"Y amaba la forma en la que me mirabas.
Y extraño la forma en la que me hacías sentir.
Cuando estábamos solos.
Cuando estábamos solos."
—LUCY ROSE. Shiver.
Habían transcurrido siete largas horas para Max.
Su estado actual: desilusionado.
Marina comenzó a significar todo para él en cuanto comenzaron a frecuentarse, y ahora, era un simple conocido para ella. Nada más. Y quizá eso era lo que más le dolía.
Odiaba ser la sombra de Daniel. ¿Qué tenía él que Max no se mereciera del mismo modo?
Estar en casa de nuevo era un alivio, a pesar de no haber estado lejos de ella por más de cuatro días. Podía oler y casi tocar la tranquilidad de la vida en ese momento.
Hogar dulce hogar.
El autobús entró en la terminal y tan pronto hubo parado, Max abandonó el sitio y empezó a caminar. Eran las cinco de la mañana y el sereno de la ahora casi lejana madrugada se podía sentir flotando.
Iría a clases, sin duda. Pero antes se merecía un baño y hacerle saber a su madre que estaba bien. Suponía que en el transcurso de ese día la policía le querría interrogar acerca de Marina, y él no sabía qué iba a decir. No había nada que decir.
Caminó tranquilamente por una hora. Emocionalmente estaba rendido, pero había algo que le decía que apenas había comenzado su día. Estaban demasiadas cosas deparándole por delante.
Entró a su casa en un instante. Todo estaba en el mismo sitio que cuando abandonó la ciudad. Lo primero que hizo fue subir a su cuarto, un lugar lleno de fotos y recuerdos viejos de su antigua vida. Ahí estaba el Max de antes. Plasmado en una habitación de veinte metros cuadrados. Y eso era lo que lo anclaba a la realidad.
Se desvistió en un santiamén y se metió en la ducha. Su madre seguramente aún estaba dormida y su padre debía estar saliendo de su turno nocturno esa noche. Quería hablar con ellos antes que cualquier cosa ocurriese.
Marina.
¿Por qué no podía dejar de pensar en ella?
¿Qué significaba ella en realidad?
¿Era un capricho? ¿Era de verdad? ¿O simplemente era que compartían un pasado doloroso?
Se tiró sobre su cama una vez que salió de bañarse y miró al techo decorado con mosaicos de múltiples colores. Era difícil suponer qué pasaría con Marina a partir de ese momento. Se encontraba sola a cientos de kilómetros de dónde él estaba, y lo carcomía la promesa silenciosa que había hecho; que no la abandonaría.
Cuando su madre despertó y lo encontró recostado sobre su cama, comenzó a llorar.
—Hola, mamá —dijo Max mientras se sentaba—. Lamento irme sin avisar.
—¡Max! —Gritó la señora como si algo malo pasase—. ¡Estás aquí!
—Sí. Aquí estoy. No me iré.
La señora entró corriendo y abrazó a su hijo con demasiado sentimiento.
Max se quedó desconcertado. Habían sido tan solo unos días de ausencia. Que él supiera el fin del mundo no había iniciado, todo estaba en orden...
—Pensamos lo peor —dijo la señora entre sollozos—. Pensamos que estabas muerto. Desde que hallaron el cuerpo incinerado en las afueras de la ciudad. Pensamos que ya no estabas. Que esa loca te había matado.
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No somos amigos ©
Fiksi RemajaEl chico que siempre vio junto a su casillero ha desaparecido y lo único que ha dejado tras de su misteriosa desaparición es una simple nota escrita sobre una servilleta. Ella sabe adónde ha ido o cree saberlo, pero no pondrá su atención en ello has...