CAPÍTULO NOVENTA Y CUATRO: CASSIAN MARCONE (+18)

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—Una disculpa. A veces olvido que no estoy en mi casa y debo tener más cuidado. Aún no me has dicho si te funcionó. 

—No me atrevo y no entiendo cómo hacerlo. ¿Podrías ayudarme?

—Eso es algo que debes hacer en privado. 

—Solo enséñame cómo se hace. 

Se asomó al pasillo, mirando para ambos lados. 

—Solo te enseñaré cómo funciona—cerró su puerta con sumo cuidado—. Vamos a tu cuarto. 

Cruzamos a nuestra habitación, cerrando la puerta detrás de nosotros. 

—¿Qué estabas haciendo? Te dije que debías estimularte primero y usar lubricante. Ni siquiera lo has abierto.

—Me hice un ocho viendo tantos botones en esa cosa.

—Haz lo mismo que haces cuando vas a entrar en modo masturbarte. 

—Bien—la habitación se volvió tensa de repente, solo debía hacer lo básico, ¿verdad?

Me bajé el bóxer y ella abrió los ojos el doble de lo que ya sus ojos grandes se abrían. 

—Al menos avisa. 

—¿No fue esto lo que pediste? 

—Sí, pero… —bajó la mirada a mi erección, acercándose a pasos lentos—. Ya veo. Algunos adolescentes se desarrollan más temprano y de distinta manera—sus ojos examinaron mi pene, antes de que sus manos intentaran aproximarse, solo que se detuvo antes de siquiera tocarlo—. Nunca había visto algo así. Se ve… doloroso. ¿Son espinas? 

Asentí. 

—Pero entonces, ¿cómo te masturbas?

—Uso mi mano. 

—¿Cómo? ¿Puedes mostrarme?

—Mirándome tan fijamente es imposible que haga algo así. 

—Solo tengo curiosidad. 

Le mostré cómo lo agitaba entre mi mano, el habitual proceso que seguía cada noche. 

—¡Detente! Estás sangrando—se notaba realmente consternada.

—Es normal. Creo. 

—Por supuesto que no es normal. Esas espinas se están enterrando en tu mano. Déjame verlas. 

Le extendí mi mano, pero no era una novedad para mí que las heridas sanaran instantáneamente. 

—No entiendo nada. No se ven marcas. ¿No sientes dolor mientras lo haces?

—No. Se curan al instante. 

—¿Siempre ha sido así? 

—¿Me ves como un monstruo? 

—No quise hacerte sentir mal. Solo que es la primera vez que veo algo así. Se ve tan doloroso. 

—Más abajo tengo algo más. 

—¿Más abajo? 

Me acosté en la cama, teniendo tanta vergüenza de mostrarle que preferí ni mirar su reacción. Nadie me había visto desnudo, a excepción del doctor con sus constantes pruebas y mis padres. 

—Eres… hermafrodita. ¿Te has estimulado por aquí anteriormente? 

—No. Nunca. 

—¿Ni cuando te bañas?

Negué. 

—Es… asqueroso. 

—No, no lo es. 

Hate MeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora