Capítulo 23.

35 9 0
                                    

Me quedé mirando a Minho mientras él se estiraba, preparándose para lo que venía. La idea de volver al laberinto, sobre todo después de lo que pasó con Alby, no era algo que me hiciera gracia.

—¿Estás seguro de esto, Minho? —le pregunté, cruzándome de brazos. Notaba la tensión en mis hombros, y no me gustaba la sensación.

Minho soltó una risa corta, medio sarcástica. —¿Y cuándo hemos estado seguros de algo en este sitio, Jade? Necesitamos respuestas, y Thomas dice que el lacerador que mató podría tener algo que nos sirva. Si hay una mínima posibilidad de que nos ayude a entender este maldito lugar, la voy a tomar.

Lo miré fijamente, sintiendo un nudo en la garganta. —Ten cuidado, ¿vale? —dije, tratando de mantener la voz firme.

—Tranquila, no pienso hacerme el héroe. Eso se lo dejo a Thomas —respondió, dándome un guiño antes de girarse y desaparecer en dirección al área de preparación.

Suspiré y empecé a caminar por el centro del Claro. El aire estaba cargado de tensión, y aunque todo el mundo trataba de seguir con sus tareas, se notaba el nerviosismo. De repente, vi a Chuck acercarse corriendo, con su típica sonrisa inocente que, por un momento, me hizo sentir algo de normalidad en ese caos.

—¡Jade! —dijo, parándose en seco, intentando recuperar el aliento—. ¿Has oído lo de Minho y Thomas? Vuelven a salir, ¿verdad?

Asentí, intentando no mostrar preocupación. —Sí, Chuck. Estos dos no saben quedarse quietos. ¿Tú qué tal? —le pregunté, cambiando de tema para que dejara de mirarme con esos ojos preocupados.

—Bueno... he estado ayudando a Fritanga a organizar el almacén. Dice que soy más torpe que un grillo borracho, pero al menos me deja ayudar —respondió riéndose.

Solté una carcajada, sin poder evitarlo. —Fritanga es un caso. Seguro que lo estás haciendo bien.

Justo entonces, mi atención se desvió al notar una figura conocida. Zart, un chico alto y de pelo rubio, se acercaba con las manos en los bolsillos y una expresión relajada.

—Hey, Jade. ¿Qué tal la mañana? —dijo con un tono casual, aunque sus ojos mostraban un brillo curioso.

—Podría ser mejor —respondí, encogiéndome de hombros—. Las cosas están más raras que nunca.

Zart se acercó un poco más, su expresión se volvió seria por un momento. —Sí, lo sé. Pero, oye, seguro que Minho y Thomas consiguen algo. Al menos nos dan un poco de esperanza, ¿no?

Miré a Zart y por un instante, sentí que tenía razón. Pero algo en mi interior no terminaba de calmarse.

La tarde pasó en un abrir y cerrar de ojos, y antes de que me diera cuenta, los corredores volvieron al Claro. Minho y Thomas aparecieron por la entrada con las camisetas empapadas de sudor y la respiración agitada, pero había algo en sus caras, una mezcla de emoción y tensión, que me hizo fruncir el ceño. Sin perder tiempo, Minho hizo un gesto a Newt y Gally para que se acercaran, y los cuatro se dirigieron a la sala del consejo, hablando en voz baja y rápida.

Yo me quedé mirando cómo desaparecían tras las puertas, la curiosidad ardiendo en mi pecho. Pero antes de seguirlos, sentí una punzada de preocupación al recordar a Alby. Sin pensarlo dos veces, me giré y caminé hacia la sala de enfermería. El silencio en la habitación era abrumador, roto solo por la respiración pausada de Alby, que seguía inmóvil en la cama. Su piel seguía perlada de sudor.

Me senté a su lado, apoyando la cabeza en la pared mientras el cansancio del día me alcanzaba. No había señales de que despertara, pero aun así, le hablé en voz baja, como si pudiera oírme.

El nuevo verducho (Gally) (The maze runner)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora