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TAEMIN

AQUELLA TARDE, encontré un sitio en una mesa vacía del patio y dejé mi bolso en una de las sillas antes de sentarme en otra. No hacía tanto calor como la semana pasada, pero agradecí la sombra del árbol que había cerca.

Aunque no me importó el tiempo de inactividad entre las clases, una parte de mí deseaba haberlas tenido seguidas para acabarlas todas en menos tiempo. Algo en lo que pensar para el próximo semestre.

Abrí la cremallera de mi bolso, tomé un cuaderno y un bolígrafo, y lo hojeé en una página vacía. Mi mente divagaba y no me sorprendía hacía quién.

Un par de ojos oscuros llenos de lujuria marcaron mi memoria y, por una vez, deseé ser artista para poder plasmarlos en un dibujo. En lugar de eso, todo lo que tenía eran palabras. La poesía era como una terapia para mí; siempre lo había sido. Me había pasado todo el fin de semana preguntándome sí había sido el alcohol lo que me había hecho besar a MinHo o si había algún deseo latente en mi cerebro que había elegido ese momento para hacer acto de presencia.

Pero nada de eso tenía sentido. No había bebido tanto como para no darme cuenta de lo que estaba haciendo. Aunque MinHo había dado el primer paso, le había pedido que volviera a besarme. ¿Por qué? Porque lo había hecho jodidamente bien, no porque yo sintiera algún tipo de atracción latente.

Sin embargo, verlo hoy me había calmado la ansiedad que me producía que el beso cambiara nuestra amistad, porque él no había parecido diferente. Él no lo había hecho raro, así que yo tampoco lo haría. Estábamos bien. Aquella noche podía achacarse a una buena borrachera y a unas vistas increíbles. No volvería a ocurrir.

Aunque eso no significaba que no fuera a escribir sobre ello.

Perdido en mis pensamientos, no levanté la vista mientras alguien se cernía sobre mí. Una vez que tenía una idea, tenía que terminar de escribirla antes de que desapareciera.

Pero en cuanto olí el almizcle floral del perfume de mi mamá, levanté la cabeza para verla esbozar una cálida sonrisa.

—Mamá, hola. —Me incorporé y cerré el cuaderno antes de que viera en qué había estado trabajando.

—Tu papá y yo te echamos de menos este fin de semana —me dijo a modo de saludo, dejando mi bolso en el suelo para que pudiera acompañarme. Mientras cruzaba los tobillos, sus astutos ojos recorrieron mi cara. Como para comprobar que seguía de una pieza tras mi primera semana en Yonsei.

—Sí, lo siento, tuve que ponerme al día en algunas actividades. —De ninguna manera iba a admitir por qué ese era el caso o dónde había estado. O que mis pensamientos se habían consumido con nada más que analizar cada segundo de la noche del viernes con MinHo.

¿A quién quería engañar? Había estado repasando cada interacción con MinHo y preguntándome si la había cagado de verdad. Pero él me había quitado todo ese estrés de una forma tan despreocupada cómo siempre lo hacía, y sentí que me quitaba un peso de encima.

Aunque en el fondo de mi mente me preguntaba qué significaba que hubiera disfrutado del beso...

—¿TaeMin? —La voz de mi mamá se coló en mis pensamientos y tragué saliva, dejando las preguntas para más tarde. Frunció el ceño y se cruzó de brazos—. Pareces distraído.

—En absoluto. —Le dediqué una sonrisa tranquilizadora—. ¿Qué pasa?

—Te pregunté por qué tenías tanto que hacer que no podías pasarte a contarnos cómo te había ido la primera semana.

—Oh. Sólo... acostumbrándome a todo. Es la primera vez que vivo por mi cuenta, ya sabes. No quería volver corriendo a ustedes para que pensaran que había cometido un error.

EL PRÍNCIPE DE GANGNAM-GUDonde viven las historias. Descúbrelo ahora