Capítulo 8.

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Sentía la presión en el pecho, y sin poder evitarlo, las lágrimas empezaron a deslizarse por mis mejillas.

Me limpié la cara con el dorso de la mano, tratando de calmarme, pero no sirvió de nada. Cada vez que pensaba en Gally, en cómo me había ignorado, algo se rompía dentro de mí, pero también sentí como poco a poco esa tristeza se convertía en ira. 

Escuché pasos acercándose y rápidamente intenté secarme las lágrimas, pero era demasiado tarde.

—¿Jade? —La voz de Minho me sorprendió.

No quería que nadie me viera así, mucho menos Minho.

—¿Qué pasa? —preguntó, acercándose con una preocupación que se le notaba en los ojos. Se sentó junto a mí sin esperar respuesta, como si supiera que necesitaba compañía más que nada.

Me mordí el labio, sin saber si debería contarle lo que había sucedido, pero su presencia me hacía sentir un poco mejor.

—Nada, solo... —suspiré, pero al ver su mirada insistente, supe que no me iba a dejar salir de esta sin hablar—. Gally... —comencé, sintiendo que las lágrimas querían volver.

Minho frunció el ceño al escuchar su nombre.

—¿Qué te hizo ese idiota? —dijo, su tono se volvió protector, lo que me arrancó una pequeña sonrisa a pesar de todo.

—Anoche... anoche pasó algo entre nosotros —le confesé, bajando la mirada—. Nos... ya sabes.

Minho abrió los ojos sorprendido, pero no dijo nada al principio, dándome espacio para continuar.

—Y esta mañana... —tomé aire, sintiendo cómo las lágrimas volvían—. Esta mañana me ha ignorado, como si nada hubiera pasado.

Minho dejó escapar un suspiro largo, como si estuviera evaluando la situación.

—¿En serio? ¿Después de lo que pasó? —dijo, sacudiendo la cabeza—. Qué imbécil.

—Lo sé, lo sé... —murmuré, abrazando mis piernas—. No sé qué estaba esperando, pero no esto. No lo entiendo.

Minho se quedó callado por un momento, claramente buscando las palabras adecuadas.

—Mira, Jade... —comenzó, su voz más suave de lo habitual—. A veces los tíos pueden ser unos auténticos gilipollas, sobre todo cuando se trata de cosas como estas. Gally no es precisamente el tipo más fácil, ya sabes.

Asentí, entendiendo lo que decía, pero eso no hacía que doliera menos.

—¿Y ahora qué? —le pregunté, sin saber qué hacer a continuación.

Minho me puso una mano en el hombro, dándome un apretón reconfortante.

—No te dejes hundir por esto. No merece que estés así. Si te ha ignorado, es su problema. No el tuyo. Y si él no tiene los huevos para enfrentar lo que pasó, entonces no es alguien con quien gastar tu tiempo.

Sus palabras, aunque fueron duras, me hicieron sentir un poco mejor. Minho siempre había sido directo, y en este momento, eso era justo lo que necesitaba escuchar.

—Gracias, Minho... —murmuré, agradecida de que estuviera allí para mí.

Él asintió y me dio un pequeño empujón en el hombro.

—No te preocupes, estaré aquí cuando necesites hablar. Pero por ahora, levántate y sigue adelante. No dejes que un gilipollas te haga sentir menos de lo que eres.

Después de hablar con Minho, la tristeza lentamente se convirtió en un enfado silencioso. ¿Cómo podía haber sido tan tonta? Había dejado que Gally se acercara, le había permitido entrar en su vida de una manera en la que no había permitido a nadie más, y él la había ignorado, como si no significara nada. Esa rabia latía dentro de mí con cada paso que daba hacia el almacén.

El nuevo verducho (Gally) (The maze runner)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora