Jedik Marcone
Le lancé un paño a Cassian con fuerza, directo a la cabeza. Lo vi detenerse en seco y devolverme la mirada, confundido al principio, pero la expresión seria en mi rostro le dejó claro que debía dejar de molestar a Leah. Sin más, se apartó, aunque aún pude esa sonrisa maliciosa, apenas contenida.
Leah se levantó de inmediato, casi tropezando con la silla, alejándose de todos nosotros lo más rápido que pudo. La incomodidad era evidente en su forma de moverse; no podía culparla por querer escapar, no después de lo que acababa de pasar.
—¿Qué pasa? —preguntó Cassian, haciéndose el desentendido.
Lo miré fijamente, cruzando los brazos.
—Sabes muy bien lo que estás haciendo. No te hagas el imbécil.
Él soltó una risa suave, encogiéndose de hombros como si no tuviera importancia.
—Es divertido verla molesta con mis bromas.
Apreté los puños, respirando profundamente para no perder el control.
—Esas no son bromas—le señalé con la mano hacia el pasillo—. Ve a tu habitación y mantente lo más alejado posible de Leah.
Cassian me observó por un momento, pero terminó levantándose de la mesa con una expresión de aburrimiento en el rostro. Metió las manos en los bolsillos y caminó lentamente hacia su habitación, murmurando algo que claramente estaba destinado a provocarme.
—Siempre cortando la diversión…
Lo vi desaparecer por el pasillo antes de sentarme de nuevo. No podía ignorarlo más. Lo que tanto habíamos temido estaba comenzando a manifestarse en él.
—Me temo que ya está entrando en la etapa que más temíamos—dije, mirando al doctor—. Creo que encontró algo, o más bien, a alguien de su interés.
El doctor asintió, pero fue Irene quien rompió el silencio con su acostumbrada brusquedad.
—No estarás hablando de esa perra, ¿verdad?
La miré un momento antes de asentir. Era de esperarse, por desgracia. Leah era el blanco perfecto para Cassian.
—Es mujer, está infectada, y está cerca de él. Con los niveles tan altos de testosterona que está experimentando, actuará de cierta manera como lo haría un hombre en su situación.
Irene resopló, aunque no parecía sorprendida.
—La estaba hostigando—agregué, dejando claro lo que había visto.
El doctor, que hasta ese momento había estado en silencio, intervino.
—Acaba de marcar territorio. ¿No se dieron cuenta? Le marcó el cuello. Es preferible que se una a alguien infectado y no a alguien de ahí fuera. Una mujer común y corriente no podría soportar intimar con él sin sufrir daños irreparables. Me atrevería a decir que mortales.
Habíamos asumido que eventualmente pasaría, pero no tan pronto.
—No sé si Cassian puede modificar esas espinas, pero de no poder hacerlo, la mujer que esté con él va a sufrir mucho. El tamaño, el grosor, las espinas, la falta de experiencia… sería espeluznante pensar en lo que podría causar.
Irene frunció el ceño, pero no dijo nada. Todos estábamos pensando lo mismo, y aunque odiaba la idea de que Leah estuviera envuelta en esto, en cierto modo tenía sentido que fuera ella. Mejor Leah que una mujer común que terminaría muerta en el intento.
Suspiré, frotándome el puente de la nariz, preguntándome cuánto tiempo más podríamos controlar lo que estaba pasando dentro de él antes de que fuera demasiado tarde.
—¿Crees que Leah pueda soportarlo?
La posibilidad de que Cassian la lastimara me rondaba la cabeza desde que vimos lo que era capaz de hacer, pero algo en mí se resistía a aceptarlo.
—Puede que sí. Su capacidad de regeneración es bastante rápida debido a su infección, lo que la hace una candidata más viable que una persona común. Su cuerpo podría recuperarse de los daños antes de que estos se agraven.
La regeneración de Leah siempre ha sido rápida, pero no estaba seguro de si eso sería suficiente para contrarrestar la brutalidad de mi hijo en ese estado.
—Eso no significa que no vaya a sufrir, pero podría ser capaz de soportar la experiencia lo suficiente para que él libere todo lo que tiene retenido y se calme. Su naturaleza está exigiendo una liberación física que, si no se satisface, podría empeorar las cosas.
—¿Estás planeando dejar que se aparee con nuestro hijo? —Irene me interrumpió, su tono lleno de indignación.
Suena tan lindo cuando dice “nuestro hijo”.
—Necesita liberarse. Si no lo hace, las consecuencias serán peores. Ya vimos de lo que es capaz.
—A esa tipa le gustan las mujeres. Además, no quiero a esa zorra cerca de él.
—Es muy tarde para eso, fierecilla. Es eso, o tener que lidiar con su rebeldía. Y créeme, prefiero que Leah lo calme antes de tener que manejar un desastre mayor.
Sabía que, aunque no quería aceptarlo, la verdad era que Cassian estaba perdiendo el control, y esto era lo mejor que podíamos hacer. Si Leah era la única que podía soportarlo, aunque no le gustara, tendríamos que seguir adelante.
—Ella va a resistirse. Lo odiará y puede intentar cualquier cosa contra él.
—Tal vez—admití—. Pero la verdad es que, ella se ha encariñado con nuestros hijos. Además, el hecho de que libere sus instintos con ella, no implica que será tu nuera oficial.
—¿Mi nuera? Sobre mí cadáver, imbécil.
Se levantó de la mesa, subiendo las escaleras y no pude hacer más que reír al verla tan molesta.
Si ella supiera lo difícil que es controlarme cada vez que la tengo cerca. Me prometí no volver a tocarla, he evadido comérmela a besos por la misma razón, porque sé que si lo hago, terminaré haciéndole un par de hijos más. Pero ella no merece pasar por ese sufrimiento de nuevo.
ESTÁS LEYENDO
Hate Me
RomanceTras años de buscar venganza, Irene Matthews descubre que hay misterios más oscuros que su propio pasado. Jedik Marcone, un hombre ligado a secretos prohibidos, la arrastra a una realidad donde fuerzas invisibles mueven los hilos del destino. Mientr...