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MINHO

Taehyung me arrastró hasta el interior del confesionario, uno de mis lugares favoritos en mis visitas a la iglesia. Ya no podía ver Taehyung, pero notaba su mano en mi nuca mientras me acercaba para besarme. Cualquier otra noche habría agradecido este pequeño interludio, pero hacía rato que había dejado a TaeMin en el bar. Sin duda, alguno de mis amigos se había unido a él para tomar algo si lo veían solo, así que no me preocupaba que TaeMin encontrara una chica con la que pasar el tiempo. Y quizá me había ido lo suficiente como para que preguntara por mí. Si aún sentía algo de la conexión que hubo entre nosotros en la fiesta, entonces tal vez un poco de celos serviría para algo.

Así que por desgracia para Taehyung, esto no iba a suceder esta noche.

Empujé contra su pecho mientras me inclinaba hacia atrás.

—¿Te haces el difícil? —dijo.

—Sí, pero no contigo. —Encontré el pestillo de la puerta y la abrí de golpe—. Tal vez en otra ocasión.

Taehyug dejó escapar un gemido cuando le besé la mejilla, y entonces salí del confesionario, dejándolo adentro. El hombre era una gran pareja de baile, pero mi polla no estaba interesada. No con TaeMin a sólo unos metros de distancia.

Me dirigí al lado del bar donde lo había dejado...

Pero TaeMin no estaba allí.

Frunciendo el ceño, escudriño el bar, la pista de baile, las cabinas. En ninguna parte.

Tal vez había ido al baño.

Había empezado a caminar en esa dirección cuando una mano se posó en mi hombro.

—Se fue —dijo Taeyong cuando me giré hacia él.

—¿Qué?

—TaeMin. Lo vi salir...

—¿Cuándo?

—Ahora mismo.

—¿Por qué demonios no lo detuviste?

No es que necesitara decirme por qué. La razón estaba justo detrás de él, con un dedo metido en el cinturón de los pantalones de Taeyong: su novio, Ten.

Intentó explicarse de todos modos.

—Lo siento, estábamos ocupados con...

Levanté una mano y maldije. ¿Por qué demonios se había ido TaeMin?

—Probablemente aún puedas atraparlo —dijo Taeyong.

Salí corriendo por la puerta en la húmeda noche hacia la fachada del edificio. La limusina que habíamos usado estaba aparcada, pero si TaeMin había abandonado el bar, no le importaría abandonar también la limusina.

A estas alturas de la noche, las aceras no estaban abarrotadas, sobre todo en este tramo de avenida, y al instante encontré su esbelto cuerpo a una manzana de distancia. Salí corriendo, no dejando que TaeMin se fuera sin una explicación.

—TaeMin —grité cuando estaba a varios metros de distancia.

Su cabeza giró hacia mí y se detuvo.

—¿Te vas sin despedirte? —Intenté mantener un tono ligero, pero no pude evitar que se colara una pizca de fastidio.

—Desapareciste. Supuse que no te importaría.

Estaba enojado. El borde amargo de sus palabras me lo dijo, y si no lo hubieran hecho, el fuego en sus ojos lo habría hecho.

—Sabías dónde estaba. Podrías haber venido y unirte.

EL PRÍNCIPE DE GANGNAM-GUDonde viven las historias. Descúbrelo ahora