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MINHO

La puerta de la entrada se abrió de golpe y miré por encima del hombro para ver a Key entrando en el vestíbulo para dejar su cartera y su rosario sobre la mesa. Su ceño fruncido transformó sus lindas facciones en una expresión de molestia mientras escudriñaba la oscura sala de estar, buscándome.

—¿Tomaste la maldita limusina?

Me lo esperaba, desde el momento en que exigí a TaeMin que subiera a la parte trasera de la limusina, supe que provocaría la ira de Key. ¿Pero había valido la pena? Totalmente.

—Lo hice.

Key me señaló.

—Que te jodan. —Entró en la cocina y me puse de pie para seguirlo. El hecho de que fuera la segunda persona a la que había conseguido molestar esta noche, bueno, la tercera si contaba a Taehyung, no pasaba desapercibido para mí. Estaba en racha. Pero de ninguna manera iba a chupársela a Key para mejorar las cosas. Por suerte para mí, tenía algo que podría gustarle aún más: el chisme.

—¿Qué pasó? ¿Tuviste que quedarte en la acera como la gente normal esperando un taxi?

Key abrió el congelador, sacó una botella de vodka y me dirigió una mirada que mataría a la mayoría de los hombres. Para mí, era como un cálido abrazo.

—No esperé nada.

Me burlé mientras vertía un dedo de vodka en un vaso helado y luego me miraba.

—Paso. Pero si has superado este pequeño ataque de mierda tuyo, tengo algunas noticias que podrían animarte.

Los ojos de Key se entrecerraron un poco, sus dedos se detuvieron en el tapón de rosca del alcohol.

—Estoy intrigado.

—Pensé que lo estarías. —Señalé el vodka—. Guarda eso y ven a sentarte.

Key se unió a mí unos segundos más tarde, la irritación de cuando llegó desapareció mientras apoyaba los pies en la mesa de café y contemplábamos la reluciente ciudad que era nuestro patio de recreo.

Seúl. Habíamos nacido y crecido aquí con un par de meses de diferencia, y aunque a Key le gustaba enseñorearse de mí por el hecho de que era mayor y, por tanto, más sabio, yo sabía que llegaría el día en que las cosas cambiarían y yo tendría ventaja.

Tal vez alrededor del momento en que comenzara a tener una crisis de mediana edad. Aunque Key se sentía como si estuviera en un estado constante de crisis vitales, así que cómo iba a notar la diferencia, no estaba muy seguro.

—Así que esta noticia —dijo Key, acunando su vaso en el regazo—. No tendrá nada que ver con el hijo de cierta decana, ¿verdad?

Mis labios se torcieron mientras miraba el horizonte, algo que de repente me recordó a TaeMin y a besarlo en la azotea.

—¿Por qué dices eso?

—Porque cuando tú y la limusina desaparecieron, él también.

Me volví en dirección a Key.

—Tal vez.

—Tal vez mi trasero.

—No, definitivamente no era tu trasero el que apretaba mientras me besaba hasta los sesos. Pero era el mío...

—Jodidamente increíble. —Key sacudió la cabeza y dio un sorbo a su bebida.

—Oh, esa ni siquiera es la mejor parte.

—Si me dices que el chico de oro te dejó follártelo en la parte de atrás de la limusina, me tiro por el tejado.

Estuve tentado, muy tentado, de jugar con la cabeza de Key. Pero no necesitaba mentir para ganar esta apuesta, no cuando sabía que podría ganar de verdad. Sólo era cuestión de tiempo.

EL PRÍNCIPE DE GANGNAM-GUDonde viven las historias. Descúbrelo ahora