Me levanté lentamente de la cama, saliendo de la habitación en compañía del doctor.
—Envié muestras del cordón umbilical y del tejido amniótico a analizar. Necesitamos entender más sobre lo que está pasando a nivel celular con el bebé. No ha querido separarse de su madre.
—¿Tú crees que me odia? —le pregunté sin poder evitarlo.
—No creo que sea odio. Lo más probable es que sea una respuesta defensiva. Está protegiendo a su madre y a sí mismo... no quiere que lo apartemos de ella. Es instintivo.
Eso tenía sentido, pero no me hacía sentir mejor. Ese bebé... mi hijo... ya estaba mostrándose territorial, protector, como si yo fuera un extraño. La forma en que me miraba, con esa intensidad, me hacía sentir que no era bienvenido cerca de ellos dos.
—Genéticamente hablando, también hay algo más—continuó, pasándose una mano por el rostro, visiblemente cansado—. Es complicado decir si es una niña o un niño. Esa masa negra que simula un órgano masculino no nos permite confirmar nada con certeza. Podría haber algo más bajo esa coraza, pero no lo sabremos hasta poder examinarlo detalladamente.
—¿Y cuándo podremos hacerlo?
—Eso dependerá de Irene. Cuando ella esté consciente y pueda ayudar, tal vez entonces podamos examinarlo de manera segura. Por ahora, él no nos dejará acercarnos más. Está claro que no quiere que lo separemos de ella.
Mi pecho se contrajo de nuevo. El doctor tenía razón. Esa criatura... mi hijo... no permitiría que me acercara, mucho menos a ella. Una extraña sensación se instaló en mí. ¿Celos? ¿Era posible que estuviera sintiendo celos de mi propio hijo? ¿Celos de cómo se aferraba a Irene, de cómo ella, de manera inconsciente, lo mantenía junto a su pecho mientras yo me mantenía a distancia?
—Debes descansar. No has dormido casi nada, Jedik.
Después de lo que había soñado... después de cómo el bebé me había apartado incluso en mi propia mente... no podía.
—No, no puedo dormir ahora.
¿Por qué sentía que ya había sido relegado, apartado de lo que más me importaba?
♣♣♣
Después de obligarme a dormir, me sentí aún más desorientado cuando el doctor me despertó. Habían pasado diez horas, según me dijo, y mi cuerpo lo agradecía, pero algo dentro de mí no estaba en paz. Me avisó que Irene se había despertado y que ya tenía los resultados que había enviado a la clínica. No sabía cómo sentirme al respecto, pero lo seguí sin hacer más preguntas.
Al entrar en la habitación, me detuve en seco. Irene, aunque débil, se veía con más color. Parecía estar mejor, más consciente... pero el bebé...
No pude evitar maldecir en silencio. ¿Qué demonios estaba ocurriendo? Lo que vi no tenía sentido. El bebé... ¿cómo es que se veía más grande? Era casi imposible que eso ocurriera en tan poco tiempo. ¿Cuánto tiempo había dormido realmente? Me pregunté si me había desconectado del mundo por más de lo que creía.
Irene me miró, su mirada más lúcida de lo que había estado en días. Extendió su mano hacia mí, como si pidiera algo. Me quedé inmóvil, dudando. El bebé también me estaba mirando, sus ojos rojos brillando intensamente, tan alerta. Había algo en su expresión, como si esperara que yo cometiera un error, o algo...
Pero al final, cediendo a ella, di un paso adelante. Ella no dijo nada al principio, pero entonces me agarró el borde de la camisa, sin pronunciar una sola palabra. Su silencio, normalmente cargado de dureza e ironía, era diferente. Ella nunca hacía esto. Nunca se permitía mostrarse vulnerable frente a mí, pero a mí parecer, había renunciado a mostrarse de ese modo desde el periodo corto de gestación.
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Hate Me
RomansTras años de buscar venganza, Irene Matthews descubre que hay misterios más oscuros que su propio pasado. Jedik Marcone, un hombre ligado a secretos prohibidos, la arrastra a una realidad donde fuerzas invisibles mueven los hilos del destino. Mientr...