Un paso más

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"¿Hay algo que no estoy viendo?
¿Algo que no me estás diciendo?
Porque he estado escuchando historias diferentes.
No sé qué creer."

—GABRIELLE APLIN. Ready To Question.


¿Qué estaba ocurriendo realmente?

Todos se preguntaban lo mismo.

Marina.

Max.

El detective Miranda.

Los padres de Marina.

Todo el colegio.

¿Qué demonios estaba pasando?

Probablemente Max se encontraba más cerca de la respuesta que nadie más.


Volvió con sus compañeros sin explicarse concretamente. Le tendió su teléfono a Paola y le pidió el de esta a cambio. Necesitaba un número telefónico que no estuviera involucrado, o al menos no tanto, en el asunto.

—¿Qué pasa, Max? —Quisieron saber sus tres amigos. Max suspiró y respondió:

—No lo sé. Pero voy a averiguarlo.

Sin demorarse un segundo más corrió en dirección por la que pasó Lorena. Tenía que seguir a esa chica. No había otra opción.

Vadeo por los pasillos de la escuela sin suerte. Fue a su casillero y esperó. Se puso a pensar. El sol de la tarde apenas parecía atravesar las ventanas del lugar. Había demasiada confusión y desesperación dentro de él.

Repentinamente recordó el casillero de Marina. Se dirigió hacia allá.

Conocía perfectamente el lugar en el que su amiga guardaba sus cosas, ese había sido el lugar donde se había topado con ella la primera vez, y supo que no estaba del todo solo cuando era el nuevo de la escuela.

Tardó un minuto completo en arribar y cuando viró en el pasillo ahí estaba.

Lorena husmeaba en el casillero de Marina, al igual que el casillero que estaba a un lado de este. La chica se descolgó la mochila que llevaba consigo, y cuidando que nadie la viera sacó algo que sospechosamente era ropa...

Max se escondió en la esquina del pasillo. Encendió la cámara del móvil de Paola y lo puso en modo vídeo. Necesitaba pruebas si lo que comenzaba a sospechar era cierto. Él esperaba que no.

Lorena cerró los casilleros cuidadosamente. Max la observó voltear hacia ambos lados del pasillo y luego de eso echó a andar en su dirección. El chico apenas tuvo tiempo para esconderse dentro de un aula.

Vio pasar a la chica a unos metros de él. Contó tres segundos y salió detrás de ella. La seguía despistadamente por los pasillos hasta la salida. A Max le temblaban ahora las manos.

Había demasiada adrenalina circulando en su interior.

La persecución silenciosa del chico continuó por casi una hora más. Él iba por un lado de la acera en las calles mientras Lorena andaba en el otro extremo. Todo tenía que ser hecho con suma cautela, en un segundo ella podía desaparecer del campo de visión del chico.

En una calle solitaria Lorena se detuvo y sacó su teléfono móvil. Hizo una llamada. Max se acercó lo más que pudo sin ser detectado e intentó escuchar aunque no fue mucho tiempo el que duró la llamada.

—...listo, Andrés. Ahora debo moverme a donde está. Pronto se aclarará esto y podremos estar bien... recuerda que no sólo es por mí. Es por todos.

Con tan poca información Max no podía hacer nada. Se sentía atrapado en una telaraña de desinformación y pistas falsas. Pronto algo pasaría, mas, ¿dejaría que sucediera?, ¿o lo impediría a toda costa?

Lorena continuó su camino hasta la Terminal de autobuses.

A Max se le agotaba el tiempo. La enfrentaba y preguntaba, o la dejaba escapar a quién sabía dónde.

La chica hizo fila en una taquilla para comprar un boleto. Max la imitó, y se formó lo más cerca posible de ella para escuchar lo que decía.

Marina, pensó. ¿Qué estás haciendo ahora?

Cuando Lorena hubo llegado con la persona de la taquilla y Max se dio cuenta de lo que estaba diciendo, no lo dudó ni un segundo.

¿Cómo podía una persona que también, según diversas fuentes, estaba desaparecida hacerse presente donde pudiese ser reconocida?

¿Qué tanto había en esta desventura que era mentira, y qué era verdad?

¿Dónde demonios se encontraba Daniel?

Si Max lo encontraba primero le daría un buen golpe en la cara. Al fin y al cabo Daniel se lo debía a él. Era duro recordar el pasado cuando ambos eran buenos primos...

Max llegó al frente de la taquilla y al igual que Lorena pidió el boleto más próximo.

El chico regresó a su casa tan pronto como pudo. Recogió ropa, comida, cualquier cosa que le pudiese servir en la misma mochila que tenía cuando partió la primera vez. Y volvió para esperar la salida del autobús.

Se sentó tranquilamente en la sala de espera hasta que diera la hora de salida, empero Lorena ya lo había visto. La chica, cual gacela se acercó a él y en un susurro silencioso le dijo.

—¿Por qué has estado siguiéndome?

La primera reacción de Max fue alejarse.

—No intentes mentir —se quedó callada, como si pensara en algo—. Sé que eres amigo de Marina. Sé que me viste meter algunas cosas en el casillero de ella. No nos hagamos tontos. ¿Por qué me sigues? ¿Qué es lo que quieres saber, Máximo?

Al principio Max se sintió como un conejo frente a un cazador con escopeta, pero después del reclamo la situación cambió. Quien debía exigir respuestas era él, no Lorena.

—No estás en posición de reclamar absolutamente nada...

—Ni tú —dijo ella enseguida—. A estas alturas la policía debe perseguirte para hablar sobre Marina.

—Como sea que se estén dando las cosas. Si ambos no podemos reclamar ni exigir. Voluntariamente me dirás lo que hacías en el casillero de Marina y el casillero contiguo. ¿Qué oculta? Al igual que muchos estás desaparecida.

Lorena hizo una mueca. Max daba pasos sobre terreno desconocido, y eso incomodaba a la chica.

—Mira —comenzó a explicar—. Marina es mi amiga. A pesar de que nos hayamos peleado y todo ese asunto que supongo te contó.

—Ajá —Max se mostraba escéptico.

—Es tu decisión si me quieres creer o no —prosiguió—. Fingí mi desaparición para ayudar a Marina a limpiar el desastre que la persigue. No quiero que mi mejor amiga vaya a la cárcel por algo de lo que estoy segura no hizo. Todos somos parte del juego absurdo de Daniel.

—Me parece buena tu explicación —replicó Max con sarcasmo en la voz—. La única cosa que quiero saber es cómo sabes que Marina está en León. ¿A qué vas a allá?

—Espera —Lorena se mostró sorprendida—. ¿Marina está en León?

—Por supuesto —admitió el chico—. Estuve ahí con ella.

—Entonces no huyó por huir... —dijo más para sí misma—. ¿Qué es lo que hace allá?

—No responderé eso a menos que me digas a qué vas a esa ciudad.

Lorena pareció dudarlo. Se mordió un labio y volteó a ver hacia todos lados como si temiera que alguien la escuchase.

—Descubrí dónde está Daniel —dijo quedamente—. Quiero traerlo de regreso y ayudar a Marina.

No somos amigos ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora