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MINHO

-Será mejor que no nos vuelvas a abandonar esta noche. —La voz de Key se filtró por la puerta de mi habitación antes de que la abriera de un empujón y entrara, con una copa de martini en una mano y un vaso con licor de color ámbar en la otra.

Lo miré desde la cama, con el ordenador sobre las rodillas, y tomé la copa que me ofrecía.

—No te abandoné. Hice un voto de sobriedad...

—Para desintoxicar ese hígado tuyo. Lo sé, lo sé. Bueno, has tenido tus tres días, y ahora es tiempo de que confieses tus pecados.

—¿Mis pecados?

Key dio un sorbo a su bebida.

—¿Intentaste o no corromper al chico de oro mediante la gula y la lujuria este pasado fin de semana? —Sonrió satisfecho, sacó un rosario del bolsillo y empezó a balancearlo alrededor de su dedo.

Sabía exactamente a dónde quería llegar con esto. También sabía que la desintoxicación después de esta noche iba a durar mucho más de tres días.

—Lo hice.

—Eso es lo que pensaba. ¿Y te hiciste o no amigo de este chico para ganar un desafío?

—Un reto que tú iniciaste.

—Lo sé. Por eso es hora de que vayamos a la Iglesia. —Key levantó una ceja altivo mientras tomaba otro sorbo—. Tenemos mucho de lo que arrepentirnos.

Resoplé y negué con la cabeza.

—Más bien sientes el impulso de arrodillarte y...

—¿Rezar? Sí. Creo que es hora de que vuelva a oír su nombre en mi lengua.

—Jesús...

—No. Creo que oh, Dios podría ser la ruta más directa.

—Lárgate de aquí. —Recogí una almohada y se la lancé a Key, que se retiraba hacia la puerta. Luego me acomodé contra el cabecero de la cama y bebí otro sorbo.

El bourbon me sentó bien mientras se abría camino por mi garganta y relajaba mi cuerpo y mi mente después de haber pasado las dos últimas horas poniéndome al día con el trabajo de la escuela. Pero a medida que guardaba la última mitad de mi redacción y apagaba el ordenador, la idea de Key de salir se hacía cada vez más atractiva.

Los pocos días que me había dado para recuperarme de la fiesta habían servido de algo y, ahora que volvía a sentirme yo mismo, estaba listo para salir a la ciudad y ver en qué líos nos podíamos meter. Dejé mí portátil a un lado y me bebí el resto de la copa, y entonces se me ocurrió una idea.

Key había mencionado ir a la iglesia a confesar mis pecados, y tal vez, sólo tal vez, TaeMin querría hacer un poco de confesión de los suyos. Dios sabe que se había disculpado conmigo lo suficiente en los últimos dos días como para indicar que podría necesitar un poco de contrición. Pero no estaba seguro de su postura sobre todo el asunto de la Iglesia.

¿Debo o no debo?

¿A quién demonios estaba engañando? Iba a pedírselo. Habíamos superado la debacle del beso. Había vuelto a la zona de amigos, y ¿qué clase de amigo sería si no lo invitara a unirse a nosotros esta noche?

Tomé mi teléfono y abrí un mensaje de texto a TaeMin.

-Hola, Chico de oro, ¿qué haces?

Me puse de pie y me dirigí al armario en busca de un atuendo apropiado. Había un código de vestimenta bastante específico para los feligreses de este establecimiento, y mientras recorría con la mirada mis opciones, sonreí para mis adentros, dándome cuenta de que, si TaeMin aparecía, esto podría resultar a mi favor.

EL PRÍNCIPE DE GANGNAM-GUDonde viven las historias. Descúbrelo ahora