Direcciones extrañas

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“Y sostenme en brazos, sostenme en tus brazos.

Seré enterrado aquí contigo.

Y sostendré en esas manos todo lo que queda”.

—BASTILLE. Skulls.

—Se ha ido —musitó Max, parado en medio del gentío.

Tan cerca y a la vez tan lejos. Era estúpido que les pasara eso.

En determinado momento deberían haber visto a Daniel parado fuera del ventanal, observándolos, pero estaban tan absortos en planear su siguiente movimiento que habían dejado de prestar atención a todo lo que les rodeaba.

Sólo les quedaba lamentarse.

Marina lo divisó al poco rato y llegó corriendo hasta donde él.

Bastó con un ligero movimiento con la cabeza para que ambos comprendieran que no habían tenido suerte. La chica maldijo en voz baja.

—La única cosa que podemos hacer ahora —Max intentó sonar optimista, a pesar de la situación—. Es ir y averiguar qué hay en la dirección que me dio mi madre.

La cara de aflicción de Marina fue suficiente para que Max supiera que estaba a punto de dar el discurso nuevamente. La detuvo antes de que lo hiciera.

—Vamos. Tomemos un taxi.

El muchacho no quería sonar grosero o demasiado cortante con la chica, mas era necesario comportarse de ese modo en algunos casos. No sabía exactamente lo que Marina tenía en la mente, o lo que estuviera figurándose, sin embargo no quería tener una conversación que no los iba a llevar a nada.

Caminaron por el centro de la ciudad fuera de la zona peatonal que era todo el jardín principal y una pequeña plaza donde había una fuente con cuatro leones, uno de los símbolos de la ciudad.

Llegaron a una calle angosta por la que apenas cabían dos automóviles. En la acera de enfrente se erguía orgullosa la Catedral de la ciudad, que no era tan impresionante como muchas otras, pero estaba bonita.

En la acera donde yacían parados, estaba una pequeña zona comunitaria, donde en el fondo había un relieve con distintas representaciones, todo, al igual que la fuente, cosas simbólicas de la ciudad.

—¡Taxi! —gritó Max en cuanto hubieron alcanzado la orilla de la vereda.

El chico bajó un pie y con la mano estirada y en alto le hizo la seña al taxista que venía más cerca. El hombre pasó de lado. Auto ocupado.

—Espero que no sea difícil conseguir un taxi —comentó Marina, con cierto tono de broma.

—Yo espero que no me atropellen.

—Si sigues ahí abajo —le advirtió ella— seguro que lo harán.

—¡Oh! —se alejó él, como si el suelo fuera lava hirviendo—. Perdona mi falta de educación vial.

Ambos rieron un poco.

El siguiente taxi que apareció en el horizonte se detuvo.

Treparon al vehículo sin siquiera haber preguntado acerca del costo. Le entregaron al conductor un papel con la dirección anotada y este arrancó sin objetar nada.

¿Adónde irían? ¿Qué encontrarían ahí? Los dos matarían por no esperar más tiempo.

El taxi salió de la zona centro de León y avanzó entre distintas colonias. Había mucho que ver y mucho que descartar. Cruzaban por entre colonias populares y otras tan viejas que remontaban su existencia desde cientos de años en el pasado.

No somos amigos ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora