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Así empezaban a pasar los días para nosotros. Lentos, o no pasaban, ya no sabíamos ni siquiera cuanto tiempo había pasado de la muerte de Tadeo. Si comíamos una vez cada dos días, era mucho. Lucas y Olivia no volvieron a visitarnos, no había mensajes ni llamadas tampoco. La única visita que recibíamos, era en la puerta del edificio, del que nos traía más droga.

Había salido de ducharme, tenía puesta nada más que la ropa interior de abajo. Estaba buscando alguna remera para ponerme.

—te hice café. —me aviso, un ojeroso Valentín apoyado en el marco de la puerta.

—Gracias. —respondí, sin mirarlo.

En cuestión de segundos, sentí sus manos pasar por mis costillas bajando hasta mi estómago, con tanta delicadeza como si fuese un pétalo de rosa. Trague saliva, y cerré mis ojos, cuando su respiración caliente choco contra mi cuello. Ninguno decía nada, solo sentía como sus dedos golpeaban con suavidad mi piel, como si estuviera jugando.

No me quería mover, el tampoco. Nuestros cuerpos se pegaban cada vez más. Sus labios rozaron delicadamente contra mi cuello, haciendo que un escalofrío recorriera hasta la punta de mis pies.

—Val... ¿Qué... Que... haces? —hable jadeando, por mi respiración ya agitada.

Sus besos recorrían mi hombro, espalda y volvían al cuello. Me deje llevar por esa sensación que hacía tanto no sentía. Sus manos subieron a mis pechos, apretándolos como solía hacer. Un suave gemido salió de mi boca. Levanté mi mano para agarrarme de su nuca, y apretar más sus labios contra mi piel. No quería que se detuviera, pero... Estaba mal.

—No, Valen. —hice un paso adelante para darme vuelta.

Me miró desconcertado, sabía bien que ambos lo queríamos de la misma forma.

—¿Por qué no? —me pregunto.

—esta mal. Creo que aún le debo respeto a Tadeo.
Paso su suave pulgar sobre mis labios, de punta a punta un par de veces.

—Tenés razón. —dijo, y salió del cuarto.

Apoye mi espalda en el Placar, soltando un largo suspiro.

—Tu café. —me dijo, cuando me senté en la mesa con el.

Le agradecí. Mi mesa de vidrio era un asco, había restos de cocaína dispersos por todos lados. Creo que el documento de Valentín, una tarjeta de crédito a su nombre y un billete enrollado, parecían que formaban parte de la misma.

—¿Querés? —me preguntó, una vez que terminamos de tomar lo que había hecho.

Estaba parado a un costado, con la tarjeta en la mano. Mientras se tocaba un hueco de la nariz. Se la saqué, hice dos perfectas líneas blancas y con el billete aspire. Habíamos llegado a la conclusión, de que si la tomábamos con eso entraba mejor en nuestros cuerpos.

Tirado en el sillón con su celular. Me recosté a su lado usando sus piernas de almohada. Su mano se apoyo en mi cintura.

—¿Vamos a una joda? —hablo.

—¿Eh? —me gire para mirarlo.

—Lo que escuchaste, Ju.

—¿A qué hora?

—Ahora. —respondió.

—Pero, ¿Qué hora es?

—casi las tres de la mañana, dale vamos.

—No se, Val. No me gusta la idea de tener que socializar con gente. —le dije.

—Dale, boluda. Vamos un rato. —apretó mis mejillas— Podemos conseguir drogas, un poco mejores.

La Fotógrafa del Freestyle.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora