MINHO
Si hubiera sabido que la paja de la clase sería la última vez que pondría mis manos en la polla de TaeMin durante un tiempo, podría haberme tomado las cosas con más calma. La vida había estado tan ocupada durante la última semana que apenas lo había visto. Como mis papás habían pasado a Singapur después de Shangai, me habían pedido que me encargara de algunos trabajos menores en su oficina, así que, entre las clases y el trabajo, mis prioridades se habían visto obligadas a cambiar. Nada de juergas, que me estaban matando, y a Key también lo evitaba, aunque había pasado un par de noches en el bar del hotel de al lado. Mis invitaciones a TaeMin habían sido rechazadas, una maldita lástima, pero él había insistido en que era sólo porque necesitaba algo de tiempo para instalarse en su nuevo lugar y avanzar en sus estudios. No porque me evitara por ningún motivo.
Puse eso a prueba, por supuesto, apareciendo en la biblioteca una o dos veces cuando TaeMin estaba allí estudiando. Colarme con él en uno de los rincones para una sesión de besos ardientes me sirvió para recordarle que no me había olvidado de él ni de aquellos deliciosos labios y que volvería por más una vez que las cosas se hubiesen calmado.
Y con mi papá de vuelta en la oficina, mi paciencia se había agotado. Le gustara o no, TaeMin era mío esta noche. Después de todo, el tiempo corría y yo tenía una apuesta que ganar.
Salí del ascensor y pasé junto a la secretaria de mi papá, le sonreí cuando me saludó y no hizo ademán de impedirme ir adonde quisiera. Una ventaja de ser hijo del dueño: casi nunca oías la palabra, no.
Tras llamar a la puerta del despacho de mi papá por cortesía, entré llevando una bolsa para llevar.
Choi Siwon era una presencia formidable en el mundo de los hoteles de lujo, pero el hombre alto y delgado, tenía una sonrisa despreocupada que esbozó cuando entré.
—MinHo —dijo, cruzando la habitación para saludarme sujetándome por los hombros y besándome ambas mejillas.
—Bienvenido de nuevo. —Levanté la bolsa y sonreí—. Traje la cena.
—Dulce hijo mío —me dijo, quitándome la bolsa. Con la mano en el hombro, mi papá era un ser humano táctil, siempre se guiaba por el tacto, me dirigió hasta la mesa circular que utilizaba para las reuniones.
—Pensé que te merecías algo bueno después de tu vuelo. Mientras abría uno de los envases de vodka rigatoni picante e inspiraba profundamente, sacudió la cabeza.
—¿Carbone—? MinHo, eres mi hijo favorito. Te dejaré todo en el testamento.
Solté una carcajada mientras descargaba el resto de los contenedores.
—Soy tu único hijo. Tengo que ser tu favorito.
—Aun así. Eres muy bueno conmigo. —. Carbone era su debilidad, y con tantos platos que le gustaban en el menú, yo había pedido varios para que le duraran unos días. El amor por mi papá era mutuo, así que un sitio que no ofrecía servicio para llevar hizo una excepción con él.
Sus ojos se abrieron de par en par cuando saqué la tapa del largo recipiente que contenía un branzino entero, y sonreí con satisfacción.
El hijo predilecto, sin duda.
—Siéntate, siéntate —dijo tomando una botella de vino de la pared. Su expositor era impresionante y también incluía botellas caras de licor que les habían regalado a él y a mi mamá. Sin duda, una de las ventajas del trabajo.
Cargué mi plato con un poco de todo mientras él abría el vino tinto y lo servía en una jarra de cristal Waterford.
—¿Qué tal el viaje?