Los últimos cinco días habían sido un maldito infierno. Cada día era una nueva tortura con esa gorda rondando a cada rato, exigiendo, hablando, moviéndose como si el mundo entero girara alrededor de su presencia. Había algo particularmente irritante en su forma de estar en todas partes. Y, para colmo, mi cuerpo, traicionándome de la peor manera posible, se había habituado a levantarme temprano. Todo por culpa de ella. Además de esas pesadillas… esas malditas pesadillas con ella. Despertaba a mitad de la noche empapado en sudor, agitado, de esos sueños tan… imperdonables con esa manteca…
Pero esta mañana transcurrió diferente. Abrí los ojos y no la vi entrando como una tormenta, con esa energía que siempre me revolvía el estómago, abriendo las cortinas y bombardeándome de palabras como si fuera un despertador humano. Me levanté, todavía con la pesadez de haber dormido mal, pero al menos disfrutando de una pequeña tregua. ¿Se había quedado dormida? O mejor aún, ¿había renunciado y decidido largarse? Sonreí con cinismo al pensarlo.
Entré al baño para intentar deshacerme de la tensión acumulada. Quizá, después de tanto hostigamiento, se había dado cuenta de que no podía controlarme como a uno de sus otros pacientes y había salido corriendo, rendida. Me gustaba imaginar que mi desprecio constante finalmente había surtido efecto.
Con una sensación de alivio anticipado, bajé las escaleras, ya visualizando el placer de pasar un día en paz sin su presencia. Al llegar a la antesala, vi a mis padres con mis hermanos, jugando con ellos como cualquier otra mañana.
—¿Dónde está la gorda? —pregunté, soltando las palabras sin filtro, todavía disfrutando la idea de que finalmente se hubiera ido.
—Melanie pidió permiso para hacer unas compras —respondió mi padre—. Te dejó el desayuno preparado en el microondas.
Me congelé un instante. ¿Así que solo había salido? No, claro, no podía ser tan fácil. La alegría momentánea de haberme librado de ella se disipó como humo. No solo seguía aquí, sino que, como siempre, había dejado todo preparado. Fruncí el ceño, caminando hasta la cocina para abrir el microondas y sacar el plato. De alguna forma, hasta el simple hecho de que hubiera preparado mi desayuno sin estar presente me molestaba. Como si estuviera jugando a ser indispensable o algo por el estilo.
Entonces, algo debajo del plato llamó mi atención. Era una nota, un pequeño papelito cuidadosamente doblado. Lo abrí, y las palabras escritas a mano me miraban con una burla que solo yo parecía percibir.
«No me extrañes demasiado. Volveré pronto».
Mis ojos se entrecerraron, y sentí cómo la cólera me subía por la garganta. ¿Quién demonios iba a extrañarla? ¿Qué demonios se ha creído esa maldita atrevida?
Desayuné en silencio, observando a mis padres desde el otro lado de la mesa. Sentía sus miradas en mí, casi como si esperaran algo. Mi madre, en especial, tenía una expresión extraña; parecía querer decirme algo, pero algo en ella lo reprimía. Desde nuestra última discusión, no habíamos intercambiado ni una palabra. Algo me decía que esa sería la última vez que intentaría hablar conmigo; estaba seguro de que jamás me perdonaría.
El hambre se me fue de golpe, y sin decir nada, limpié todo hasta dejarlo impecable, antes de regresar a mi habitación. Una paz inesperada flotaba en el aire, algo que no había sentido en años, o así se sentía. Pero, con el pasar de las horas, esa misma paz empezó a volverse incómoda. Mi mente y mis oídos parecían pedir a gritos algo de ruido, alguna señal de vida. Observé la radio que había dejado Melanie en mi cuarto y apreté los dientes. Ahora dejaba sus cosas tiradas aquí, como si mi espacio le perteneciera también.
Intenté dormir, cerrar los ojos y perderme en el tiempo, pero ni siquiera pude conciliar una siesta. ¿Qué tanto fue a comprar esa mujer que todavía no regresaba?
Me levanté de la cama y, con curiosidad y fastidio, me asomé por la ventana. Fue entonces cuando la vi; bajaba del auto, apoyándose en el nuevo chófer como si necesitara ayuda. Mi reacción fue instantánea; me tiré al suelo como si de pronto se hubiera activado una alarma. No podía permitir que pensara que estaba pendiente de ella; la sola idea me repugnaba.
Volví a tirarme en la cama y cerré los ojos, fingiendo dormir. No estoy seguro de cuánto tiempo pasó, pero lo siguiente que supe fue el estruendo de la puerta al abrirse, con ella entrando como siempre, haciendo más ruido que un escuadrón en alerta roja. Me sobresalté y la miré molesto.
—¿Puedes ser más silenciosa?
Ella sonrió con esa expresión de quien tiene todo bajo control y, para mi desconcierto, cerró la puerta con seguro. Su actitud de confidencia me inquietó, y la incomodidad creció cuando dejó varias bolsas sobre la cama.
—Te he traído varias cosas que te van a encantar—su tono era tan entusiasta que casi me hacía retroceder—. Te ayudarán mucho a desestresarte.
—¿Qué has traído? —pregunté, sin poder disimular mi desconfianza—. ¿Por qué parece que escondes algo ilegal?
Soltó una risa, como si mi pregunta fuera lo más ridículo que había escuchado en su vida.
—No es ilegal, pero quiero evitar que te pongas tímido o te sorprendas demasiado y salgas corriendo.
Mi curiosidad se encendió a pesar de mí mismo, y la observé mientras sacaba algo de una de las bolsas. Al mismo tiempo, intentaba imaginar qué demonios habría traído que requería ese nivel de secretismo.
—Dijiste que tú pasatiempo favorito era masturbarte—lo dijo en ese tono casual que me incomodó—. Si mezclamos algo que te gusta en nuestras terapias, será más llevadero, además, fortalecerá nuestra confianza.
—¿De qué demonios estás hablando?
Desempacó un extraño aparato, algo raro de color negro y blanco, muy parecido a una aspiradora de aire.
—Es un juguete sexual para hombres.
—Juguete… ¿qué?
—Atiende. Este juguete se utiliza en el pene. Es el mejor actualmente en el mercado. Combina una bomba de succión y un masturbador automático compacto en un solo dispositivo. A través de vibraciones multi-rítmicas, este vibrador masculino te dará una sensación de bienestar que te ayudará a reducir el estrés y tus niveles de ansiedad.
Creo que infarté más de tres veces seguidas con las palabras que salían de la boca de esa mujer.
—Tiene 3 modos de succión, que simulan un oral, más 6 modos de empuje y vibración, que te brinda una sensación parecida a tener sexo. Todo es automático, no tienes ni que usar las manos. El material es muy suave, tiene diversas texturas en el interior, similares a una mujer, tócalo sin miedo. Dicen que envuelve todo tipo de tamaño. Además, es fácil de limpiar y súper discreto. Puedes esconderlo donde quieras.
—Tú… —la señalé, con la mano temblando y la cara a punto de estallar como una bomba.
—¿No te gusta esta sorpresa? Te traje lubricantes también. Además, de otras cositas que pueden servir…
—¡Suficiente! ¿Solo por dinero has caído tan bajo?
—Solo quiero ayudarte. Estás solo aquí. No hay chicas jóvenes de tu edad con las que puedas experimentar estas cosas. Te pasas aislado, distante de todo el mundo, hasta de tus padres, ni siquiera con ellos hablas o interactúas, viven como extraños, aparte de eso, desconoces muchas cosas, te cuesta expresarte, como si te mantuvieran encerrado dentro de una burbuja. Rechazas aprender cosas nuevas, ni siquiera puedes salir y distraerte, conocer a más personas. A este paso, terminarás solo toda tu vida si no cambias eso. Tú puedes hacer el cambio.
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Hate Me
RomanceTras años de buscar venganza, Irene Matthews descubre que hay misterios más oscuros que su propio pasado. Jedik Marcone, un hombre ligado a secretos prohibidos, la arrastra a una realidad donde fuerzas invisibles mueven los hilos del destino. Mientr...