Capítulo 17.

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La primera luz de la mañana apenas empezaba a iluminar el Claro cuando decidí salir de la cabaña. Había dormido poco y mal, con pensamientos que no paraban de dar vueltas en mi cabeza. Las palabras de Gally de la noche anterior seguían resonando en mi mente, y aunque había sentido su sinceridad, algo en mí no lograba descansar del todo.

Me acerqué a la pequeña corriente de agua que cruzaba el Claro y me lavé el rostro, esperando que el frío me despejara. El Claro estaba en completo silencio; todos dormían, y ese instante de soledad era como una bocanada de aire fresco. Justo entonces, escuché unos pasos detrás de mí.

Me giré rápidamente, alertada, para encontrarme con Thomas, el novato, que avanzaba con paso torpe y mirada perdida, como si estuviera tan fuera de lugar como me sentía yo. Me observó un segundo, como evaluando si decir algo o no. 

—Perdona, no quería asustarte.

Lo miré sin decir nada, todavía un poco molesta por la discusión con Gally. Sabía que no era culpa de Thomas, pero la situación no dejaba de ser incómoda.

—No te preocupes —respondí, intentando sonar neutral.

Thomas pareció dudar, y luego dio un paso más hacia mí, como si necesitara mi ayuda para encontrar algo de sentido en ese lugar.

—¿Cómo... cómo soportas estar aquí? —preguntó en voz baja, sus ojos estaban fijos en el horizonte, en ese punto donde el laberinto comenzaba a despertar.

La pregunta me tomó por sorpresa. Nadie hablaba así aquí. Era como si todos intentáramos convencernos de que lo que hacíamos era normal, de que vivir atrapados era una rutina más. Y, sin embargo, su pregunta, tan directa y honesta, me hizo pensar en cosas que había intentado evitar desde hacía mucho.

—No lo sé —admití, casi en un susurro—. Simplemente... sobrevivo.

Nos quedamos en silencio, observando el laberinto. Por un segundo, me pareció que él también tenía esa misma chispa en los ojos, esa pequeña llama que aún quería creer en algo más.

Thomas y yo seguimos allí en silencio, cada uno perdido en sus pensamientos. El laberinto parecía aún más imponente a la distancia, sus muros oscuros e interminables proyectaban una sombra sobre nosotros. Justo cuando sentí que el silencio empezaba a volverse pesado, algo suave y familiar rozó mis piernas.

—Sia... —murmuré, mirando hacia abajo.

Allí estaba, con sus enormes ojos brillantes mirándome, como si pudiera sentir la tensión en el ambiente y quisiera aliviarla. Me agaché para acariciarla, pasando mis dedos por su pelaje suave. Su presencia, tan despreocupada, me hizo sonreír, y por un instante olvidé mis preocupaciones.

Thomas, que había observado a Sia con curiosidad, se agachó también, extendiendo la mano hacia ella. Pero Sia, siempre desconfiada con los novatos, lo miró un momento y se acercó aún más a mí, escondiéndose un poco tras mis piernas.

—Parece que no le caigo muy bien —comentó Thomas con una sonrisa nerviosa.

—Dale tiempo —respondí—. Es un poco desconfiada al principio, pero luego no se te despega. Venga, Verducho, hay que trabajar.

Thomas se quedó mirando a Sia una última vez antes de ponerse de pie y sacudirse el polvo de las manos. Justo entonces, Newt se acercó con su paso tranquilo, asintiendo hacia Thomas.

—Vamos, novato. Es hora de que aprendas en serio cómo va todo aquí.

Thomas miró a Newt y luego a mí, como si quisiera decir algo, pero al final se limitó a asentir y a seguirlo, lanzándome una mirada de despedida. Me encogí de hombros, observando cómo se alejaba hasta perderse entre los árboles que rodeaban el Claro.

El nuevo verducho (Gally) (The maze runner)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora