TAEMIN
—Sabes, acabar en el despacho de la decano antes de que empiece mi primer día de clase no es un buen augurio para mi futuro aquí —dije, hurgando en el dobladillo deshilachado de mis jeans, que contrastaban directamente con el opulento sillón en el que estaba recostado. Todo en el despacho gritaba extravagancia, desde el papel pintado de diseño y los marcos de madera dorada vintage hasta el escritorio ejecutivo salpicado de hoja de oro auténtico.
Me sentía como si debiera llevar un uniforme escolar almidonado,carajo.
La decana Lee estaba sentada en el borde del escritorio, inmaculadamente vestida con una falda lápiz de cintura alta y una chaqueta, con el cabello castaño bien recogido hacia atrás. Ser la decana más joven en la historia de la Universidad de Yonsei significaba que no sólo tenía que vestirse para que la tomaran en serio, sino que también tenía que mostrar un comportamiento profesional y duro.
Por experiencia propia, sabía que tenía bien fruncido el ceño. Aunque en ese momento una suave sonrisa se dibujó ensus labios.
—No es un delito querer asegurarme de que mi único hijo se está instalando bien —dijo—. Sobre todo, porque quería mudarse y dejar a su pobre madre sola en una casa grande.
—En primer lugar, no estás sola; papá está ahí. Y segundo, ¿de verdad crees que empezar la universidad viviendo aún en casa de mis padres es una buena idea? ¿Especialmente cuando uno de esos padres dirige Yonsei? —Negué—. Sería una burla total.
—Nunca dejaría que eso pasara, TaeMin.
—Exacto, por eso necesitas darme algo de espacio. Ya será bastante difícil hacer amigos sin que piensen que voy a volver corriendo con mi madre.
—¿Dejarte mudar a un dormitorio no es darte suficiente espacio? —Una mirada dolida cruzó su rostro.
—Dejándome mudarme a un dormitorio que tú elegiste.
—¿Qué tiene de malo? Pensé que te gustaría el espacio.
—Mamá, ¿cuántos estudiantes de primer año tienen su propio dormitorio privado? ¿Por no hablar del más grande?
—¿Así que prefieres estar en un dormitorio del tamaño de un closet?
—Depende. ¿También vienen con seguridad armada en el vestíbulo y toque de queda entre semana?
—Es por tu propia seguridad.
—¿En serio? ¿Un toque de queda a las diez me va a mantener a salvo?
Un gemido de exasperación salió de su garganta. —Ace, por favor, no empieces otra vez...
—Pero, ¿y si quiero ver una película tarde? ¿O si se estropea el tren y no llego a tiempo? ¿Me castigan por eso?
—Puedes salir el fin de semana.
—¿Y si hay una función especial en el cine de El club de la pelea que sólo se proyecta un martes?
Me miró fijamente como si se preguntara si realmente necesitábamos tener esta conversación por décima vez. —Estás aquí para concentrarte en tus estudios, no para romper el toque de queda. Fin de la discusión.
Se hizo un gran silencio y me mordí la lengua para no discutir más. Había esperado más libertad en mi experiencia universitaria, pero debería haberlo sabido. Nunca me había planteado ir a otro sitio que no fuera Yonsei, pero quizá ese había sido mi error.
Cuando quedó claro que yo no iba a ser el primero en hablar, mamá se aclaró la garganta.
—¿Tú...? —Hizo una pausa, considerando sus palabras—. ¿Preferirías cambiarte a un dormitorio de primer año? No hay habitaciones privadas, así que tendrás que compartir con un compañero o dos, pero...