22 - Conversaciones sinceras

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Era viernes por la tarde, y como ya era costumbre, después de la práctica de fútbol, Rodrigo y yo nos fuimos a su casa. El ambiente era relajado, y aunque siempre disfrutaba de estas tardes, mi mente estaba inquieta. Los últimos días habían sido un caos en mi cabeza, sobre todo por Emma. No podía dejar de pensar en lo que sentía por ella, por más que intentara ocultarlo. Sabía que Rodrigo lo había notado, porque no se le escapaba ni un detalle.

Entramos a su casa, el aire acondicionado dándonos un respiro del calor de afuera. Como de costumbre, nos tiramos en los sofás del living. Rodrigo encendió la tele, poniendo un partido de fútbol de fondo. El sonido de los comentaristas llenó el silencio mientras él buscaba algo en la heladera.

-Che, Iván, ¿querés algo de tomar? -preguntó desde la cocina.

-Lo de siempre -respondí, intentando sonar normal.

Regresó con dos botellas de gaseosa y se sentó en el sillón frente a mí. Durante un rato, ninguno de los dos dijo nada. El partido en la tele mantenía el ambiente tranquilo, pero yo sabía que Rodrigo tenía algo en mente. Lo conocía lo suficiente para saber que no dejaría pasar lo que había estado viendo en los últimos días.

Finalmente, él rompió el silencio.

-Hace días que estás raro -dijo sin rodeos, mirándome directamente-. Sobre todo cuando estás con Emma. Ya no disimulás ni un poco, amigo.

Sentí un nudo en el estómago. Lo había visto venir, pero no esperaba que Rodrigo fuera tan directo. Bajé la mirada, sintiéndome un poco incómodo.

-¿A qué te referís? -intenté evadir, aunque sabía que no serviría de mucho.

Rodrigo soltó una risa corta, incrédula.

-No te hagás el tonto, Iván. Te conozco. Y sé que te pasa algo con Emma. Desde hace días que andás callado, más pensativo de lo normal. No soy ningún experto, pero parece que te estás enamorando.

Esa palabra, enamorarme, resonó en mi cabeza, pesada, real. Lo había estado evitando, pero escucharla salir de la boca de Rodrigo me hizo enfrentar la verdad de una forma que no esperaba. No pude seguir esquivando la conversación.

Suspiré y me pasé una mano por el cabello, buscando las palabras correctas.

-No es tan simple, Rodrigo -dije finalmente-. No puedo sentir eso por Emma. No debería.

Rodrigo me miró, frunciendo el ceño, como si no entendiera.

-¿Por qué no? -preguntó, sin rodeos-. Es una chica increíble, a vos te gusta. ¿Qué problema hay?

Era más complicado de lo que parecía, y lo sabía. Mi amistad con Rodrigo, el constante acecho de Sofía, el miedo a que todo se desmoronara si hacía algo mal. Y, por supuesto, el hecho de que nunca había sentido algo tan fuerte por alguien como lo que sentía por Emma.

-Porque vos también estás interesado en ella -solté, sin pensarlo mucho, dejando que la verdad escapara antes de que pudiera detenerla.

Rodrigo se quedó en silencio por un momento, sorprendido. Me miró fijamente, como si estuviera procesando lo que acababa de decir. Luego soltó una risa corta, una mezcla de sorpresa y alivio.

-¿Eso pensás? -preguntó, sacudiendo la cabeza-. No, Iván. Emma es genial, sí, pero no la veo de esa manera. Es buena onda y todo, pero no estoy enamorado de ella.

Sus palabras me sorprendieron. Había estado tan convencido de que Rodrigo también tenía sentimientos por Emma, que me costaba creer lo que estaba diciendo.

-¿Entonces no te molesta si...? -dejé la frase en el aire, incapaz de completarla.

Rodrigo me sonrió con una mezcla de complicidad y simpatía.

-Mirá, Iván, somos amigos desde siempre. Y sé que vos no sos de engancharte fácil con alguien, así que si te gusta Emma, no veo por qué tendrías que frenarte. Al contrario, ¿no sería peor quedarte con eso dentro? -preguntó, levantando una ceja-. Sabés lo que dicen: más vale arriesgarse que quedarse con la duda, o como e diga, que yo no soy filósofo.

Sentí que un peso se me quitaba de encima al escuchar sus palabras, pero al mismo tiempo, el miedo no desaparecía. Lo que sentía por Emma era más complicado que solo admitir que me gustaba.

-Sofía... -dije, casi en un susurro, como si solo pronunciar su nombre trajera consigo problemas.

Rodrigo soltó un suspiro largo y se acomodó en el sillón.

-Sofía es otra historia, Iván. Es obvio que está encaprichada con vos, pero nunca fue algo serio. Además, no podés seguir atado a lo que ella quiere o no quiere. Si no sentís lo mismo por ella, no le debés nada. Y menos cuando estamos hablando de lo que sentís por otra persona.

Lo que decía tenía sentido, pero seguir los consejos siempre era más fácil en teoría que en la práctica. Sabía que Sofía no se tomaría bien el hecho de que estuviera interesado en otra chica, mucho menos en Emma, a quien ya veía como una amenaza.

-No sé cómo manejar todo esto -admití finalmente, sintiendo que por primera vez en días estaba siendo completamente honesto conmigo mismo.

Rodrigo me miró con seriedad, pero con una comprensión que me hizo sentir un poco más tranquilo.

-No tenés que tener todas las respuestas ahora -dijo-. Pero lo que sí te puedo decir es que, si te quedás callado y no hacés nada, te vas a arrepentir. Emma te aprecia, es obvio. Si no le decís lo que sentís, alguien más lo va a hacer tarde o temprano, y entonces vas a perder tu oportunidad.

Esas palabras me golpearon más fuerte de lo que esperaba. Tenía razón. No podía seguir ignorando lo que sentía, ni seguir escondiéndome detrás de las excusas. La realidad era que, si no daba un paso adelante, podría perder la oportunidad de conocer a Emma de una forma más profunda, de realmente explorar lo que había entre nosotros.

Rodrigo se levantó del sillón y me dio un golpecito en el hombro, sonriendo.

-Andá de a poco, pero hacé algo. No te quedés congelado. Si realmente te gusta Emma, demostralo. No tenés nada que perder.

Lo miré, agradecido por su honestidad. Sabía que Rodrigo me decía eso porque quería lo mejor para mí, y porque entendía mejor que nadie lo que significaba enfrentar las emociones de frente.

-Gracias -dije, sintiendo que por primera vez en mucho tiempo estaba listo para enfrentar lo que venía.

Rodrigo sonrió y se dejó caer en el sillón otra vez, tomando un sorbo de su gaseosa.

-De nada. Y ahora, dejemos de hablar de chicas y miremos el partido, que se está poniendo bueno.

Aunque me reí, mi mente seguía girando en torno a Emma. Sabía que tenía que tomar una decisión pronto. No podía seguir postergando lo inevitable. Rodrigo me había dado el empujón que necesitaba, y ahora era mi turno de hacer algo al respecto.

Miré la pantalla del televisor, pero no vi el partido. En mi cabeza, solo había una cosa clara: tenía que hablar con Emma. Y tenía que hacerlo antes de que fuera demasiado tarde.

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2/? Maratón

Estoy escribiendo otra historia, dicen que la publique?

Sigo..?

La chica nueva ; SpreenDonde viven las historias. Descúbrelo ahora