan rápido que ni siquiera me di cuenta de que estaba apunto de anochecer, y por lo tanto estaban apunto de ser desterrado Teresa y Thomas. Cuando quise darme cuenta, todos, estábamos reunidos frente a las enormes puertas del laberinto, bajo un cielo que empezaba a teñirse de un tono naranja. El ambiente estaba tan cargado de tensión que sentía que podía cortarse con un cuchillo.

Teresa, atada a un palo con las muñecas enrojecidas, mantenía la cabeza en alto y sus ojos eran desafiantes, lanzando unos destellos de furia. Thomas seguía inconsciente en el suelo. Nadie se movía, nadie decía nada. Y eso eso era lo que más terror me daba. el silencio era tan intenso que un leve crujido de hojas hizo que me sobresaltara por un segundo, como si se tratara de un trueno.

Gally, mi Gally, avanzó hacia el centro. Su mandíbula estaba tensa y sus puños apretados, pero sus ojos... sus ojos estaban llenos de una mezcla de determinación de algo más oscuro que hizo que se me pusieran los pelos de punta. Me miró, y por un segundo, pensé en el chico que yo había conocido, el que me hacía reír y me susurraba cosas cuando nadie escuchaba. Pero en ese momento, parecía otro, parecía que no era él, estaba tan perdido en ese miedo y rabia que se dejaba ver a si mismo la realidad.

Empezó a hablar, pero yo no podía escuchar nada. Mi cabeza no me dejaba. Vi la mirada de Teresa, que estaba fijada en Thomas, y luego se centró en nosotros, en mí. Y aunque no me caía nada bien, sentí remordimiento. Aún podías hacer algo por ellos. Pero no me atrevía.

—Gally... —intenté decir algo, pero él me cortó con una mirada rápida, una que decía No, ahora no, Jade.

Sentí un nudo en el estómago y una mezcla de preocupación y frustración. Sabía que estaba haciendo esto para protegernos, para protegerme, pero todo estaba yendo demasiado lejos. Y en el fondo, temía que ese Gally al que había amado desde el principio estuviera desapareciendo, reemplazado por alguien que yo no conocía.

La tensión en el Claro estalló en segundos. Dos Clarianos se movieron para levantar a Thomas y meterlo dentro del laberinto, pero en un parpadeo, el abrió los ojos. Su mirada era fría y decidida. Antes de que pudiera reaccionar, uno de los Clariano, se llevó un puñetazo al rostro, cayendo al suelo. Thomas se le quitó el palo que sostenía, empuñándolo como un arma.

El caos se desató. Gally se tensó y dio un paso hacia delante, preparado para intervenir, pero antes de que pudiera moverse, Minho apareció y le puso una mano en el pecho, frenándolo.

—Ni se te ocurra, Gally —gruñó, sus ojos eran oscuros y serios, y se clavaron en él como una advertencia.

Gally lo miró, sorprendido por un momento, pero la furia seguía en sus ojos. Todo estaba pasando tan rápido que no me daba tiempo a procesar lo que estaba pasando.

Newt y Thomas se movieron con rapidez, desatando a Teresa mientras ella mantenía su mirada fija en Gally, retadora, como si quisiera dejar claro que no iba a ceder. En segundos, los tres estaban frente a las puertas del Laberinto, junto a Minho y Chuck, que corrió para unirse al grupo.

—Nos vamos —dijo Thomas, su voz era firme y clara. Miró a la multitud, buscando entre las caras familiares—. No podemos quedarnos atrapados aquí para siempre siempre. Si alguien más quiere venir, ahora es el momento.

El silencio cayó como un manto sobre nosotros, sentí la mirada de Gally recubrirme, como si tuviera miedo de que lo dejara y me fuera con ellos. Pero aunque tuviera muchísimas ganas de hacerlo, no quería dejarlo, no podía.

Algunos Clarianos intercambiaban miradas nerviosas, sin saber qué hacer. Pero algunos cedieron y dieron un paso delante uniéndose a ellos.

Los chicos se habían ido, cruzaron aquella línea, adentrándose a los desconocidos, mientras los demás miraban. Sentí una mezcla de adrenalina y ansiedad al ver como se alejaban

Gally permaneció en silencio a mi lado, y noté en sus ojos oscurecido como todo lo que estaba pasando, le consumía. Me acerqué a él, tocando su brazo con suavidad, obligándolo a que me mirara. Había algo en su expresión, que hacía que mi corazón se encogiera.

—Gally, no podemos quedarnos aquí —susurré, mi voz temblaba, pero aún así era firme—. No podemos dejar que ellos lo arriesguen todo mientras nosotros nos quedamos paralizados por el miedo.

Él aparto la mirada, tragando saliva con dificultad. Por un momento, pensé que ibas a rechazarme, y seguiría aferrado a esa seguridad falsa que creía protegernos.

—No es tan fácil, Jade —dijo al fin, su voz ronca y rota—. No puedo perderte. No puedo perderlos a todos.

Apreté su mano, entrelazando mis dedos con los suyos. La naturaleza de su piel, acostumbrada al trabajo, me recordó por qué lo amaba tanto.

—Si nos quedamos aquí, ya nos habremos perdido —le respondí, buscando sus ojos.

Gally me miró, y un gesto inesperado, acercó su frente a la mía, dejando que nuestras respiraciones se mezclaran.

—Si esto sale mal... —empezó, pero lo callé con un leve roce de mis labios contra los suyos.

—No va a salir mal, Gally. Juntos podemos hacerlo —murmuré contra él, sintiendo como su resistencia se desmoronaba poco a poco. Y finalmente, asistió.

Sin esperar más, tomamos nuestras linternas y provisiones y corrimos hacia las puertas del laberinto antes de que se cerraran. Las sombras no se envolvieron y el frío aire del laberinto se colocó en mi piel, haciéndome estremecer. Pero el calor de la mano de Gally apretando la mía, me mantuvo firme.

En laberinto estaba vivo, sus padres crujían a nuestros alrededor, pero no me importaba. Estábamos juntos juntos, y teníamos que encontrar a los demás chicos. Y esto ya no era solo una idea, era nuestra única opción, nuestro grito de libertad.

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⏰ Última actualización: 14 hours ago ⏰

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El nuevo verducho (Gally) (The maze runner)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora