El reloj marcaba las seis de la mañana cuando Yoongi apagó la alarma de su teléfono, con los ojos aún cerrados. Como cada día, el aroma del café que se colaba desde la cocina lo obligaba a abandonar la cama, aunque el frío de octubre hacía que la idea fuera menos atractiva. Se estiró perezosamente antes de arrastrarse fuera de las sábanas.A los 25 años, Yoongi llevaba una vida que muchos calificarían de simple, incluso monótona. Su rutina consistía en trabajar en la pastelería de su mejor amigo, Kim Seokjin, un lugar cálido y acogedor donde se mezclaban el aroma del pan recién horneado y el sonido relajante de la máquina de café. Era el tipo de lugar donde los clientes habituales se detenían a charlar y disfrutar de la tranquilidad, y donde Yoongi se refugiaba en su propia calma, lejos del ruido del mundo.
Después de una ducha rápida, se vistió con su ropa habitual: jeans cómodos y una camiseta negra, con una chaqueta para el frío. Caminó las pocas cuadras que lo separaban de la pastelería "Sugar & Harmony", una pequeña joya escondida entre las calles de la ciudad, donde trabajaba desde hacía unos años. Jin y Namjoon, la pareja que dirigía el lugar, eran sus amigos más cercanos. Jin, con su risa contagiosa y habilidades culinarias impecables, se encargaba de los postres; mientras que Namjoon, siempre organizado y metódico, gestionaba los números y el negocio.
—¡Buenos días, Yoongi! —saludó Jin con su habitual sonrisa brillante cuando entró al local. El aroma de las galletas recién horneadas llenaba el aire. Yoongi asintió, dejando su chaqueta en la parte trasera antes de dirigirse al mostrador.
—¿Cómo va todo? —preguntó Namjoon desde la oficina pequeña detrás del mostrador, sin levantar la vista de su laptop.
—Lo mismo de siempre —respondió Yoongi, con una leve sonrisa. Esa frase parecía resumirlo todo. La vida transcurría sin sorpresas, pero él no se quejaba. Le gustaba el trabajo en la pastelería, la tranquilidad de preparar café y hornear croissants, pero también había una sensación constante de que algo le faltaba, aunque nunca supiera exactamente qué.
Mientras Yoongi limpiaba el mostrador de la pastelería, escuchó a Seokjin hablar con uno de los clientes sobre su hermano menor, Taehyung.
—Taehyung viene a ayudar los fines de semana —decía Jin, con una sonrisa orgullosa—. El resto de la semana está ocupado con la universidad. Estudia gastronomía, así que está muy emocionado de aprender todo lo que pueda de nosotros.
Yoongi sonrió levemente. Había trabajado con Taehyung durante bastante tiempo y sabía que el joven tenía talento. Aunque solo estaba los fines de semana, su pasión por la pastelería y su creatividad en la cocina eran evidentes. Además, traía un aire fresco y despreocupado a la tienda que hacía las mañanas más animadas.
—Debe ser difícil para él llevar ambas cosas —comentó Namjoon desde el fondo, mientras organizaba el inventario—. Universidad y trabajo no son una combinación fácil.
—Lo es, pero está acostumbrado —respondió Jin, riendo—. Taehyung siempre ha sido de los que pueden con todo, y sé que estará aquí este fin de semana para probar alguna nueva receta. A ver qué desastre intenta hacer esta vez.
Yoongi sonrió, recordando las veces que Taehyung había experimentado con ingredientes exóticos que a veces resultaban ser sorpresas deliciosas… y otras, desastres absolutos. Pero era parte de lo que hacía a Taehyung especial: su audacia y entusiasmo por aprender.
Las horas pasaban entre clientes regulares, charlas ocasionales con Jin y el sonido del horno. De vez en cuando, Yoongi se sentaba en una de las mesas junto a la ventana, observando cómo la vida se desarrollaba afuera: la gente apresurada rumbo al trabajo, las parejas que paseaban de la mano. Siempre había sido alguien que valoraba la calma, pero últimamente, la quietud empezaba a sentirse vacía. Como si esperara algo que ni siquiera sabía que estaba buscando.
🍭
Yoongi disfrutaba de los pequeños momentos de soledad en la pastelería. A menudo, durante las horas más tranquilas, tomaba asiento en una de las mesas vacías, se servía una taza de café negro, y observaba a la gente pasar. Era su pequeño refugio. Aunque Jin insistía en que debería socializar más, Yoongi encontraba consuelo en el silencio. La mayoría de las personas lo etiquetaban como alguien distante, incluso frío, pero para él, el silencio era un lugar donde podía estar en paz consigo mismo.
El sonido del timbre de la puerta lo sacó de sus pensamientos, cuando un grupo de estudiantes entró en la pastelería. Yoongi se levantó lentamente y se acercó al mostrador. Con la misma rutina de siempre, tomó sus pedidos, les sirvió café y tartas, y volvió a su rincón cuando se fueron.
Esa vida monótona era predecible, y en cierto modo, reconfortante. Aunque había momentos en los que una sensación de vacío lo invadía, rara vez se permitía cuestionarlo. ¿Qué más podía pedir? Tenía un trabajo estable, amigos leales como Jin y Namjoon, y un lugar donde sentirse seguro.
Pero esa seguridad también venía acompañada de cierta soledad. No era que Yoongi estuviera desesperado por compañía, pero había noches en las que, acostado en su cama, el sonido del viento en la ventana se sentía más fuerte que de costumbre. Eran esos momentos en los que la rutina se volvía pesada, y él se preguntaba si había algo más esperándolo allá afuera. Sin embargo, tan rápido como llegaban esos pensamientos, los apartaba.
Cuando el reloj marcó las siete de la tarde, Yoongi se preparaba para cerrar la pastelería. Jin y Namjoon ya se habían ido a casa, dejándolo a cargo de las últimas tareas del día. Apagó las luces del mostrador, limpió las superficies y se aseguró de que todo quedara en su lugar. La noche había caído, y el aire frío de octubre lo recibió al salir.
De camino a su pequeño apartamento, no podía evitar pensar en lo predecible que era su día a día. Cada paso, cada acción, todo estaba programado como un reloj. Su vida, a pesar de su simplicidad, no le ofrecía sorpresas. Pero lo que Yoongi no sabía es que esa noche sería diferente. Algo estaba a punto de cambiar, algo pequeño, frágil, y lleno de misterio. Algo que lo haría cuestionar su calma vida y despertar emociones que llevaba tiempo ignorando.
El callejón oscuro al lado de su edificio solía estar vacío, un lugar que apenas le prestaba atención. Pero aquella noche, cuando oyó un piar débil, su mundo comenzó a girar de una manera que nunca habría esperado.
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Pollito [ YM ]
ContoMin Yoongi, un joven con una vida tranquila y monótona, nunca imaginó que su mundo cambiaría por completo una noche al encontrar a un pequeño pollito herido en un callejón. Movido por la compasión, decide llevarlo a casa para cuidarlo, sin saber que...