TAEMIN

¿Seguro que no quieres probar mis huevos pochados? —Mamá levantó una mitad de su panecillo cubierto con un huevo escalfado, espinacas y no sabía qué más, y negué con la cabeza.

—No sé si seré capaz de terminar lo que hay en mi plato. —Había pedido tanto que había necesitado tres platos para sacarlo todo. Pero bueno, había estado hambriento durante el camino, y se me había abierto el apetito después de las horas que había pasado con MinHo... haciendo cosas por las que la mujer de enfrente se moriría si lo supiera.

Pero ella no lo sabía. Y no lo sabría. No hasta que descubriera lo que MinHo y yo estábamos haciendo.

Cristo, ¿qué estábamos haciendo?

—Me alegro de verte comer —dijo mamá—. Si tuviéramos tiempo, te llevaría a comprar unos jeans nuevos.

—No, está bien. Debo haberlos... estirado o algo así.

Mamá frunció el ceño, y yo ensarté mi pila de tortitas de verduras, asegurándome de que fuera un bocado extragrande en su beneficio.

Apaciguada por el momento, cambió de tema.

—¿Cómo van tus clases hasta ahora? ¿Algo te está dando problemas?

—¿Debo creer que no has preguntado ya a cada uno de mis profesores cómo me va?

Al menos tuvo la delicadeza de parecer ofendida.

—Te prometí que no hablaría con tus profesores a menos que hubiera un problema, y no lo he hecho.

—¿En serio?

—Sí, de verdad. Esperaba que vinieras a mí si había algún problema.

Huh. Era la primera vez. Hasta mis profesores del instituto se habían llevado una reprimenda si les ponían deberes un fin de semana festivo.

—Todo está bien. Sinceramente. Ha sido una adaptación más fácil de lo que esperaba.

—Bien, así está bien. —Levantó su vaso mientras el camarero lo rellenaba con jugo de pomelo—. ¿Y todavía estás contento donde te quedas? Porque siempre puedes venir a casa....

—No —dije un poco demasiado rápido—. Quiero decir, el dormitorio es genial. Sé que me quejé de ello antes, pero es realmente agradable tener mi propio espacio.

—¿Ves? Sabía que te acomodarías bien y querrías algo de intimidad. Y te sientes seguro allí también, ¿verdad?

—Sí. La seguridad es genial. —Aparte del hecho de que MinHo y sus amigos podían burlarlos cuando quisieran. Un defecto grave, sin duda, pero uno que estaba trabajando a mi favor en este momento.

—Me alegra oírlo. Lo último que queremos es que algún alborotador entre en tu habitación. —Mamá pinchó un poco más fuerte de lo necesario su fruta cortada.

¿Lo sabía? Seguro que no. Habría empezado con eso y no habría esperado hasta ahora si se hubiera enterado de que habían atrapado a MinHo colándose en mi dormitorio.

Aun así...

Intenté mostrar indiferencia.

—No le he dado a nadie una razón para querer entrar en mi habitación. De todas formas, no hay nada de valor ahí adentro.

—Eres mi hijo. Esa es razón suficiente.

Fruncí el ceño.

—¿Qué quieres decir?

Dejó de apuñalar una uva y, cuando me miró a los ojos, su expresión se suavizó un poco.

—Nada. No es nada. Supongo que sólo estoy siendo precavida. Es lo que hacen los papás. Preocuparse.

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EL PRÍNCIPE DE GANGNAM-GUDonde viven las historias. Descúbrelo ahora