3

113 25 0
                                    

MINHO

DURANTE EL DESCANSO entre clases, ocupé un lugar en un sofá de una de las muchas salas de estar del campus, con los pies apoyados en la silla que tenía delante. JongHyun estaba sentado al otro lado del sofá, consultando su teléfono y levantando la vista de vez en cuando para mirar con el ceño fruncido a cualquiera que se acercara demasiado.

—¿Quién necesita un guardaespaldas contigo por aquí? —Dije, abriendo una bolsa de patatas fritas de la cafetería.

JongHyun me fulminó con la mirada. —¿Qué?

—Tú. Señor Encantador. ¿Hay alguna razón por la que estés más gruñón que de costumbre?

—Sí.

—¿Te importaría explicarlo?

Se acercó, tomó unas patatas y se metió una en la boca. —No.

Me encogí de hombros, rebusqué en la bolsa y asentí. —Me parece bien.

Desde donde estaba sentado, era una posición privilegiada para observar a la gente, aunque sólo buscaba a una persona. Aún no había visto pasar al hijo de la decano, pero no tardaría en pasar desapercibido. Una de las ventajas de estar en la cima de la estratosfera social en Yonsei era poder conseguir lo que quisieras, cuando quisieras. Chicos, información, servicio de entrega en medio de la clase, lo que sea. Siempre había alguien que se moría por estar a tu favor, y el afortunado estudiante de segundo curso de hoy corría hacia mí ahora, con su bolsa abarrotada en los brazos en lugar de a la espalda.

Se quedó sin aliento cuando se detuvo a unos metros, lo bastante listo como para darse cuenta de que entrar en nuestro espacio personal era una mala idea.

—Tengo las... cosas que querías —dijo, con los ojos desviados entre JongHyun y yo, que apenas le dirigió una mirada superficial.

—Bien. —Bajé los pies de la silla y me incliné hacia delante. El chico fue a sentarse en el lugar que mis pies habían dejado libre, y yo negué con la cabeza—. Ahí no.

—Ah, claro. —Echó un vistazo a las otras opciones y ocupó el sitio al otro lado de la mesa, dejando caer su bolsa al suelo junto a él. Mientras rebuscaba en el contenido, lancé una mirada a JongHyun que él respondió con un movimiento de cabeza.

—Lo tengo —dijo el chico con un montón de papeles en la mano. Miró a su alrededor como si no hubiera nadie espiando y me dio el primero—. Se llama Lee TaeMin, pero todo el mundo lo llama Ace. Aquí está su horario, junto con sus intereses...

—Alto ahí —dije, haciendo que los ojos del chico se abrieran de par en par con algo que parecía miedo. Le dediqué una sonrisa fácil—. ¿Cómo dijiste que te llamabas?

—Wonbin.

—¿Conseguiste todo eso en una mañana, Wonbin? —Cuando asintió, añadí—: Eres bueno en esto.

Wonbin hinchó un poco el pecho, el miedo de hacía unos segundos abandonando sus ojos. —Gracias. Quería asegurarme de darte todos los detalles posibles.

—Y te lo agradezco. Así que, veamos lo que tienes. Léemelo en voz alta.

Wonbin miró los papeles que tenía en las manos y luego volvió a mirarme, aparentemente inseguro de por dónde debía empezar. —¿Quieres lo personal o las aficiones y demás?

Me senté, apoyé un tobillo en la rodilla y me retorcí la gruesa banda de oro del dedo índice. —¿Qué tal si empezamos por lo personal?

—De acuerdo. —Wonbin volvió a inclinar la cabeza sobre el papel—. Bueno, ya sabes su nombre. Tiene diecinueve años, su cumpleaños es el 18 de julio, es decir, es Cáncer. Es hijo único, su madre es obviamente la decano y, por lo que sé, es un estudiante estrella. Todo sobresalientes.

EL PRÍNCIPE DE GANGNAM-GUDonde viven las historias. Descúbrelo ahora